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Altísimos niveles de agroquímicos en arroyos que desembocan en el Paraná

En entrevista con “Es por acá”, el médico e investigador Damián Verzeñassi alertó sobre la grave contaminación detectada en afluentes del Paraná y advirtió que el agua potable no elimina estos químicos

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Un estudio científico reciente reveló que arroyos entrerrianos que desembocan en el río Paraná presentan concentraciones muy elevadas de agroquímicos, como glifosato, atrazina y cipermetrina. Los resultados fueron presentados en Rosario por un equipo de la Universidad Nacional del Litoral, y según Damián Verzeñassi, médico y director del Instituto de Salud Socioambiental de la UNR, se trata de los niveles más altos registrados en América Latina y los segundos a nivel mundial.

En la entrevista con el programa “Es por acá”, Verzeñassi explicó que el hallazgo expone las consecuencias del modelo agroindustrial vigente: “Estos químicos llegan al río y luego al agua que tomamos, pero las plantas potabilizadoras no pueden eliminarlos por completo, porque no están diseñadas para retener contaminantes químicos, sino solo microorganismos”, advirtió.

Estos residuos tóxicos provienen de zonas de producción intensiva de cultivos transgénicos, donde se aplican grandes volúmenes de agroquímicos. Las lluvias arrastran estos compuestos hacia arroyos y canales, que luego desembocan en el Paraná, transportando sustancias peligrosas aguas abajo, hasta ciudades como San Nicolás.

Además, el especialista señaló que la exposición a estas sustancias se asocia a enfermedades como cáncer, patologías autoinmunes y alteraciones hormonales, ya que actúan como disruptores endocrinos. “No es una hipótesis. Está demostrado científicamente”, afirmó.

Verzeñassi también remarcó que Argentina permite el uso de más de 120 productos prohibidos en otros países por su impacto en la salud, y que las dosis utilizadas en el país son muy superiores a las toleradas, por ejemplo, en Europa. Mientras en Alemania se limita el uso de glifosato a 250 gramos por hectárea, en nuestro país se aplican entre 12 y 14 kilos por hectárea.

Frente a este escenario, propuso avanzar hacia un modelo de producción agroecológica y recordó que hay países que ya lo están implementando. “Así como hace décadas se impulsó la producción transgénica, hoy hacen falta políticas públicas que estimulen alternativas más saludables y sostenibles”, explicó.

También subrayó que la participación ciudadana es clave: “Lo que no se exige, no se transforma”. Según Verzeñassi, es necesario que las comunidades se organicen y que las universidades se pongan al servicio del bien común, no de las corporaciones.

El mensaje resuena con fuerza en San Nicolás, donde los reclamos por el cuidado del Paraná, los efectos de los agrotóxicos y la necesidad de controles reales sobre el agua potable forman parte de una lucha sostenida por vecinas y vecinos desde hace años.

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