
El péndulo político de América Latina está girando hacia la derecha: las elecciones presidenciales más recientes y las que se avecinan demuestran que, con algunas excepciones, la región se está alejando de los populismos de izquierda que gobernaron a principios de este siglo. Las elecciones presidenciales del 19 de octubre en Bolivia son un buen ejemplo. Después de casi dos décadas de gobiernos de izquierda del expresidente Evo Morales y su sucesor Luis Arce —ambos aliados de las dictaduras de Venezuela, Cuba, Rusia e Irán—, el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) recibió una tremenda paliza en la primera vuelta de agosto.
El candidato del partido gobernante obtuvo solo el 3% del voto en la primera ronda, en medio de una grave crisis económica. Hay escasez de alimentos y largas filas para conseguir nafta. Ahora, dos candidatos de derecha o centroderecha —el senador Rodrigo Paz y el expresidente Jorge “Tuto” Quiroga— se disputarán la presidencia en la segunda vuelta electoral. Ambos prometen una ruptura decisiva con el pasado, romper o suspender relaciones con Venezuela, Cuba y Nicaragua, e impulsar reformas de libre mercado. Lo que es igualmente importante, el ganador de las elecciones probablemente tenga una cómoda mayoría en el Congreso.
“El 94% del Congreso (elegido en agosto) viene de filas de gente que estábamos en la oposición”, me dijo el candidato Quiroga en una entrevista. “El MAS, en sus dos vertientes, quedó reducido a 10 parlamentarios: no le alcanza ni para formar un equipo de fútbol”. En otra entrevista, el candidato Paz me señaló que cada vez más gente en Sudamérica entiende que “la ideología no da de comer” y quiere “sentido común y sensatez”. Bolivia no es un ejemplo aislado. A principios de este año, el presidente de centroderecha Daniel Noboa ganó las elecciones en Ecuador, tras las victorias de los candidatos de derecha en la Argentina y en Paraguay en 2023.
La tendencia podría continuar en los próximos meses si, como sugieren las encuestas, gana un candidato de derecha o extrema derecha en la segunda vuelta de Chile en diciembre, y potencialmente en las elecciones de Perú y Colombia a principios de 2026. “En Chile va a ganar un candidato de derecha, y probablemente uno de extrema derecha,” me dijo Marta Lagos, directora de la conocida encuesta regional Latinobarómetro. En Perú, es difícil decirlo con certeza, porque la última vez que revisé había más de 50 candidatos presidenciales para las elecciones de abril de 2026.
Claro, el giro regional hacia la derecha no es uniforme. En Uruguay ganó recientemente un presidente de izquierda moderada. Los dos países más grandes de la región —Brasil y México— tienen gobiernos de centroizquierda; Colombia tiene un presidente izquierdista cada vez más radical, y los dictadores de Venezuela, Cuba y Nicaragua siguen atornillados al poder. Sin embargo, si las encuestas se mantienen, para esta época del año que viene podría haber un bloque de gobiernos de centro y centroderecha en la Argentina, Chile, Paraguay, Bolivia, Perú y Ecuador. Y más adelante quizá se les sumen Colombia y —menos probable, pero no imposible— Brasil.
Sergio Fausto, politólogo que dirige la Fundación Fernando Henrique Cardoso en Brasil, me comentó que existe “una mezcla de sentimiento antioficialista y un movimiento hacia la derecha en toda la región” que podría reflejarse en las elecciones legislativas y estatales de Brasil en 2026. Sin embargo, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva sigue siendo popular y probablemente gane las elecciones presidenciales. “Lula es como una de esas estrellas extinguidas hace mucho tiempo, pero que siguen brillando muchos años después”, me dijo Fausto.
De todos modos, dejar atrás a los populismos que ahuyentan las inversiones puede ser una buena noticia para la región. Muchos fondos de inversión, por ridículo que parezca, ven a América Latina como un bloque homogéneo y evitan acercarse cuando ven focos de inestabilidad. La buena noticia es que hay cada vez más gobiernos responsables, tanto de centroderecha como de centroizquierda, en la región. La mala noticia es que América Latina, como dice el viejo dicho, nunca se pierde la oportunidad de perderse una oportunidad.
Fuente: Por Andrés Oppenheimer (para La Nación)