
En medio de una mañana gélida en Ingeniero Huergo en el día de ayer, una escena cotidiana reveló la calidez que aún persiste en los vínculos comunitarios que sobreviven a los tiempos modernos.
“Gente de pueblo”, dirían muchos, por ese accionar desinteresado que todavía emociona. Frente a la Escuela Primaria N° 232 “España”, el vecino Néstor Ortiz notó que, a pesar del horario de ingreso escolar modificado por el frío, las puertas del establecimiento ya estaban abiertas.
“Sí, vi el comunicado. Pero muchos padres no lo saben y mandan igual a los chicos. Algunos vienen solos, no quiero que pasen frío afuera. Ya hay uno acá adentro conmigo”, le explicó Eduardo.
“Lo hago por ellos”, agregó con simpleza, dejando en claro que su compromiso va más allá de lo que su tarea exige.
Este tipo de actitudes, aunque no siempre visibles, se repite en distintas escuelas de la región: desde Chichinales hasta Regina. Personal auxiliar, porteros y docentes madrugan y están ahí antes que nadie, abriendo puertas, prendiendo la calefacción, ofreciendo un mate cocido caliente o un gesto de contención. Sin aplausos, sin cámaras, pero con un compromiso enorme.
Lo que a simple vista puede parecer un acto pequeño, en realidad encierra un valor enorme: el de estar atentos, el de comprender que muchas veces los niños llegan solos, sin abrigo suficiente o sin saber que pueden ingresar más tarde. Y ahí están ellos, esperando, con el cuerpo presente y el corazón dispuesto.
La escena de esta mañana, gracias al testimonio de Néstor Ortiz, que FM Puerto, medio local de Chichinales, compartió en redes, refleja el espíritu de muchas personas que trabajan en nuestras escuelas: esos que cuidan, acompañan y entienden que la educación también se construye desde la empatía.
Fuente: Con información de 7enpunto.com