Historias

Gustavo Cerati, Amor Amarillo y la historia de un romance hecho música en Chile

En noviembre de 1993, hace 30 años, y con Soda Setreo aún en pie, Cerati se aventuró a publicar un primer trabajo solista. Era la respuesta a un momento personal marcado por la paternidad y la vida en Santiago. Un momento de escape, una inquietud personal por encontrar un lugar propio. Acá, Cecilia Amenábar, Zeta Bosio y el biógrafo Juan Morris recuerdan esos días.

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Acaso fue la humedad del caribe o la embriaguez propia del amor fluyendo por los cuerpos. Pero durante una noche en Caracas, Gustavo Cerati y su entonces pareja, la chilena Cecilia Amenábar, comenzaron un juego de palabras. Y ahí salió una frase casi cacofónica, “yo te llevo, tú me llevas”. Un disparador creativo, que a la manera de Spinetta, después se volvió una canción. Fue el origen de Te llevo para que me lleves.

“Me acuerdo que esa salió de un paseo que hicimos a una feria de diversiones cerca de Caracas”, recuerda Cecilia Amenábar a Culto. “Y antes de subir a la rueda mágica empezamos a cantar cosas sin sentido, a caminar abrazados con un estilo caribeño, como borrachos de amor. De la burla mutua de cómo pronunciamos la ‘LL’ los chilenos y los argentinos salió esa frase llena de ‘LL’. Nos matábamos de la risa todo el dia. Gustavo era una persona extremadamente graciosa y yo tengo lo mio también”.

Cecilia había conocido a Cerati en 1988, cuando era una escolar y logró colarse a una conferencia de prensa de Soda Stereo en el Hotel Sheraton. Gustavo no le sacó los ojos de encima. Cada vez que él venía al país, tenían breves encuentros. La chispa del romance se había disparado, pero la distancia era insalvable. Solo a fines de 1992 pudieron pasar más tiempo juntos. Tras gestionar el permiso de la madre, Gustavo la invitó a sumarse a la gira latinoamericana de Dynamo, el incomprendido y ruidoso álbum en que el trío incursionó a fondo en el rock alternativo.

La gira pasó por Venezuela en febrero de 1993. Ahí tuvieron unos días libres antes de seguir hasta México. “Era la primera vez que pasábamos con Gustavo tanto tiempo juntos, las 24 horas del día”, recuerda Cecilia. En una salida a la playa, Cerati encontró un ámbar que contenía un mosquito adentro, petrificado como precio por la eternidad. Le llamó la atención y se lo guardó. Era un amuleto y algo más. El amarillo pasó a ser el color de la relación. “En Venezuela nos tomamos unos días para ir a Los Roques, unas playas con manglares, muy wild todo -cuenta Amenábar-. Ahí encontramos el ámbar. Cada uno tenía su collar hippie playero con la piedra colgando. Ese fue como un símbolo de nuestra unión”.

La escapada a la playa no era casual. “Gustavo estaba extenuado. Especialmente después de la gira de Canción animal (1990), con la que Soda Stereo había recorrido Latinoamérica durante dos años con un gran despliegue. Su padre había muerto hacía poco. Sus últimas relaciones amorosas habían terminado de forma tumultuosa”, explica Juan Morris, biógrafo del músico.

Tras apenas cuatro meses, la gira de Dynamo llegó a su fin en marzo de 1993. Cerati no daba más. “Tras la grabación de Dynamo lo último que quería Gustavo era salir otra vez de gira -agrega Morris-. Su forma de evadirse fue invitarla a Cecilia Amenábar e intentó convertir el tour en unas vacaciones, pero la rutina fue insoportable para él y después de unos shows en Ciudad de México, aunque tenían fechas cerradas en Estados Unidos, no aguantó más y se fue a Chile con Cecilia. Fue casi una huida”.

En viaje hacia la redención

En abril, Gustavo se enteró del embarazo de Cecilia. Fue otro motivo que lo impulsó a cambiar a Buenos Aires, y la presión de Soda Stereo, por la intimidad de la nueva vida familiar en Santiago. De una vida a otra vida. “Gustavo necesitaba crear un espacio por fuera del grupo -apunta Morris-. Estaba cansado de vivir entre aviones, micros, hoteles y escenarios. Tenía ganas de formar una familia, tener hijos…de tener una vida un poco más normal. Y en Chile, con Cecilia encontró todo eso”.

Así, lo que parecía una breve escapada de asueto se transformó en una larga temporada. Como no deseaba estar ocioso, Gustavo se las arregló para meter al avión un par de guitarras, bajos, equipos de audio, una MPC Drum Pad y hasta le pidió a un amigo que le pasara algunos discos compactos. “Él se trajo varias cosas desde Buenos Aires a mi departamento de la calle El Bosque ¡hasta la consola de grabación! por suerte era el último de 3 pisos y abajo era oficina, así que desde las 6 de la tarde ya se podía meter ruido”, recuerda Cecilia. Además se casaron. El matrimonio religioso fue en la Iglesia Los Misioneros de Pedro de Valdivia Norte, y el civil, en la antigua sede del registro Civil de Las Condes en Isidora Goyenechea (la foto principal de esta nota es de aquel día).

Mientras Cecilia gestaba a su primer hijo (al que llamaron Benito), Gustavo se encontró concibiendo un disco. Instaló todos sus equipos en el living y comenzó a trabajar en riffs, secuencias de acordes, letras, lo que viniera. No necesitó mucha inspiración. De hecho, no pensó mucho. Él mismo lo reconoció en la entrevista que concedió meses después a FM 100 de Argentina. “Surgió casi impulsivamente, no había una idea preconcebida. Ni siquiera yo pensaba en hacer un disco solista creo que dos meses antes, simplemente surgió de un estado especial”.

En esos días en Santiago brotó el material que dio forma al álbum Amor Amarillo. Una incursión creativa personal, más que un deseo formal de establecerse como solista. Pese a todo, aún tenía a Soda Stereo y romper la maquinaria no era algo simple: el grupo recién había acabado su contrato discográfico con Sony Music para pasar a las filas de BMG, y quedaban algunos flancos por resolver.

Cuando se le pregunta a Zeta Bosio, su excompañero de banda, si aquel paso de Cerati lo sorprendió, reflexiona: “Un poco sí, un poco no -dice a Culto-. Tenía que ver con todo ese proceso que había vivido en Chile, más introspectivo y de crecimiento personal, sacándose la presión de ser parte de Soda que era algo que ocupaba mucho tiempo de nuestras vidas”.

Zeta acota que no era la primera vez que Cerati desarrollaba alguna actividad por fuera de Soda. Ya lo había hecho entre 1991 y 1992 en las sesiones junto a Daniel Melero, plasmadas en el álbum Colores Santos. Por ello comprendió lo que significaba Amor Amarillo para él. “Me explicaba que necesitaba tener ese espacio solo. Sacar una música donde no tuviera la presión de un disco de Soda y pudiese sentirse libre de hacer lo que quisiese. Era algo que necesitaba, lo hacía con otros proyectos todo el tiempo. Entonces, de alguna forma no me sorprendió mucho”.

Mientras, en Santiago, Gustavo se permitía vivir esa otra vida que buscaba. “Jugó a ser otro, a tener otra vida: viajaba en metro por Santiago sin que la gente lo molestara, se hizo amigo de los amigos de Cecilia, empezó a escuchar música nueva, armó un grupo de música electrónica. Fue como vivir dentro de una burbuja, a salvo de Soda Stereo y todo lo que había generado”, apunta Juan Morris.

En el día trabajaba en las canciones. Le dio forma a temas inspirados en los días de vacaciones junto a Cecilia, como Te llevo para que me llevesLisa y la canción Amor Amarillo, con su guitarra arpegiada emulando a Beacause de The Beatles. “Cuerpos de luz/corriendo en pleno cielo/cristales de amor amarillo”, cantaba en la letra. También extendió su interés en la electrónica. Allí está Pulsar, uno de los temas claves del álbum, cuya letra parece más introspectiva. “En viaje hacia la redención, la luz no deja de pulsar/creo en el amor porque nunca estoy satisfecho”.

“El disco en general habla de un viaje hacia la luz, cascadas de claridad, de astros, pulsares, quarzos y leyes divinas -explica Cecilia Amenábar-. Esa frase ‘rasgando las tinieblas’ (de Te llevo para que me lleves) es muy clara: rompo todo para dejar entrar un rayo de sol en mi vida. De una vida a otra vida”.

Como lo hizo en otros momentos, Gustavo solía mostrar bosquejos de canciones a sus parejas para obtener algún feedback. En Amor Amarillo no fue la excepción. “Yo estaba aún en la universidad así que durante el día no estaba mucho -rememora Cecilia-. A la tarde volvía, me mostraba un poco lo que había armado y yo metía la cuchara un poco. Como ya estaba embarazada me venía el cansancio temprano y a la noche Gus usaba auriculares para no despertarme. Venían amigos, era divertido”.

Mas aún, según Cecilia la idea original de Gustavo era incluirla de lleno en material que creaba en el living. “Él quería que yo participara en todo, que tocara de todo, que fuera casi disco a medias. Pero yo estaba con lo mío y no sabía tocar bien ningún instrumento. Sabía que se me venia la maternidad y eso cortó un poco el envión y mi tiempo libre para dedicárselo a la musica”. Aún así, Cecilia grabó coros y tocó el bajo en la balada A Merced y cantó en Te llevo para que me lleves. De hecho, luciendo un avanzado embarazo, participó en el videoclip de la canción dirigido por Pablo Fischerman y Daniel Bohm.

Sumando manos

Con buena parte del material avanzado, Cerati decidió viajar a Buenos Aires para terminar el álbum en Supersónico, el estudio que Soda Stereo se había levantado en Belgrano. Al principio la idea era replicar lo que había hecho en Santiago en calidad HiFi e incluso hasta pensó en armarse una banda para reproducirlo. Pero se dio cuenta que prefería el sonido de fibra casera e íntima que había logrado. “Dejé prácticamente todo lo que tenía que ver con el demo, o sea que el disco mantiene para mí ese espíritu”, explicó en la misma entrevista ya citada.

Tenía el espíritu, pero le faltaban algunas manos. Entonces, Gustavo tomó el teléfono y convocó viejos conocidos; a Tweety González, el tecladista de directo de Soda Stereo, lo incorporó como consultor de audio. Y a Zeta Bosio lo llamó para trabajar de coproductor. Además, grabó pistas de bajo y teclado en algunas de las canciones.

La convocatoria a Zeta no era casual. “Me pareció muy lindo que me invitara a participar -recuerda-. Nosotros ya veníamos trabajando juntos desde la época de Doble Vida, que si bien lo produjo Carlos Alomar, en la etapa de la mezcla con Gustavo armamos una sociedad a la hora de producir, que se repitió en los discos que vinieron, en Canción AnimalDynamo. Me gustó recrear esa dupla que teníamos en el estudio. Los temas ya estaban muy avanzados, él lo había casi definido, pero habían unos puntos donde quería profundizar”.

Por ejemplo, en Supersónico se completó la versión de Bajan, el tema que Luis Alberto Spinetta escribió para el legendario álbum Artaud (1973) de su banda Pescado Rabioso, uno de los favoritos de Cerati. Durante un tiempo él deseó hacer un cover del “Flaco” y en este proceso más íntimo pudo concretarlo. “Fue algo que hicimos en el estudio. Esa no estaba del todo hecha pero estaba en la idea de Gustavo hacer esta versión de Spinetta”, cuenta Zeta.

“La presencia de Zeta fue siempre una tranquilidad para Gustavo -explica Morris-. Desde el comienzo de Soda era su aliado en el estudio y las canciones terminaban de cobrar forma cuando las trabajaban juntos: se entendían de memoria. Convocarlo, además, fue un intento de cicatrizar la grieta que había abierto su ida a Chile, que había dejado a Soda Stereo en stand by, a su espera”.

En esos días en Buenos Aires se completaron otras canciones, como Te llevo para que me lleves. Ahí fue donde Cecilia grabó sus partes cantadas. “Yo me fui unos días para allá y (Gustavo) me pidió si podía cantar un pedacito en esa parte. Lo hice medio a la rápida antes de irme al aeropuerto. No me gustaba mucho el cómo esa melodía le quedaba a mi voz, pero él mandaba ahí jejeje. Así que lo hice y le propuse cantar al final de A Merced que me quedaba mejor. Ahí me dejó sola con el micrófono y salió ese coro arrullador”. Hasta hoy mantiene su interés en la música. Está ”terminando mi disco de New Age”, dice.

Pero en la camaradería del estudio, había tiempo para otras inquietudes. Zeta recuerda una anécdota. “Un grupo de la gente de Supersónico estábamos dejando de fumar cigrarrillos, porque fumábamos mucho. Y lo invitamos a Gustavo a participar. Él nos dijo que no, que ya había empezado el disco y no podía hacerlo. Yo dejé de fumar por casi 20 años a partir de ese día. Fue un disco que hice sin fumar, una experiencia media rara porque en el momento de la grabación era cuando más se fumaba”.

Amor Amarillo se publicó en noviembre de 1993, pocas semanas antes del nacimiento de Benito. Gustavo no estuvo muy interesado en hacer promoción y solo hizo un show, en abril de 1994, para la estación radial FM 100. Ahí lo acompañaron Zeta Bosio y Flavio Etcheto. Interpretaron siete temas del disco, además de una versión de Entre caníbales, de Soda Stereo. “Me pareció fantástico tener esa tocada en vivo -apunta Zeta-. Hicimos unas versiones de Soda muy lindas en un formato que tenía que ver con un Unplugged, sin baterista, trabajando una MPC. Fue muy bueno haberlo hecho”.

Zeta valora el contenido musical del álbum. “El disco en su totalidad es un disco impecable que resiste el paso del tiempo. Tiene mucha experimentación, mucho viaje sonoro. Me parece que es un disco para escucharlo muchas veces y se redescubre cada vez que uno lo escucha. Es una de las obras que más me gusta de Gustavo”.

Según Juan Morris, aquel disco fue un paso importante, pero que se acotó a una necesidad específica. “Aunque lo grabó y lo editó, Amor Amarillo fue un tanteo, una exploración casi privada. Y un registro completamente novedoso para él. Fue un espacio a salvo de Soda Stereo en el que Gustavo comenzó a incubar su carrera solista. Con Colores santos ya había probado que la combustión creativa que tenía con Zeta y Charly podía tenerla con otros músicos”.

Fuente: Con información de La Tercera

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