Opinión

Cristina y Macri, al servicio de Milei

El Presidente retomó la iniciativa con una agenda de reducción del Estado, mientras se beneficia de los errores de Cristina Kirchner en su batalla con el peronismo. La “guerra fría” del Gobierno con el PRO. Aún no se definen las fechas de las elecciones en provincia y ciudad de Buenos Aires

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Javo, Javito y, ahora, Javeto. Los seguidores del Presidente adoptaron este último apodo para convertir en chiste la debilidad parlamentaria que lo obliga a usar esa herramienta de máxima. Para el relato libertario, Milei siempre y en todo lugar tiene capa de superhéroe y, en los últimos días, volvió el clima de éxtasis en la Casa Rosada.

El Gobierno recuperó la iniciativa perdida luego de haber contrarrestado dos propuestas de la oposición que implicaban no sólo ceder en el equilibrio fiscal sino también en la pulseada por el poder.

Esta semana eligió el achique del Estado como hilo comunicacional con un anuncio por día: disolución de la AFIP y recorte de altos salarios, privatización del Belgrano Cargas, fin de los cargos hereditarios en organismos públicos, subasta de 300 edificios oficiales. El concepto de la motosierra en su esplendor, más allá de que el grueso de las medidas no es de instrumentación inmediata.

El apuro por avanzar lo instruyó Milei, quien pidió ese mismo lunes comunicar los cambios en la agencia impositiva cuando no tenían ni nombre, ni logo, ni portal, ni cuenta de X. Esos detalles no se le hubieran escapado a Santiago Caputo. La orden presidencial no dio tiempo ni siquiera de avisar a los implicados: Eduardo Mallea se enteró en Bruselas por un llamado de su mujer que, al ver las noticias, le preguntó por qué lo habían desplazado de la Dirección General de Aduanas.

Esas desprolijidades no empañaron la sensación de euforia en el oficialismo. Ni siquiera la resistencia que generó entre propios y aliados la designación de Andrés Vázquez al frente de la DGI. “Sólo sigue órdenes”, lo defendió uno de los que impulsó su nominación. Se verá, entonces, el calibre de esas órdenes.

Quizá los mejores servicios para el proyecto de Milei los ofrecen quienes, por diferentes razones y sin quererlo, lo buscan condicionar: Cristina Kirchner y Mauricio Macri. En el caso de la ex presidenta, por un error de cálculo, desató de manera anticipada un cuestionamiento inédito a su liderazgo que alimenta la dispersión del peronismo.

Mauricio Macri y Cristina Kirchner (EFE)Mauricio Macri y Cristina Kirchner 

Cuando se observa la secuencia completa, se advierte la equivocación. No estaba en los planes de Cristina asumir la jefatura del PJ nacional. Ella intentó primero colocar a sus candidatos. Probó con Wado de Pedro, no funcionó; con Lucía Corpacci, tampoco; y así. Hasta que, endulzada por su entorno, decidió poner el cuerpo y alinear al peronismo con tres tuits. Falló otra vez.

No imaginó la resistencia de Ricardo Quintela, uno de los gobernadores más críticos de Milei, y mucho menos la de Axel Kicillof. Su “hijo político” encarna la primera disidencia kirchnerista al mando de Cristina. Un hecho inédito.

Nadie ostenta vocación real de llevar adelante la elección de autoridades por varias razones: está completamente fuera de la realidad, genera rechazo en la sociedad y no hay financistas que deseen poner la plata. El partido no tiene ni siquiera para solventar los servicios básicos de luz, internet y gas, sumado a un puñado de empleados. “Aportan 38 diputados unos 40 mil pesos por mes”, explican. Un millón y medio de pesos y a gracias.

En el conurbano, intentaron armar las mesas “Cristina presidenta”, con un resultado paupérrimo de militantes arrimados sólo por La Cámpora y el gremio de Smata. Ricardo Pignanelli, el secretario de los mecánicos, tiene una pésima relación con Kicillof desde que era ministro de Economía.

Hacia afuera no se termina de entender por qué se están peleando debido a que no se explicitan los intereses en pugna. El gobernador entiende que desde 2023, cuando ganó la reelección y quedó en pie frente al vendaval violeta, tiene derecho a ejercer el liderazgo total (gestión + política) de la provincia, algo que choca con la posición de Máximo Kirchner. Cristina pidió sólo por Juan Martín Mena para la integración del gabinete, pero había casilleros ya cedidos a La Cámpora en toda la estructura. Salud, con las delegaciones regionales, y el Instituto de Previsión Social (IPS), son dos ejemplos.

Andrés Larroque, Axel Kicillof y Máximo Kirchner, líder de La Cámpora.Andrés Larroque, Axel Kicillof y Máximo Kirchner, líder de La Cámpora.

Hay intendentes del peronismo que, además, se quejan sobre todo por la discrecionalidad de dos funcionarias (Daniela Villar, de Ambiente; y Florencia Saintout, de Cultura) que aseguran que bajan programas sólo a municipios de La Cámpora.

En ese contexto, Cristina se cerró y distanció de los gobernadores peronistas del norte (considerados “héroes” por Milei y “traidores” por ella); del riojano Quintela, uno de los más duros contra el Gobierno; se enemistó con Kicillof y parte de los intendentes bonaerenses; y con la CGT, incluido Pablo Moyano. No se conduce lo que no está organizado, reza Perón en “Conducción política”.

El Presidente sube al ring a una rival taquillera pero debilitada, mirando 2025. Kicillof aún no resolvió si desacoplar la elección provincial de la nacional. De no ser por el costo económico, las adelantaría para que no convivan dos modalidades de votación y porque le sirve para licuar el peso de Cristina.

La oferta electoral del peronismo estará atada al éxito o fracaso económico de Milei. Los más pesimistas dentro del kirchnerismo, creen que si hay recuperación de la actividad, el espacio quedará fragmentado en cuatro: Cristina y La Cámpora; Kicillof y algunos intendentes; Sergio Massa y el Frente Renovador y, por último, Juan Grabois.

La provincia, por representar un tercio del padrón, siempre es vista como la madre de todas las batallas, una frase trillada. En especial, porque no es determinante un triunfo en una elección de medio término para la suerte del gobierno de turno: lo muestra la derrota de Néstor Kirchner en 2009, y la victoria del macrismo en 2017 frente a Cristina, que dos años después volvió al poder.

Sí se vuelve atractiva la trama en la ciudad de Buenos Aires, donde hace tiempo no se ponía en discusión la hegemonía del PRO. Jorge Macri tampoco definió la fecha de la elección, tiene tiempo hasta marzo.

Jorge Macri (Maximiliano Luna)Jorge Macri 

“¿Y, cómo estamos? ¿Estamos bien?”, le preguntó Guillermo Francos al jefe de gobierno porteño apenas lo recibió el jueves en la Casa Rosada para un almuerzo del Presidente con gobernadores del PRO. Quería sondear cómo había quedado la cosa después de la presentación de un proyecto de ley bases en la Legislatura, a manos del bloque de La Libertad Avanza.

La movida cayó pésimo en el PRO. Fue interpretada como un intento por marcar la cancha y poner en supuesta evidencia que la gestión de la Ciudad no avanzó en reformas estructurales. Debió intervenir Cristian Ritondo con un llamado a Caputo. Pero lejos de desactivarse, la legisladora Pilar Ramírez, que es los ojos de Karina Milei en CABA, ingresó el proyecto y espera que en 48 horas ya esté el giro a comisiones para su tratamiento.

Pilar RamírezPilar Ramírez

Mauricio Macri, como presidente del PRO, adoptó una rutina de campaña. Viaja al interior con su equipo de discurso, todo lo que dice es planificado. Incluido su reiterado cuestionamiento al asesor presidencial.

El morbo por un triunfo de los libertarios en la Ciudad permanece solapado, pero se vuelve evidente por los movimientos. Caputo puso a trabajar en la estrategia del distrito a Belén Stettler, de su consultora, Move.

Hay una especie de “guerra fría” entre el PRO y el Gobierno, un medir permanente de fuerzas. Hoy se necesitan, pero no está claro en el futuro. Macri le permitió blindar dos vetos, un aporte invaluable, que no fue retribuido de la manera esperada.

En la Casa Rosada, hay dos miradas distintas respecto del vínculo con el PRO. Una posición más dialoguista, encarnada por el ala política de Francos, es más proclive a una gran alianza en todo el país. Otra postura, encabezada por Karina y Caputo, es más reacia y preferiría listas propias, según el distrito.

La matemática muestra que LLA podría prescindir del PRO. Según la proyección del politólogo Pablo Salinas, en base a los cálculos de las tres instancias en la última elección y las bancas en juego para el año que viene, establece:

+ LLA es el único bloque que crecerá en cantidad de miembros.

+ El resto perdería integrantes.

+ En Diputados, la peor cosecha de LLA sería, en total, de 71 bancas y la mejor de 89.

+ En el Senado todo es ganancia ya que obtendría entre 9 y 14.

Por supuesto, la tentación por la polarización armando un frente anti K en la provincia de Buenos Aires podría tener el valor simbólico de ganarle al kirchnerismo en su bastión, pero todo aún está en evaluación.

Más difícil está la opción del centro que buscan resucitar referentes de lo que fue Juntos por el Cambio y el peronismo federal. Milei hizo un trabajo efectivo para desgastar las figuras de Horacio Rodríguez Larreta, Martín Lousteau, Emilio Monzó, Nicolás Massot y Miguel Pichetto.

Pero la política es la política y eso no impidió que Pichetto, maldecido por Milei en una entrevista reciente, se reuniera el martes pasado con Lule Menem para destrabar los nombramientos en la Auditoría General de la Nación (AGN) donde sacrificarían el lugar de los radicales. Dos días después del encuentro, el diputado fue elegido presidente de la comisión Mixta Revisora de Cuentas, una bicameral estratégica.

Fuente: Jesica Bossi (para Infobae)

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