
Probablemente Bahía Blanca nunca volverá a ser la misma. Pasó un mes desde aquella madrugada en la que el cielo se desplomó sobre la ciudad y la vida cotidiana se quebró en un instante. En apenas cuatro horas, el 7 de marzo pasado, cayeron más de 300 milímetros de agua. Si, la mitad de lo que llueve en todo un año, llovió en tan solo 4 horas. Las lluvias torrenciales e inéditas para la región, provocaron un desastre sin precedentes: calles convertidas en ríos, casas inundadas, puentes destruídos, autos arrasados por la corriente y comercios devastados.
El saldo fue dramático, 17 personas fallecidas, entre ellas la niña Pilar Becker, de 9 años, cuyo cuerpo fue hallado recién en las últimas horas, más de 300.000 personas afectadas y 1.400 evacuados que debieron abandonar sus hogares con lo poco que pudieron rescatar.
Pero en medio del dolor, Bahía Blanca también mostró su otra cara: la de la empatía, la solidaridad y la unión. A medida que las imágenes del desastre recorrían el país, desde todos los rincones comenzaron a multiplicarse las muestras de apoyo. Clubes, parroquias, organizaciones sociales, sindicatos, medios de comunicación y vecinos de a pie, se organizaron en campañas solidarias para asistir a los damnificados.
No importó la distancia. Desde pueblos cercanos hasta ciudades a miles de kilómetros de distancia, la ayuda se hizo presente. Hubo shows a beneficio, colectas espontáneas, ferias solidarias, rifas, actividades deportivas y hasta caravanas de camiones repletos de donaciones que partieron desde distintos puntos del país con un solo objetivo: tender una mano a quienes lo habían perdido todo.
En tiempos donde el individualismo y la indiferencia parecen imponerse, la tragedia de Bahía Blanca encendió una luz de esperanza: la certeza de que la solidaridad sigue viva y late con fuerza en el corazón de los argentinos.
El plan de reconstrucción: Una ciudad en movimiento
Desde el primer momento, el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires desplegó un operativo integral de emergencia para atender las necesidades más urgentes y poner en marcha un ambicioso plan de reconstrucción.
La inversión total anunciada asciende a $273.000 millones y abarca múltiples áreas. El Ministerio de Infraestructura y Servicios Públicos se encuentra llevando adelante obras clave por $192.000 millones, que incluyen la reconstrucción del canal Maldonado (uno de los más afectados por el temporal), la reparación de puentes y un plan de infraestructura urbana que busca prevenir futuras inundaciones. Además, se creó un fondo especial de $75.000 millones destinado a obras de corto y mediano plazo.
En el área de Salud, se invirtieron $22.000 millones para reparar y poner en funcionamiento en su totalidad al Hospital Penna, emblema de la salud pública bahiense y escenario de una de las postales más conmovedoras de la tragedia: un grupo de enfermeras que, desafiando el agua y el caos, logró rescatar y poner a salvo a bebés recién nacidos.
Asimismo, se desplegaron más de 200 agentes sanitarios, ambulancias, medicamentos y equipos especializados en salud mental para acompañar a las víctimas de la catástrofe.
Por su parte, el Ministerio de Desarrollo de la Comunidad implementó subsidios directos para familias damnificadas, asistencia alimentaria, entrega de materiales y programas de contención social.
Memoria, dolor y esperanza
A un mes del temporal, Bahía Blanca sigue llorando a sus muertos. El hallazgo reciente del cuerpo de Pilar Becker, de tan solo 9 años, reavivó el dolor de una ciudad que todavía intenta comprender la magnitud de lo vivido.
Pero también es tiempo de reconocer la otra cara de la historia: la de los gestos anónimos, la de las manos tendidas, la de los que ayudaron sin preguntar.
Porque cuando todo parecía perdido, cuando las calles quedaron desiertas y el agua lo arrasó todo, fue la solidaridad la que iluminó el camino de regreso. La que demostró, una vez más, que en los momentos más oscuros siempre hay una luz. Y esa luz, en Bahía Blanca, nació de su gente.
Fuente: Con información de Código Baires