
El 16 de septiembre de 2024 quedó marcado en la memoria de San Nicolás. Esa noche, Rodrigo Rial, de 20 años, y Brisa Romero, de 24, circulaban en moto por calle Chacabuco, en su intersección con avenida Viale, cuando impactaron contra un camión conducido por Pablo Alejandro Nozzi. Las imágenes de una cámara de seguridad mostraron con claridad que el camión cruzó con el semáforo en rojo, mientras la moto avanzaba con paso habilitado. El impacto les costó la vida a ambos jóvenes.
A más de un año de aquella tragedia, la familia sigue viviendo con el mismo dolor y la misma convicción. “Nosotros seguimos como el primer día, destrozados, pero firmes buscando justicia”, dice Vanesa, la madre de Rodrigo. Con marchas y una lucha constante, los familiares lograron visibilizar irregularidades en la investigación inicial y presionar para que la causa avance, buscando material de prueba por sus propios medios. Hoy, según les informaron, el juicio oral podría tener fecha en los primeros meses de 2026.
Mientras la familia de las víctimas dedica su vida a mantener viva la búsqueda de justicia, el acusado intenta distintas estrategias legales para retrasar la causa. “El asesino quiere seguir evadiendo su responsabilidad pidiendo cosas insólitas. Ya se hicieron pericias tres veces porque no se llega a los resultados que quieren los peritos de él”, relata Vanesa.
Las pericias accidentológicas miden, entre otras cosas, la altura del semáforo, los tiempos de cambio de luces y las dimensiones de la senda peatonal. Sin embargo, la defensa de Nozzi pidió reiteradamente nuevos estudios e incluso intenta instalar la teoría de un supuesto problema en el semáforo. También solicitó que se retiraran los videos de las cámaras de seguridad aportadas por vecinos, alegando adulteraciones. “Ya se comprobó que no. Se lo rechazaron. Son videos reales de lo que pasó”, subraya la madre de Rodrigo.
Para Vanesa, estas maniobras tienen un único objetivo: “embarrar la cancha. A pesar de que continuamente intenta hacerlo con lo que pide, lo que hizo es injustificable. Dios está de nuestro lado y no permite que se salga con la suya”, expresa.
El fiscal Patricio Múgica Díaz lleva adelante la investigación, y la familia confía en su accionar. “Creo que se está encargando muy bien de la causa, no se ha detenido nunca. Siempre se está pidiendo una cosa u otra. Tengo muchísima fe”, afirma Vanesa.
Lo que más indigna a la familia es que, mientras espera el juicio, Nozzi continúa conduciendo vehículos de gran porte. “Él sigue manejando como si nada, sigue su vida normal. La Municipalidad lo ve como un accidente y le permitió renovar su licencia sin problemas. La bronca y la indignación cuando fue a renovar el carnet fue total”, recuerda Vanesa.
Para ella, la falta de arrepentimiento del imputado agrava la herida. “Es una persona nefasta. Jamás tuvo un sentimiento de arrepentimiento por lo que hizo. Es un asesino con todas las letras”, dispara con contundencia.
Pese a la angustia, Vanesa se aferra a la fe y a la convicción de que la verdad saldrá a la luz. “Sabemos que si caemos, ¿quién va a lograr esto? Estoy segura de que va a haber justicia”, dice, con la voz firme de quien carga el dolor más profundo, pero también la fuerza de una madre que no piensa rendirse.
Rodrigo era hijo, padre, hermano y amigo. Tenía una hija pequeña y muchos proyectos por delante. Brisa era su compañera, su amor y su motor. Hoy, más de un año después, ambos son el símbolo de una lucha que no cesa, sostenida por el amor de dos familias que no se resignan al olvido y esperan que el próximo año, en un tribunal, finalmente se pronuncie la palabra que aguardan: justicia.