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El costo humano de la hiperproductividad

Ansiedad, deshumanización y cómo reencauzar el trabajo hacia la dignidad

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La cultura de la hiperproductividad se nos presenta como una promesa de progreso. Trabajamos más horas, vivimos hiperconectados, optimizamos rutinas. El riesgo es que el rendimiento pase a ser el fin y la persona quede reducida a un medio.

En la consulta clínica, los relatos se repiten bajo distintas formas: “no puedo dormir”, “la cabeza no para”, “me duele todo”, “me siento muy cansado y cuando llego a casa solo quiero descansar”. La ansiedad gana terreno; el trabajo, concebido para darnos sentido y sustento, se transforma en un centro de tensión.

La cadena causal puede describirse así: primero aparecen metas crecientes y medición constante; luego, más tareas en menos tiempo y disponibilidad 24/7 a través de chats y correos. Después llega la pérdida de control (menor autonomía, ausencia de tiempos personales) y el miedo a quedar afuera del sistema. El resultado es una activación ansiosa sostenida con hipervigilancia, rumiación, pánico, insomnio y somatizaciones. La persona comienza a verse a sí misma como un “recurso” y el trabajo pierde sentido.

Desde la clínica, los cuadros se expresan con ansiedad, cefaleas tensionales, colon irritable, dolor miofascial, burnout (agotamiento, despersonalización, caída del rendimiento). En escenarios más graves puede observarse la llamada injuria moral, que implica sufrir al tener que actuar contra los propios valores: producir más aun cuando se compromete la calidad del cuidado o la ética profesional. Lo descrito hasta aquí no es un problema individual; es un diseño del trabajo que enferma.

Una posible salida es pensar en la sustentabilidad de la productividad, que para lograrse necesita apoyarse en la dignidad. Esto supone cuidar el ritmo humano: limitar el contacto fuera de horario, implementar pausas activas reales durante la jornada, negociar metas alcanzables. Estas medidas protegen la salud de los trabajadores y, a la vez, mejoran los resultados, porque la autonomía suele fortalecer el compromiso. También el reconocimiento al esfuerzo y la creación de espacios de expresión reducen la ansiedad.

La medicina del trabajo propone un método sencillo: observar demandas y recursos. Si las demandas superan de forma crónica a los recursos, el sistema se agota. A la vez, existen responsabilidades del trabajador: cuidar el sueño, entrenar la atención, educar la respiración y pedir ayuda a tiempo.

Claves prácticas para empresas y equipos

  • Límites claros: respeto por los tiempos de descanso y derecho a la desconexión.

  • Autonomía real: metas definidas por resultados, con libertad en el método.

  • Ritmo humano: pausas activas y reuniones breves con objetivos claros.

  • Reconocimiento justo: valorar procesos y cooperación, no solo números.

  • Foro de palabra: instancias periódicas para revisar cargas, conflictos y el sentido del trabajo.

Fuente: Por el Dr. Bernardo Javier Marinatti, especialista en Medicina del Trabajo

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