
Juan Ignacio Pasquetta, ariano, expresivo, actor, director, se formó en la Escuela Municipal de Teatro desde los 8 años. Integró diversos grupos artísticos independientes durante su adolescencia y también en la actualidad, lo cual le permitió conocer ampliamente el círculo teatral en el que se desenvuelve. Hoy dirige Dejalo Ser, un grupo de teatro independiente que propone distintas puestas a lo largo del año, donde la magia y el talento se fusionan sobre el escenario. Todo un personaje en sí mismo.
La experiencia artística abre la mente y, a veces, marca nuevos caminos:
“Hago teatro desde muy chico, lo cual me permitió conocer muchas formas de expresión, de estilos, de comunicación, pero el cambio más importante se dio en la época en que estudiaba en Rosario, ya siendo un adolescente. Ahí, el circuito ‘under’ del teatro zonal me llevó a conocer ese lado despojado y minimalista que tiene este arte, y eso es lo que más trato de que se vea hoy en día a la hora de realizar una obra. La comedia musical es la parte que más despierta mi deseo, dado que en toda mi vida hubo música, danza y expresión”.
Los mundos de la actuación y la dirección tienen un punto en común:
“Hoy en día soy actor y director, y no dejo olvidada ninguna de esas dos partes. Trato de capacitarme en ambas para seguir en esto. Es un proceso de retroalimentación que cada vez te exige más, o vos te exigís más, para poder lograr lo que querés. En este caso, sin importar el rol que ocupe, lo primordial es destacar lo colectivo por sobre todas las cosas arriba de un escenario, ser un punto de encuentro para todas las emociones que tienen los artistas y poder darles un sentido en un espectáculo que espero jamás olviden”.
La conexión es un concepto primordial en el arte y existe un lugar específico para desarrollarla:
“El escenario es un canal, es un puente, es un lugar donde puedo conectar con mi esencia, un lugar donde no me escondo. Desde chico lo empecé a tomar como un refugio, dado que es un espacio donde no me sentía —ni me siento— juzgado o señalado. El escenario me genera un abrazo para conectar con mis emociones, donde ellas me transforman en otro, al que la gente paga por ver en un espectáculo”.
El arte es liberador y ante eso cada artista fluye de forma singular:
“Con los años me fui topando con las personas indicadas que me fueron aconsejando, sugiriendo y acompañando procesos creativos y personales. Dentro de esta libertad del arte, las inseguridades, los miedos, los prejuicios y la incertidumbre de no saber si lo que hacés va a funcionar, fluyen de formas distintas. Por ende, decidí trabajar desde mi impulsividad y mi energía ‘ariana’ para intentar levantar la bandera del arte local e independiente en la ciudad, con los recursos que cuento. Trato de llevarme lo mejor posible con mis inseguridades y tener una buena convivencia”.
La actuación y la dirección son fuerzas similares en su vida, pero con enfoques distintos:
“Hoy disfruto de las dos cosas por igual. Me dejo ser. Ambas forman parte de quien soy y tienen la finalidad de crear emociones y sentimientos con el otro, con un objetivo de pertenecer. No me imagino no estando arriba de un escenario o no dirigiendo producciones. Con el paso de los años, asumo cada vez más mi responsabilidad con mi profesión, con mi vocación, de la cual nunca me conformo. Siempre quiero más. Me caigo, me rompo, me levanto y busco armar grupos alineados a la demanda de mis ideas o de lo que el arte dicte”.
El ánimo marca la importancia de la mirada ajena:
“Hay días en los que no soportás absolutamente nada de nadie y otros en los cuales tenés las herramientas para soportar lo que venga, de quien venga. Lograr un equilibrio con eso, responder a esa mirada ajena con seguridad y seguir adelante… Obviamente me pesa, sobre todo en las creencias que uno fue adoptando en su vida, y casualmente la vida te demuestra que no son tan así. En ese sentido me permito perderme y aprender a dónde me lleve cada situación”.
La existencia de un miedo en la profesión no es tal, y surge un nuevo concepto:
“En nuestra profesión el miedo se cambia por incertidumbre, y está plagada de ella. En el camino del actor, del director, del arte escénico, hay momentos donde te va muy bien y otros en los cuales no sabés absolutamente nada, ni siquiera lo más próximo. Hay que estar preparado para lidiar con eso y con las sensaciones que trae, como la ansiedad, el desgano o el aburrimiento”.
Dentro de los infinitos caminos del arte, existe uno donde la inspiración surge desde la vulnerabilidad. En ese trayecto, Juan Ignacio atraviesa su experiencia personal y artística de forma caótica, reconociendo sus deficiencias, inseguridades y conceptos que intentan ser destructivos, y convirtiéndolos en aprendizaje. Todo bajo un marco de choques con la realidad, donde el sentimiento de pertenencia no es más que la suma de historias y valores puestos en escena, priorizando el sentir y la emoción colectiva. Nada se pierde, todo se transforma.



