
El Festival RICO volvió a reunir ayer a nicoleños en la costanera, con sabores, música y alegría que se extendieron pese a la tormenta.
Sin embargo, mientras miles disfrutaban del encuentro, hubo quienes quedaron al margen -no por falta de ganas, sino por falta de condiciones-: personas con discapacidad, trastornos del espectro autista o dificultades motoras que se enfrentaron a un espacio pensado para el disfrute, pero no para la accesibilidad.
El empedrado irregular, la ausencia de zonas seguras para quienes necesitan mayor estabilidad, los ruidos intensos sin sectores de calma, la falta de señalización inclusiva y la escasa información accesible fueron algunos de los obstáculos señalados por familiares y organizaciones que acompañan a personas con distintos grados de discapacidad.
No se trata de un reclamo aislado ni de una crítica destructiva. Al contrario, es un pedido urgente para que el Festival RICO -que ya es parte del calendario cultural de San Nicolás- crezca también en empatía, en accesibilidad y en respeto por la diversidad.
La inclusión no se logra solo con rampas o espacios reservados: implica diseñar experiencias donde nadie tenga que quedarse afuera. Y si el festival quiere ser realmente “rico” en todo sentido, el desafío está ahí: que el año próximo todos los nicoleños, sin excepción, puedan disfrutarlo en igualdad de condiciones.