
Rosana Landoni es psicóloga desde hace 25 años. Atendió a más de mil pacientes. Se formó en la Universidad Nacional de Rosario y realizó un posgrado en psicología infantil, de niñez y adolescencia. También se especializó en psiconeuroinmunoendocrinología —el estudio de cómo las emociones impactan en las enfermedades—, formación que cursó en el Instituto Favaloro.
Nació en San Nicolás un 4 de septiembre y cursó sus estudios en el Colegio Nuestra Señora de la Misericordia. Es hija de Romeo Landoni, un operario de la ex Somisa (quien ya no está con ella físicamente), y de Norma Colombo, comerciante. Es hermana de Daniel y compañera de vida desde hace muchos años de Martín, con quien formó una hermosa familia. Tienen tres hijos varones: Mateo, de 21 años; Manuel, de 19; y Benjamín, de 15.
Juventud, divino tesoro
No recuerda bien por qué decidió estudiar psicología. “Los libros dicen que los que estudiamos psicología queremos resolver algún problema familiar. Si es así, yo al menos no llegué a ver cuál era. Sí, siempre me gustó el tema de la conducta humana, de entender cómo funcionamos, cómo nos relacionamos, cómo nos vinculamos. ¿Por qué nos pasan determinadas cosas?”
Disfrutó la carrera desde el primer momento: “Me fue gustando la carrera desde el principio. Me gustó mucho leerla. La disfruté mientras la estudiaba”.
En cuanto al impacto de su profesión en la vida personal, señala: “Tener una psicóloga en la familia me brindó muchas herramientas que incluso me han ayudado para mi vida. Lo que sí entiendo es que un profesional debe hacer sí o sí terapia, para no transmitir nuestros conflictos al paciente o que algo que no tenemos resuelto afecte al que viene a realizar una consulta”.
Sobre la adolescencia, reflexiona: “La adolescencia de por sí es una etapa conflictiva, donde hay un duelo: dejar el cuerpo de niño y pasar a ser adulto. Es la etapa de la rebeldía, me rebelo a las normas, al orden, necesito la oposición para diferenciarme. Lo que sucede es que cada etapa es única porque los adolescentes están formados en esta sociedad, donde estamos cada vez más individualistas. Las personas somos más tratadas como objeto que como sujeto. Hay una carencia en la formación constitutiva del sujeto”.
“Después de la pandemia hemos quedado bastante aislados, bastante individualistas. Alicia Fernández habla ‘del estallido de las instituciones’, como por ejemplo la familia. Hemos pasado de la rigidez y la imposición al vale todo, a darle lo que sea a nuestros hijos, con muy pocos límites”.
Sobre su experiencia en escuelas, destaca: “La experiencia de trabajar con adolescentes en las escuelas fue muy buena. El grupo siempre funciona como una red de contención. La idea de recuperar lo colectivo, que uno no se puede salvar solo, que necesitamos de otros porque somos seres sociales”.
También trabajó con grupos de tercera edad en un geriátrico y con talleres de duelo para personas que han perdido a un ser querido. “Allí el grupo funcionó muy bien. Porque la idea del colectivo es un soporte para todos”.
Redes sociales, enfermedades y tiempo de calidad
Respecto al uso de las redes sociales, sostiene: “Pueden ser muy buenas, porque un niño para jugar en red necesita poner en práctica muchas funciones cognitivas. El tema es el tiempo que pasa al frente de las pantallas y cómo los padres pueden regular eso. Esa persona necesita además otros elementos para poder socializar, por ejemplo, hacer algún deporte. Poder ayudarlo a encontrar una pasión en su vida. No estoy en contra de la tecnología, veo que se puede aprovechar. Puede ser una herramienta para el aprendizaje”.
Sobre la demanda actual de atención psicológica, aclara: “No creo que cada vez más gente necesite terapia. Lo que sí observo es una mayor aceptación. Yo siempre trabajé mucho. Creo que sí se habla más del tema. Los médicos derivan muchos pacientes a la psicología. Sí veo desde la medicina una apertura. Creo que la gente ahora encuentra más respuestas que antes”.
También opina sobre el vínculo entre padres e hijos: “No creo que esté mal que los padres muchas veces tengan más actividades que sus hijos. Lo que sí entiendo es que se necesita calidad de tiempo. Puedo estar todo el día con mi hijo/hija y no prestarle atención, tener la cabeza en otro lado. Y puedo estar poco tiempo, pero ese período puede ser de calidad, y si en ese tiempo yo estoy atento, estoy haciendo vínculo y demostrando mucho interés y haciendo contacto con él, eso es lo ideal. Importa más la calidad que la cantidad”.
Una vocación: ayudar al otro
“Trabajé muchos años en un psiquiátrico. En esa época no había tantas instituciones dedicadas a la drogadicción. Atendíamos con muchas carencias, como podíamos. Y cuando en la calle me cruzo a un chico que me agradece y percibís que te quiere, ahí siento que evidentemente algo pasó. Y creo que lo humano debe estar en todo vínculo terapéutico. Yo trabajo mucho desde lo humano. Así quiero que me recuerden por mi profesión”.
A veces los padres de niños y adolescentes, quienes transitan un duelo o viven una etapa difícil de sus vidas, sienten ganas de gritar “Ayudame Freud”. Pero por suerte, existen profesionales como Rosana Lucía Landoni, de una calidez humana excepcional.
Y como decía Freud: “La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas.”
Ahí está ella: bondadosa, empática y presente.