
El 22 de junio de 1990 se marcó el final de una época sobre los espectáculos circenses en el país. Tras un caso lamentable, ocurrido en San Pedro, con el correr de los meses, y años, cambió la legislación en la Argentina: los circos dejaron de utilizar animales.
En la madrugada de aquel día “alguien”, que nunca se conoció su identidad, decidió retirar el candado de la puerta de la jaula donde se hallaban dos leones, levantar una puerta pesada que corría verticalmente, y dar paso a uno de los casos más impensados: soltar a los dos felinos hambrientos, pertenecientes al Circo Akay en plena ciudad.
En la jornada anterior se había completado el desmantelamiento de la carpa, cargándola en los camiones junto al resto de los elementos, que tendrían como destino la ciudad de Moreno, última morada para la empresa que presentaba serias dificultades económicas.
Durante la noche se trasladó la última carga, pero sobre el predio dejaron la jaula donde se encontraban dos leones machos que, a decir de su domador, Julio César Villalba, “no actuaban, estaban de muestra. Yo solamente me dedicaba a domar a tres leonas, que fueron llevadas en primer término. Hacerlo con las tres leonas no era lo mismo que con los otros dos, quizá por la enorme peligrosidad que éstos representaban”. Es decir, el propio domador reconocía que eran “indomables”.
María Laura Lobaiza, una sobreviviente del terrible ataque hace 35 años, contó que cerca de las 3 de la madrugada estaban durmiendo en familia, cuando su madre le avisó que una persona estaba gritando. El esposo de María Laura, Ramón Llovera, salió al patio y vio que José Petroni, su vecino, estaba siendo atacado por un león.
“Ramón se vistió y salió. Cuando yo salgo, bueno… Me encuentro con mi marido bañado en sangre con un león arriba y el vecino José con otro león encima. De esa escena quise irme, llamar a la policía, a la ambulancia, pero cuando giro para mi casa para pedir ayuda, lamentablemente me agarran a mí”, contó María Laura.
En su momento, Ramón había contado al periódico “El Imparcial” de la localidad de San Pedro, que había tomado un machete para defender a Petroni. “Cuando me acerqué me saltó un león y se prendió del brazo, en medio de la oscuridad”. Luego aportó: “En el momento que me estaba masticando el antebrazo lo tomo de la cabeza y me muerde la otra mano. Ahí fue cuando lo solté e intentó morderme la cabeza, lo que logró. En el estado de desesperación pensé que estaba reventándomela, porque sentí que se me corría el cuero cabelludo. En ese instante yo también comencé a gritar, que prendieran fuego para ver si me lo sacaban de encima. Al escucharme, mi mujer salió, tomó un adoquín y se lo tiró al león. Este se quedó quieto, dejó de morderme y me apretó con una pata. Cuando María Laura le arroja una mesa, la fiera muy furiosa se abalanzó sobre ella”.
Un cuarto protagonista del caso fue Adrián Medina. Deambulaba en medio de la noche por el lugar y al escuchar los gritos, intentó ayudar con poco éxito. También atacado, perdiendo un ojo y tres dedos de una mano.
Petroni falleció horas después en el Hospital de San Pedro por las lesiones padecidas. Llovera y su esposa María Laura regresaron tras varias semanas de internación, pero con visibles secuelas. También Medina, que estuvo internado en el Hospital San Martín, de La Plata, con rastros de haber sufrido el ataque leonino.
Desde entonces, primero fue una ordenanza sancionada por el Concejo Deliberante de San Pedro. Luego otras que fueron encadenándose en diversos distritos de la provincia de Buenos Aires y el país, una actitud que tuvo la culminación en las legislaturas provinciales.
Fuente: Con información de La Noticia