
El oficialismo terminó de cerrar su jugada para convertirse en primera minoría de Diputados, un movimiento que fue ratificado durante la jura de los nuevos legisladores. La maniobra libertaria se apoyó en la absorción de aliados y el debilitamiento del peronismo, un proceso que impactó de lleno en el PRO, donde varios referentes vieron cómo el bloque amarillo perdía volumen. Ese reacomodamiento aceleró también la consolidación de nuevas fuerzas vinculadas a gobernadores, interesados en negociar con más margen cuando llegue la discusión fina del Presupuesto.
El foco inmediato está puesto en cómo se ordenarán las autoridades de la Cámara. Pese a las especulaciones, en el oficialismo descontaban la continuidad de Martín Menem al frente del cuerpo. Nadie quiso abrir un frente innecesario con Karina Milei, que en este último tramo reforzó su peso interno. Según coinciden voces parlamentarias, tampoco habría cambios drásticos en la vicepresidencia primera, que suele quedar en manos del espacio más numeroso de la oposición, hoy concentrado en un debilitado Unión por la Patria.
Las tensiones aparecen más nítidas en el reparto de las otras vicepresidencias y, sobre todo, en las comisiones. Las terceras fuerzas miran con atención cualquier acuerdo tácito entre la LLA y el kirchnerismo para gestionar casilleros estratégicos. Por debajo de esa disputa asoma el eje central: cómo se configurarán las comisiones más influyentes, en especial Presupuesto y Hacienda, que el oficialismo busca mantener completamente bajo control.
En la pulseada anterior se había impuesto un criterio que generó ruido. Algunos sectores, entre ellos el peronismo y el PRO, lograron que se asignaran asientos según la cantidad de integrantes de cada bloque, dejando de lado alianzas más amplias. Esta vez, la discusión se orienta a reconocer el peso de los interbloques, lo que explica por qué crecieron las negociaciones para convertirse en tercera minoría. Detrás de esa pelea hay cuentas, recelos y futuras promesas de sillas.
El peronismo exhibe una crisis que venía de arrastre pero que la derrota electoral profundizó sin anestesia. La figura de Cristina Fernández de Kirchner, hoy con prisión domiciliaria y envuelta en la mayor exposición del caso Cuadernos, perdió capacidad de ordenamiento. En el corazón del kirchnerismo, especialmente en la provincia de Buenos Aires, se abrió una interna feroz que dejó al descubierto la pérdida de autoridad y la desconexión con algunos mandatarios provinciales.
La fractura se trasladó al bloque de UxP, que además de perder bancas, padeció el quiebre de vínculos con gobernadores. La salida de los diputados que responden al catamarqueño Raúl Jalil fue la pieza clave que permitió a la LLA arrebatarle a UxP el lugar de primera minoría. El ruido no termina ahí. Hay ojos puestos sobre un legislador puntano y también sobre algunos representantes pampeanos que evalúan futuros movimientos. Al mismo tiempo, se distancia el respaldo territorial de figuras como Carlos Rovira en Misiones y Gerardo Zamora en Santiago del Estero, que juega con doble tablero.
Desde la Rosada incentivaron ese desgranamiento. La operación fue vital para conseguir volumen propio en Diputados, aunque tendrá costo cuando se abra la negociación del Presupuesto, pues ahora cada apoyo tendrá precio, y los mandatarios provinciales ya dejaron claro que no se quedarán con las manos vacías. La última incorporación clave fue la del diputado Francisco Morchio, quien terminó de completar el número que necesitaba el oficialismo. El entrerriano Rogelio Frigerio tuvo un rol central en esa movida. La idea inicial de armar un interbloque con los amarillos de Cristian Ritondo quedó desactivada.
Con ese escenario, el PRO volvió a conversar con la UCR para intentar un interbloque que les permita reposicionarse. El radicalismo, una vez más, se dividió. Un sector ligado a gobernadores como el mendocino y el chaqueño se acerca al oficialismo, mientras otro grupo se orienta hacia Provincias Unidas. En paralelo, Ritondo armó con los legisladores del MID, la UCR y los sanjuaninos que responden a Marcelo Orrego, con la expectativa de sumar 24 diputados.
Mientras tanto, los mandatarios provinciales ganaron un protagonismo inesperado. El Gobierno decidió negociar el Presupuesto mano a mano con ellos, un gesto que potencia su influencia pero también evidencia los límites de sus fuerzas individuales. Ese recorte alimentó la construcción de dos nuevos interbloques que ya se sienten en el tablero legislativo.
Uno es Provincias Unidas, donde confluyen figuras como Maximiliano Pullaro, Miguel Ángel Pichetto, Martín Llaryora, Ignacio Torres y Carlos Sadir, además de aportes radicales porteños. Todavía resta saber qué harán los representantes de Corrientes y Santa Cruz, y cuál será el rol final de la Coalición Cívica.
El otro espacio que se perfila es País Federal, que tomó forma tras el salto de tres de los cuatro diputados peronistas catamarqueños, un golpe directo al corazón del PJ. El armado lo empujan el salteño Gustavo Sáenz, el tucumano Osvaldo Jaldo y el misionero Hugo Passalacqua. No se descarta que más adelante se sumen legisladores por fuera del peronismo. El gran interrogante es si Gerardo Zamora aportará nombres de su tropa.
El capítulo que se abre ahora en Diputados será la discusión del Presupuesto 2026, un escenario donde cada voto cotizará alto y donde los gobernadores, fortalecidos por este reacomodamiento, buscarán convertir su peso territorial en recursos concretos.
Fuente: Con información de Data Clave



