El sesgo más conservador de la ciudad no está en lo que emerge de sus tradiciones ni en su conformación social, sino en lo que no se atreve a manifestarse. En lo que siempre ha callado y mediante todos los ardides intenta tapar o relegarlo al olvido. Muchos se jactan de sabihondos de la historia nicoleña, pero pocos son los que tienen la amplitud para poder abordar los hechos y referenciarlos con la memoria popular. Y menos aún son los que se toman el trabajo de rastrear más allá de los libros que tienen en las puntas de las narices.
Podemos decir sin temor a equivocarnos que, los partidos políticos nicoleños han menospreciado su propia historia. Se trata de instituciones que se encargan de borrar todas las huellas del pasado; y lo que es peor aún, no se reconocen como hijos del devenir histórico de la ciudad. Sólo tienen la “costumbre” de venerar a sus figuras ilustres de corte nacional, pero pocos son los que se preocupan en recordar a los dirigentes locales.
Corría el año 1892 cuando Gabino Ezeiza se alzó con un pozo de la lotería. Por consejo de los hermanos Podestá el payador Gabino decidió adquirir la carpa del circo “Pabellón Argentino”. A partir de ese momento comenzó a andar los caminos del interior bonaerense.
De él escribió Francisco Pi y Suñer: “Fue el trovador de la pampa. En aquellos tiempos de escasísima población en que la Argentina vivía la vida de los pueblos pastores, fue el bardo errante y vagabundo que iba con su guitarra de rancho en rancho y de pulpería en pulpería, glosando los acontecimientos más notables, recordando los altos hechos de los hombres ilustres, llevando a todas partes las palpitaciones del alma nacional. Hijo del pueblo y entre el pueblo criado, se identificaba con el paisano, con el hombre del pueblo y en forma poética y solemne le cantaba sus cuitas y sus alegrías, sus esperanzas y sus anhelos”.
En el año 1893 es recibido por el público nicoleño. Durante mucho tiempo estuvo instalado en la calle Once de Septiembre (actual Francia), entre Lavalle y “del Puerto” (León Guruciaga), en la acera izquierda. Y es en este momento que conoció a Petrona Peñaloza, biznieta del caudillo Vicente Ángel Peñaloza, con la que inició un romance que terminaría en el altar. Pero nuestro payador antes debió afrontar vicisitudes ligadas a su militancia radical y su adhesión a la revolución santafesina de 1893.
Cuentan los memoriosos nicoleños que estando el “Pabellón Argentino” de gira por Santa Fe, Gabino tomó contacto con el doctor Ricardo Caballero, destacado caudillo radical.
El dirigente le pidió que se pusiera al servicio de sus correligionarios de Santa Fe, que estaban a punto de hacer estallar una revolución contra la intervención federal que gobernaba la provincia.
Obediente al mandato, Ezeiza, que por entonces tenía establecido un circo en la ciudad de Paraná, se trasladó con su troupe y su carpa. De acuerdo con los convenido, una de sus misiones era dar el “santo y seña” –cuando se los ordenasen- para que comenzara la insurrección. Y así, el sábado 23 de septiembre de 1893, en ocasión de anunciar la puesta en escena de “Los óleos del chico”, se repartieron volantes por toda la ciudad diciendo: “Debut – Llegó la hora – Sábado 23 – Debut”. Y la revolución comenzó.
Ante el fracaso de los cantones radicales, el payador terminó detenido en los pontones del Río de la Plata junto a Hipólito Yrigoyen y Leandro N. Alem. Pero su circo “Pabellón Argentino” fue incendiado por los partidarios del “régimen” junto a su legendaria guitarra. Con la libertad llegó nuevamente a nuestra ciudad a cumplir los designios del amor y contrajo enlace con su amor: Petrona.
En octubre de 1894 llega el momento de la gran payada con Pablo J. Vázquez en Pergamino, uno de los sucesos capitales, por así decir, en la biografía del negro cantor y en la misma historia payadoresca, donde aquella justa sigue resonando con acentos poco. menos que legendarios, por la calidad de sus contendientes y por su duración, que fue de dos noches, el 13 y el 14 de octubre en el teatro Florida de Pergamino. El jurado que actuó en esa oportunidad dictaminó que debía reputarse como vencedor a Gabino, según acta suscripta el 28 de noviembre de ese año.
El Pago de los Arroyos lo volvió a recibir en la campaña electoral de 1916 en la localidad de Conesa cuando con su guitarra y junto a Yrigoyen protagonizaron un acto partidario “sin entrar a San Nicolás que estaba lleno de lomos negros” –conservadores- y podía peligrar la vida del candidato presidencial.
El 12 de octubre, cuando el pueblo tiraba del carruaje del primer mandatario popular de los argentinos, Gabino cerraba sus ojos en una casona del barrio de Floresta, sin poder llegar a la Casa Rosada a darle un abrazo a su correligionario.
Hasta 1940 en el Boulevard Ituzaingó (hoy Avenida Alberdi) y San Martín se levantó un almacén que con su nombre le rindió homenaje a Gabino Ezeiza, “El payador argentino”; El negro cantor había dejado una huella en el Pago de los Arroyos.