Leonel Ríos conserva la cordialidad de sus tiempos de jugador de fútbol. “Toti” debutó como profesional en 2001 y durante 20 años supo conocer tanto las buenas como las malas en esta profesión que él define como apasionante. Fue una de las figuras jóvenes del Independiente campeón del Tolo Gallego y después de un paso por Europa volvió a la Argentina para sumar experiencias en distintas categorías. Hoy, alejado del profesionalismo, apuesta por un emprendimiento muy diferente: tiene locales de venta de hamburguesas, esas que promociona el mismísimo Emiliano “Dibu” Martínez.
“La pasión me la trasladó mi papá, que fue jugador profesional de Boca en la época de Juan Carlos ‘Toto’ Lorenzo. Le tocó debutar por una huelga en 1975 pero no pudo sobresalir porque ese equipo estaba plagado de monstruos. Mi viejo, que se llama Gerardo, después jugó en Platense, Los Andes, All Boys y Manta de Ecuador. Recuerdo que todos los martes jugábamos partidos de baby de sus amigos contra los míos. Yo lo miraba mucho en el vestuario, cuando se ponía las vendas y se vestía de jugador. Fue un referente”, contó el exfutbolista.
Su papá, justamente, protagonizó una anécdota que hasta el día de hoy resulta impactante: “Él estaba entrenando con la primera de Boca y nosotros vivíamos en Rafael Calzada. Como llovía, ese día salió con un paraguas hacia La Candela. En ese momento cayó un rayo, la centella salió disparada hacia la punta del paraguas y lo voló de vuelta para adentro de la casa. Mi viejo perdió el conocimiento y un amigo le empezó a dar piñas en el pecho hasta que lo revivió. Tuvo que hacer una recuperación de tres meses porque había perdido el habla y no podía caminar. Boca lo rehabilitó y volvió a jugar. Fue un milagro”.
Toti Ríos cumplió el sueño de su familia de debutar en la primera de Independiente y al año siguiente salir campeón con el Rojo: “El Tolo Gallego agarró en la parte final de un pésimo torneo que tuvimos. Yo estaba medio cagado porque era muy serio para trabajar, pero cuando lo empezás a conocer te das cuenta de que es un personaje, un fenómeno de persona. A mí me dio confianza y me fue claro cuando me dijo que en mi posición su prioridad era Lucas Pusineri”.
“Como Racing venía de salir campeón en 2001 a nosotros no nos quedaba otra que ganar el torneo. En la cancha de River ganamos el clásico en un partido increíble y eso nos motivó a salir campeones. En ese partido pude hacer un gol luego de un centro de Pablo ‘Cholo’ Guiñazú. El Tolo me pedía que siempre llegue al área. En los últimos partidos nos caímos físicamente y Boca se nos empezó a acercar. Encima ese plantel de Oscar Tabáre era un equipazo que sabía jugar finales. Me acuerdo que nos ganó Banfield en la cancha de Vélez y todo se nos empezó a complicar. Cuando recibimos a Boca, teníamos en claro de que el empate nos servía porque cerrábamos de visitante contra San Lorenzo. Si Boca nos ganaba, era posible jugar un partido desempate, pero íbamos a llegar con el ánimo por el piso. Boca nos empezó ganando con un gol de Guillermo Barros Schelotto y, afortunadamente, Pusineri metió la cabeza y pudimos empatar. A San Lorenzo le pudimos ganar en un partido que para nosotros era de vida o muerte y poder ser campeón es algo inexplicable”, destacó.
Sobre lo que significó ese momento, profundizó: “Se me vinieron a la cabeza los tres trenes que me tomaba para ir al entrenamiento, el sacrificio de mis viejos para pagarme los boletos para viajar, el esfuerzo de mi padrino y mis tíos. Los partidos de pibe en el Fogón de Mármol y Alumni de Turdera. Pensá que hay jugadores que son cracks y que no pudieron salir campeones. Me hubiera gustado seguir en Independiente pero le dimos el poder a gente que no obró de la mejor manera. Yo era muy pibe y había cosas que no entendía. Si me agarraban maduro todo hubiera sido diferente. Me fui a jugar al Almería de la segunda división de España y me costó mucho porque me sentía solo”.
¿Te costó sobrevivir en el mundo Independiente?
Logré debutar a mis 18 años en la primera de Independiente y no fue fácil mantenerme porque, al ser un grande, van trayendo muchos jugadores. Cuando sos pibe y te empiezan a conocer es muy difícil lograr tener los pies sobre la tierra. Por suerte mi papá había jugado al fútbol y me aconsejó para no cometer errores.
¿De chico sabías que iba a jugar al fútbol?
Nunca tuve dudas de que iba a ser jugador de fútbol porque siempre estuve cerca de mi viejo cuando jugaba o dirigía a un equipo. Su vida como jugador fue más complicada porque a su generación todo le costó el doble. Nosotros si teníamos un buen campeonato, podíamos ser contratados para jugar en otro país y dar un salto en lo económico. Mi papá me lo marcaba para que fuera ordenado y no la pasara mal cuando llegara el momento del retiro. Me decía ‘cuidá la plata y comprá ladrillos’.
¿Qué significo en tu formación Pablo Vico?
El Flaco fue como un segundo padre para mí. Vico me dirigió en el baby fútbol y cuando él cambiaba de equipo me llevaba a mí. El Flaco era muy amigo de mi papá y como éramos del mismo barrio venía a mi casa a tomar mate con nosotros. Me acuerdo de que, cuando me sacaba del equipo, lo puteaba bastante. Cuando se fue a vivir a la cancha de Brown de Adrogué a mí no me sorprendió, porque siempre fue un tipo sencillo.
¿Te sorprendió llegar a primera?
Venía pidiendo pista porque estaba jugando bien. Estaba entrenando con la Reserva cuando el técnico era Néstor Clausen. Como el equipo de primera no estaba funcionando bien, Osvaldo Piazza estaba buscando variantes. En alguna de esas charlas Clausen le dijo que yo le podía dar juego como volante por la derecha y Piazza me subió a Primera. Estaban Oscar Passet, Daniel Garnero, Esteban Cambiasso, Bruno Marioni y el capitán, Gabriel Milito. Pero lo loco es que ya en las primeras prácticas me ponía en el equipo titular y eso me rompió la cabeza. Me emocioné cuando dio el equipo y estaba entre los titulares. me dije ‘La p…, el domingo me toca’. Debuté contra Lanús en Avellaneda, ganamos 2-1 y pude meter un gol.
¿Cómo fue tu relación con Andrés Ducatenzeiler?
Fue un gran personaje que formaba parte de la dirigencia de Independiente. A diferencia de Daniel Grinbank, “Duca” siempre estaba muy cerca del plantel y nos incentivaba con los premios cuando venía algún clásico. Fue el clásico dirigente que bajó de la tribuna y terminó en la dirigencia. Antes no era común y ahora pasa en muchos clubes.
¿En Arsenal se sentía la banca de Julio Grondona?
Los jugadores sabíamos que estábamos en el equipo del jefe, pero en las decisiones arbitrales nos beneficiaron y perjudicaron. Cuando regresé a la Argentina empecé a extrañar a la gente de Independiente que te alentaba o te puteaba. Arsenal estaba muy ordenado pero me faltaba el ruido de la Doble Visera.
¿La pasaste bien en el fútbol italiano?
El Genoa me cedió al Reggina y me encantó vivir en el sur de Italia. la gente era tan apasionada con el fútbol que los mismos hinchas me pasaban a buscar y me llevaban al entrenamiento o a comer por ahí. Jugamos en San Siro contra el Inter de Javier Zanetti y Hernán Crespo y contra el Milan de Ronaldinho. Estuve cerca de jugar en la Lazio, pero como me tenía que recuperar de una lesión de la rodilla, el técnico no podía esperarme. Me dieron la oportunidad de probarme en el centro deportivo, les gustó como anduve en la práctica de fútbol pero no les convenció el ritmo que tenía.
¿Central te dejo una marca?
La experiencia en Rosario Central fue hermosa. A pesar de que solo estuve un año, es un club al que quiero mucho porque me trataron muy bien. Tengo una hermana que viajaba a Rosario para verme y se terminó haciendo hincha de Central. Yo les decía a mis compañeros que no había excusas porque si el Gigante colmado no te motiva, no te conmovía nada en la vida. Jugué con un pibito que se llamaba Ángel Di María, que era muy tranquilo pero divertido. Nos tocó jugar contra Boca en la Bombonera y Angelito lo volvió loco a Hugo Ibarra. Solo había que darle la pelota al pibe y después te hacía una bicicleta y enganchaba para los dos lados. Era imposible de agarrar.
¿Descender es lo peor que tiene el fútbol?
Fue difícil porque en Olimpo jugué cinco partidos y me lesioné la pierna izquierda en la cancha de All Boys. Necesité ocho meses para recuperarme y me perdí el resto del campeonato. Intenté ayudar desde afuera, pero no fue lo mismo porque Olimpo me contrató para jugar. Nos metían un gol y el equipo se caía, y a medida que el campeonato avanzaba todo empeoraba. Es lo peor, pero tenés que estar preparado porque te puede pasar.
¿Te imaginaste tener a Martín Palermo de técnico?
Palermo hacía sus primeras armas en Godoy Cruz y me sorprendió que captó rápidamente lo que él quería de un equipo de fútbol. Yo estaba en el equipo cuando el técnico era Omar “Turco” Asad y Palermo a esa base le sumó jugadores en puestos puntuales. No lo conocía personalmente y, como a tantos otros técnicos, uno nunca se los hubiera imaginado dirigiendo a un equipo. Se ve que venía estudiando dirección técnica hace mucho tiempo porque se la está tomando con seriedad.
¿Cómo le fuiste poniendo el punto final a tu carrera?
Estaba jugando en Brown de Adrogué con Pablo Vico como técnico y me fui a jugar a San Clemente del Tuyú. En las inferiores de Independiente conocí a un arquero que se llama Damian Comas y él estaba a cargo del club El Porvenir: armó un equipo con jugadores de la categoría 1982 de Independiente y me convocó para intentar ascender al Torneo Federal. Era como un equipo de amigos donde también estaba Jorge Chiquilito, que había jugado de nueve en Defensores de Belgrano, más los chicos que trabajaban en los camiones de basura. Los rivales me pegaban y me buscaban siempre a mí, pero la pase muy bien. Llegamos a semifinales y nos eliminó Circulo Deportivo Nicanor Otamendi, que luego me contrató. También jugué en el Bolívar de Marcelo Tinelli y en la B metropolitana para Fénix. Solo me faltó jugar en la C y la D. Los chicos me decían ‘¡Hay que tener ganas de seguir jugando en estos torneos,eh!’, y yo les explicaba que para mí el fútbol es mi vida.
¿Cómo apareciste en el mundo de las hamburguesas?
Es un emprendimiento que tenemos con Daniel “Rolfi” Montenegro y otro socio. Me ayuda a tener la cabeza ocupada porque el destrato y la inestabilidad del fútbol no me deja tranquilo. Me gustaría estar más cerca de los chicos que del profesionalismo puro. Ahora recorro los locales que tenemos de Mostaza y espero todos los días la promoción de Dibu Martinez, que le sale bárbaro.
Fuente: Con información de TN