Pese al espléndido papelón de la estafa institucional, los pregoneros de la Revolución Libertaria consideran que el primer año de la Civilización Milei fue exitoso. Para Javier, El Panelista de Intratables, protagonista clave del Fenómeno, el suyo ya es el “mejor gobierno de la historia”.
Acabó con la antigualla de la inflación, puso punto final a los piquetes, planchó el dólar, se cotizó como amigo fraternal de Trump y el ajuste bestial tampoco evitó que se mantenga en la altura positiva de la popularidad. Infortunadamente el paraíso se enturbia por la imagen destartalada que brinda el desencuentro entre el Panelista y la señora vicepresidenta Victoria Villarruel, La Cayetana.
La Cayetana representa otra vertiente tradicional de la . Una pasión proclive a las desmesuras gestuales del nacionalismo que se conmueve en circuito cerrado con las apelaciones malvineras del heroísmo.
Pero dista de ser oportuno entrar hoy en conflicto con la clave del Fenómeno que mantiene la hegemonía de la centralidad y se encuentra blindado por la solvencia transitoria de la suerte.
La Cayetana lo sospecha y trata de rebajar la intensidad del conflicto, aunque en el origen del pecado conserve cuotas de razón.
Fue cruelmente humillada entre los incondicionales de su feligresía.
Los que supieron siempre que acompañaba al referente imprevisible que funcionaba motorizado por las emociones fuertes y las agresivas ingeniosidades fronterizas, en efecto, con la locura.
Promesas de estudiante
Consta que Milei anunciaba públicamente que los juguetes de la Seguridad y la Defensa iban a ser manejados por su compañera de fórmula.
Sostenía, en la cruzada:
“Vicky no va a estar solo para tocar la campanita o animar los debates del Senado”.
Pero los juguetes, después del Pacto de Acassuso, fueron para el entretenimiento de la señora Patricia Bullrich, La Montonera del Bien.
Las anteriores, en definitiva, habían sido promesas de estudiante. Irresponsablemente desparramadas en la impunidad de los templos mediáticos de la política, cuando el objetivo presidencial tenía todavía la magnitud ilusoria de la utopía.
Raptos morales para animar la espesa monotonía de una campaña aferrada mecánicamente al ensayo frágil de cotejar las ideas que ni aparecían.
Palabras al viento que sin embargo adquirieron repentino músculo real cuando el Fenómeno se descubrió situado en la playa del ballotage.
Mientras tanto el delirio paulatinamente se alejaba y la fábula de la presidencia podría concretarse de verdad.
Desde la playa del ballotage
Quedaba solo con Sergio, El Profesional, en la playa del ballotage.
Javier y Sergio ya habían expulsado a Patricia de la campaña.
Estaban a mano. Compromiso cumplido. Otra vez en cero.
Con perversidad acabaron con la entelequia de Juntos para el cambio.
Los radicales de Facundo Manes, Cisura de Rolando, no volverían a mezclarse con los arrebatos de la Cultura PRO.
Nunca más se iba a ver a ningún otro radical con un traje excelentemente cortado y la camisa abierta, con zapatillas blancas y sin cordones.
Histórico domingo. Cuando Milei, de pronto, no le debía más nada a Massa.
Desde la misma noche podía definir la parábola espectacular que iba a convertirlo en el tema de tesis doctoral para los aventureros que aspiran a recrear la estética de la ciencia política.
Asociarse con Mauricio, El Ángel Exterminador.
Para consignar el complot del Pacto de Acassuso contra el peronismo que había inventado a Milei solo para disolverlo al Ángel. Y lo había financiado, en plácidas cuotas mensuales.
Contra el peronismo que le había cuidado a Milei, incluso, hasta los votos en las (inútiles) PASO.
Desbordaba entonces de legitimidad para darse el placer de generar el impacto que iba a galvanizar a la derecha y marcar las claves fundacionales de la Civilización Milei.
Para concluir, en efecto, con el objetivo superior.
La depilación total de la Cultura PRO.
Sinfonía desreguladora
La Civilización Milei supo captar para su identidad la música barroca de Federico Sturzenegger, El Bailarín Compadrito.
Es el autor fundamental de la Sinfonía Desreguladora que reproduce el concierto que deslumbra en el sublime universo capitalista.
Y que provoca, aparte, la insana tentación de plagio de Elon Musk, el próximo desregulador de Trump.
Pero El Bailarín Compadrito ni siquiera debía actualizar las carpetas que tenía prolijamente elaboradas para la aplicación de Patricia.
Estadista vocacional que quiso ser presidenta. Para conformarse, después de Acassuso, como ministra sustancial de Milei.
Para avanzar contra el Ángel y atragantarse, como libertaria ortodoxa, con los juguetes redituables de la Seguridad.
A lo sumo, el Bailarín Compadrito debía arrancar la primera página y modificar la carátula.
Para colocar después la pila de carpetas al servicio de Milei.
Conductor inapelable de la Civilización Milei que ejecuta el permanente concierto de la Sinfonía Desreguladora.
Sin -al cierre del despacho- atreverse aún a cantarla.
Fuente: Por Jorge Asís (para La Capital)