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Marcelo Pascale: el obrero del arte que lleva más de tres décadas generando emociones

Actor, narrador, titiritero y gestor cultural. Desde aquel 18 de marzo de 1988 en que subió por primera vez a un escenario, “El Colo” Pascale no dejó de vincular su vida al arte, defendiendo la profesión y sosteniendo espacios culturales en la ciudad

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Marcelo Pascale ha transitado una vida ligada a diferentes expresiones: el teatro, el cine, los títeres, la narración y la radio. Gestor cultural del espacio Ágora y organizador del festival de títeres por más de 15 años, se define como un obrero del arte. Su recorrido comenzó el 18 de marzo de 1988, cuando se subió por primera vez a un escenario, y desde entonces nunca más se bajó.

Convencido de que la actuación debe ser reconocida como profesión con derechos garantizados, Pascale también es hincha fanático del Rojo y actual presidente de la peña Gabriel Milito.

El camino de la actuación
“Elegí la actuación en parte por mi viejo: en mi niñez se disfrazaba de payaso y juntos animábamos los cumpleaños de mi hermana, era algo que me atrapaba. En las fiestas de fin de año ocurría lo mismo. Entendí que mi vida iba por ahí, por alegrar a las personas. También en la escuela, con un grupo de compañeros, animábamos los actos oficiales. Luego comencé a hacer talleres y a observar cómo la gente se emocionaba con las historias que se interpretaban, que el público se iba distinto a como había entrado al espectáculo”.

Los objetivos del arte
“Siempre fueron los mismos: divertir, emocionar, educar. Lo que cambió fue la forma de hacerlo. Con el paso de los años la pasión también se convirtió en trabajo y lo tomo con la seriedad que merece. Ahora tengo la mirada de gestor y de productor, pero siempre con la misión de que mi arte traspase el alma de las personas”.

Lo que emociona
“El arte tiene que tener sensibilidad. Existen obras muy bien hechas, pero en las que solo se percibe la finalidad de recaudar. En cambio, hay otras producciones quizás más humildes pero que transmiten pasión, trabajo, ensayo y, sobre todo, respeto al público. Eso es fundamental: sea una persona o miles, uno debe subir al escenario y dar lo mejor, porque el espectador invirtió su tiempo, sus ganas y su dinero en lo que vos hacés”.

Su mirada sobre el arte local
“Lamentablemente hay pocos espacios para el desarrollo del arte, y además suelen ser costosos. En Ágora, un centro cultural independiente, por suerte de a poco estamos activando obras de teatro de la región que nos permiten alimentar la cultura zonal. Hoy acceder al Teatro Municipal es caro y no hay otros espacios. Recuerdo que hace unos diez años había alrededor de 15 elencos en actividad; hoy, con suerte, hay 4. Algo no anda bien. En un momento fuimos cuna de artistas y ahora, si no contás con apoyo de provincia o del municipio, se complica bastante. Espacios faltan, artistas sobran”.

Su consumo de arte
“Consumo especialmente teatro y música, sobre todo en el ámbito local. Apoyo a la persona que está haciendo arte. También me atrapó el género literario y por eso decidí embarcarme en las narraciones”.

Su otra pasión
“Independiente de Avellaneda, el Rojo, es mi otra pasión. Un poco relegada por mis actividades artísticas, pero alentando como siempre. También es algo que heredé de mi viejo”.

Actuación, títeres y narración: lo especial de cada una
“La actuación es contarte una historia, es mentirte y que viajes. Es difícil, siendo adulto, emocionarse con algo donde sabés que te están mintiendo, pero ahí está el poder del arte.
En los títeres hay una magia especial. Entra un títere en escena y ya toda la atención está puesta en él. Para los chicos lo que dice un títere es palabra santa, por eso hay que cuidar los textos y el lenguaje, porque absorben todo.
En la narración soy un puente entre las palabras y el público. Solo la palabra, sin trucos, y hay que defenderse únicamente con lo que narrás. Es maravilloso”.

Transitar el camino del arte, conociendo sus atajos y sus dificultades, le permitió a Pascale dar con las emociones y contemplar la magia que trae consigo la experiencia. “El Colo” lleva más de tres décadas sosteniendo su vida a la par del arte, con el objetivo de subsistir y, al mismo tiempo, generar recuerdos gratos en quienes lo escuchan o lo ven en escena. Su historia está atravesada por la familia, los bares, la calle, los amigos y el Rojo, reafirmando que para él actuar no es una elección: es la forma de vivir.

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