
“Florencia es chef y pastelera desde hace más de diez años. Yo trabajaba en Rosario y ella en el Hotel Colonial, de manera virtual. Pero llegó la pandemia y todo se cortó de golpe. Un día nos miramos y dijimos: ‘¿por qué no salimos a vender postres?’”, recuerda Gimena. Inspiradas en lo que veían en redes de otras ciudades, juntaron apenas 4.800 pesos, compraron envases y se lanzaron con sus primeras creaciones: chocotorta, tiramisú, chajá y torta oreo.
El comienzo no fue sencillo. “Pasábamos horas mirándonos las caras porque no vendíamos nada. A veces terminábamos comiéndonos nosotras los postres”, confiesa entre risas. El punto de partida fue la cocina del departamento de Florencia, con una máquina que sus padres le habían regalado cuando recién empezaba en la pastelería. Todo era casero, artesanal, hecho con las manos y el corazón.
La historia de Flor de Tentaciones no puede contarse sin hablar de la familia Moraga. “Somos muy familieras. Nuestra mamá fue siempre nuestra primera fan. Nos incentivaba, trabajó un tiempo con nosotras y fue nuestro sostén. Tenemos recuerdos hermosos con ella”, cuenta Gimena con emoción.
Cuando las ventas empezaron a crecer, el departamento en el que comenzaron ya no alcanzaba. Entonces, los padres ofrecieron su propio garaje para que construyeran allí la pastelería. Pero el destino las puso a prueba: poco después falleció su mamá. “Teníamos dos opciones: tirarnos a llorar o hacer algo. A los pocos días nos pusimos a trabajar. El apoyo de la gente fue increíble y sentimos que nos mantenía de pie. Fue más que un emprendimiento económico, fue una forma de sostenernos en lo emocional”.
La fe también jugó un papel central. “Somos creyentes. Nos aferramos a la fe y mi papá fue quien nos mantuvo fuertes. Nuestra mamá nos enseñó paciencia, responsabilidad y constancia, y eso es lo que seguimos aplicando en el negocio”.
Al principio, Florencia y Gimena hacían todo juntas. Con el tiempo, cada una fue encontrando su rol. “Hoy Flor es la encargada de la producción y la mente creadora de los productos. Yo me ocupo de la administración, redes y atención al público”, explica Gimena. Esta división de tareas fue clave para profesionalizar la pastelería y seguir creciendo.
El vínculo familiar no estuvo exento de tensiones. “Trabajar con hermanos no es fácil. Pero la diferencia con trabajar con amigos es que, aunque nos peleemos, después el domingo nos sentamos todos juntos a comer. Además, mi hijo Juan Pedro es el puente constante entre nosotras”, dice Gimena.
Una marca con rostro humano
En tiempos en que las redes sociales son vidriera, Flor de Tentaciones encontró en Instagram un aliado fundamental. Gimena es la responsable de manejar el contenido digital. “Al principio solo mostraba a Florencia, pero dependía mucho de sus tiempos. Cuando empecé a aparecer yo, me sentí más libre. Humanicé la marca sin buscarlo. La constancia fue la clave: todos los días subir algo, mostrar productos, historias, momentos. Eso nos permitió crecer”.
El resultado se ve en la respuesta del público. Los clientes ya tienen sus favoritos: tiramisú, cheesecake, key lime pie y budines son los productos estrella. Pero más allá del sabor, lo que conquista es el calor humano que transmiten.
Después de consolidarse en Maipú, el local comenzó a quedar chico. Llegó entonces el traslado al centro, con sentimientos encontrados entre los clientes: algunos lamentaron la mudanza, otros celebraron el progreso. Hoy, Gimena y Florencia se encuentran en plena remodelación de lo que será su próxima meta cumplida: abrir su propia cafetería con pastelería en un espacio amplio y soñado.
“Siempre dijimos que era nuestro gran sueño. Nos capacitamos, trabajamos mucho y logramos comprar toda la maquinaria de café, que es carísima. Ahora ya estamos a punto de hacerlo realidad”, cuenta Gimena, entusiasmada.
Un mensaje para los que sueñan
Con la experiencia de haber transformado la adversidad en oportunidad, Gimena tiene claro el consejo para quienes buscan emprender: “Mucha paciencia y mucho amor al tiempo. No se ve rápido el cambio. La clave está en persistir, no bajar los brazos a la primera. Nosotras nunca pensamos en la plata, eso vino después. Lo importante fue poner el corazón”.
La historia de Flor de Tentaciones es la de dos hermanas que, en plena pandemia, supieron convertir la incertidumbre en un proyecto de vida. Hoy, mientras realizan remodelaciones en el local para abrir su cafetería, siguen soñando en grande. Porque, como dice Gimena, “el emprendedor nunca se queda quieto, siempre está pensando en un paso más”.