Si todo sale como el Gobierno prevé, tras esta semana que se inicia perdería algunos argumentos –y hasta excusas– para autojustificarse sobre ciertas limitaciones a la hora de su despareja gestión. La aprobación en Diputados de la ley Bases y el paquete fiscal debería despejar ese camino.
Ante esa perspectiva, el Poder Ejecutivo está abocado a la preparación de una batería de decretos, resoluciones y normas para activar lo más rápidamente posible el nuevo marco legal que emane del Congreso en los próximos días. Así como también a una reorganización de áreas y tareas en la administración central para llevarlas a cabo.
Fuentes oficiales hacen trascender que al frente de esa misión se encuentra María Ibarzábal Murphy, la secretaria de Planeamiento Estratégico Normativo que funciona en la Jefatura de Gabinete. Exfuncionaria en la Procuración del Tesoro durante la presidencia de Mauricio Macri, Ibarzábal Murphy tiene acceso directo al cada vez más influyente Santiago Caputo y se erigió en una suerte de delegada del asesor premium en las negociaciones por las leyes Bases y fiscal.
Ese rol en el trasiego legislativo explica su propósito central por estos días, que es el del resto del Gobierno: que la Cámara de Diputados ratifique su media sanción original y no la de las modificaciones que se introdujeron en el Senado. Si se cumplieran los deseos oficialistas, seguramente las dos leyes aprobadas arrancarán con el capítulo judicial sobre su constitucionalidad, que deberá zanjar la Corte Suprema, cuándo no. Pero esa es otra historia.
La reformulación gubernamental para la nueva etapa que pretende iniciar conlleva definiciones más que interesantes, respecto a roles, atribuciones y quiénes las ejecutarán. El morbo mayor en el periodismo, aunque también en el propio Gobierno y en el círculo rojo, es cómo zanjará esa reestructuración las intrigas ya instaladas entre el ministro de Economía, Luis ‘Toto’ Caputo, y el futuro ministro desregulador Federico Sturzenegger.
Producto del despido de Nicolás Posse y el ascenso de Guillermo Francos hace casi un mes, la Jefatura de Gabinete encaró un proceso de descentralización de labores. Entre ellas, el manejo de las empresas y entes públicos (privatizables, concesionables o no). Esa responsabilidad iba a pasar inicialmente a ser de Sturzenegger, el cerebro de la desregulación de Javier Milei después de que la candidata para la que preparó esa política perdió en primera vuelta. Sí, Patricia Bullrich.
Sturzenegger y Caputo vienen de viejos entuertos. El expresidente del Banco Central de Macri le endilga al actual jefe del Palacio de Hacienda haber sido activo partícipe de su furiosa eyección de aquel mandato. Pese a que en público y ante Milei sostienen que dieron vuelta esa página de la historia, en privado los recelos mutuos perduran.
Como prueba, estas últimas semanas desde Economía han surgido varias versiones sobre el malestar del ministro con la aparente decisión de que las empresas públicas dependan de Sturzenegger y no de él. Las razones, según esos rumores, exceden los egos. Caputo asegura que al futuro ministro desregulador le falta “muñeca”. Y que encima, tendrá que ser él mismo quien tenga que poner la firma a los desembolsos del Tesoro para sostener los déficits de esas compañías, como acaba de hacer con la liberación de $ 50 mil millones para Aerolíneas.
Casualmente, en medio de esta tensión, un economista muy cercano a Sturzenegger e integrante del consejo asesor económico presidencial planteó que Caputo era un “ministro de transición”. La declaración fue leída en el ministerio como una devolución de gentilezas en modo serrucho.
Con el fin de desterrar semejante nerviosismo, el propio Milei debió salir a aclarar en otro ameno reportaje que Caputo y Sturzenegger iban a poder convivir en el Gabinete. Fue ecuménico con ambos: ratificó que Sturzenegger será ministro y que “nadie le puede tocar el culo a Caputo”.
Habrá que creerle al Presidente y no dejarse llevar por anécdotas de pasillo. Después de sucesivas postergaciones, el jueves último, después del acto por la Bandera en Rosario, Milei iba a reunirse con Sturzenegger en la Casa Rosada para definir sus nuevas funciones. El encuentro se volvió a frustrar, esta vez por una supuesta indisposición que le causaron dos medialunas al jefe de Estado. Dos medialunas, según voceros oficiales. Luego sí se recuperó para asistir al cónclave con cuatro gobernadores y su jefe de Gabinete. Un milagro de los antiácidos, que fue celebrado en Economía. Fruslerías de palacio.
El futuro reordenamiento administrativo podría despejar además otra de las incógnitas, encima de la cual se posan cantidad de ojos e intereses: quién y cómo se va a manejar la Agencia Federal de Inteligencia. Está definido que vuelva a depender de Presidencia en vez de Jefatura de Gabinete. Pero en la práctica reportará no a Milei, sino a su hermana Karina y al cada vez más omnipresente asesor Caputo, quien colocó al frente del organismo de espionaje a su amigo Sergio Neiffert, un técnico mecánico que hizo carrera política con Jesús Cariglino, exintendente peronista de Malvinas Argentinas devenido PRO.
El Gobierno debe definir si la AFI se mantiene tal como está o la divide en áreas de inteligencia interior y exterior. Esa decisión tiene muy pendiente, por ejemplo, a Bullrich. De su ministerio depende la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal, que coordina la tarea que al respecto desarrollan las cuatro fuerzas de seguridad y el Servicio Penitenciario. La ministra se queja de que nadie la consultó sobre ese proyecto oficial.
Mientras, el joven asesor Caputo, además de colocar a su amigo Neiffert al frente del espionaje, instaló allí también como segunda en la escala jerárquica a la abogada María Laura Gnas. La flamante “Señora 8”, según la jerga, tiene ciertos antecedentes en el rubro durante la era macrista y se la vincula al dirigente radical Enrique ‘Coti’ Nosiglia y al servicial Antonio ‘Jaime’ Stiuso. Nada nuevo bajo el sol cloacal.
Para potenciar seguramente la labor de inteligencia, Santiago Caputo da rienda suelta a los gastos reservados de la AFI, de los que no hay que rendir cuenta y cuyo presupuesto más que se duplicó en lo que va de la gestión libertaria. Funcionarios que recelan del peso de Caputo afirman que parte de esos fondos se dirigen a financiar, entre otros destinos, al robusto ejército de trolls libertarios.
Y pronostican que esa discrecionalidad podría multiplicarse ante la posible incorporación de nuevos “fierros” para espiar, con la suma de inteligencia artificial al anunciado y publicitado combate contra el cibercrimen. Cuántas novedades tranquilizadoras.
Fuente: Por Javier Calvo (Perfil)