Historias

Iba a pelear por el título mundial, sintió un dolor y una noticia le cambió la vida: “Una piña más y te morís”

A los 31 años, Juan Leal se preparaba para la pelea más importante de su vida. Pero una pequeña alerta terminó en un estudio médico concluyente y tuvo que decirle adiós al deporte.

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Las venas que están entre la superficie del cerebro y la cubierta externa se rompen y la sangre comienza a acumularse. Los ojos se nublan, el dolor de cabeza es cada vez más intenso. El exboxeador Juan Leal sintió algo de eso mientras ajustaba sus últimos movimientos con un sparring antes de su pelea por el título mundial.

Leal, de 31 años y pupilo del excampeón del mundo Marcelo Domínguez, no sabía qué le ocurría pero sí estaba seguro de que su cuerpo le enviaba un mensaje. Fue al médico y se hizo un tomografía computada, que arrojó parámetros normales. No parecía haber motivo de preocupación.

Mientras que cualquier otro boxeador se hubiera quedado con ese diagnóstico, a Juan Leal no lo convenció esa primera devolución médica. “Te juro que nunca -dice sentado sobre un neumático en el gimnasio de la FAB- había sentido algo similar. Fue un dolor de cabeza pero distinto al que podés tener en el día a día. No identificaba bien qué era. Ni siquiera me daba cuenta en qué parte exacta me dolía. Eso fue lo que me encendió las alarmas”.

“Tengo un amigo que es neurocirujano, Marcelo Orellana, a quien le comenté lo que me había sucedido. Él revisó los resultados de la tomografía y me dijo que estaban normales, pero me recomendó una resonancia magnética para sacarnos las dudas. En ese momento paré de entrenar, corté con todo y me puse como objetivo conseguir turno para hacerme el estudio”, relató.

“Si recibía una piña más, me podía morir”

Leal ya no podía pensar en la pelea por el título, que estaba pactada para el 7 de septiembre en Indonesia. Debido a los reiterados golpes recibidos, una vena de su cabeza había estallado. Un hematoma subdural se alojó en su cerebro y lo puso en el umbral entre la vida y la muerte: se trata de un problema grave, muchas veces letal.

“Cuando logré realizarme la resonancia magnética todo quedó más claro: había sufrido un hematoma subdural, es decir, un derrame cerebral causado por los golpes. Eso me llevó a suspender toda actividad física”, cuenta y lo hace con una sonrisa a pesar de todo. Leal es optimista y agradecido por naturaleza.

Su médico fue lo más directo posible: “En ese momento me dijo literalmente que si recibía una piña más me podía morir. ‘Como amigo no quiero que te pase nada, un golpe más y te podés morir’, me aclaró. No olvido más esa charla. Ese fue el determinante para ponerle punto final a mi carrera”.

El llamado a sus familiares para decirles que se retiraba del boxeo por un hematoma subdural

La pelea por el título mundial se desvaneció de un momento a otro. Juan tuvo un diálogo interno que fue más bien breve porque cayó de inmediato en la cuenta de que no podía jugar con fuego. Llamó a su familia por teléfono y les contó, uno a uno, lo que le había pasado y lo que había resuelto.

“Fue una charla telefónica. Se los conté. Les adelanté que estaba bien, para que no se preocuparan, pero que había tenido un derrame cerebral. Y que mientras cortara con toda actividad física iba a estar bien. Ellos se quedaron tranquilos y se alegraron. El boxeo es un deporte muy duro y cuando uno se sube a un cuadrilátero está arriesgando su salud. Ellos lo sufrían. Fue un alivio para ellos que yo me retirara”, reveló.

“Tuve una gran carrera y la disfruté un montón, pero la salud es lo más importante”

Leal, entonces, se tuvo que retirar con 31 años y una carrera de la que se siente muy orgulloso. Llegó a estar entre los 12 mejores del mundo, fue campeón argentino y latino WBO, y se despidió con una marca de 15-4-1; 4KOs.

“Tuve una gran carrera. La disfruté un montón. Pero la salud es lo más importante y agradezco estar bien. Me mantengo valorando más la vida”, reafirma. “El boxeo me dio grandes satisfacciones. Me formó como persona. Me dio los mejores momentos, amigos, experiencias. Agradezco por todo. De esta vida -aclara la voz- solo nos llevamos las experiencias. Nada más”.

Juan Leal viene de una familia de clase media y se crio en Florencio Varela. Los que lo conocen aseguran que antes de caminar ya había aprendido a tirar piñas. “Comencé en este deporte desde que tengo conciencia. La pasión por el boxeo me la transmitió mi padre, que aunque no compitió nunca, sí practicó el deporte. A los siete años empecé a entrenar. A los 14 me lo tomé seriamente como para competir y a los 16 debuté como amateur. Después vino lo que vino”, detalla.

Por la sangre de Juan Leal pasa el boxeo en su máxima expresión y, aunque ya no podrá volver a pelear, nunca dejará de lado su pasión. “Voy a seguir conectado con el deporte. No me imagino sin el boxeo. En un tiempo tal vez pueda hacer entrenamientos recreativos, algunos movimientos”. Esa ventana le provoca ilusión.

Ya retirado del boxeo, Juan Leal volvió a su viejo trabajo

Juan Leal no se detuvo para lamentarse. Tampoco se pregunta por qué le tocó a él. Todo lo contrario: elige el camino del agradecimiento. “Lo que me sucedió normalmente requiere de urgencia médica, descomprimir, cirugías, secuelas y termina en algo grave. Entonces agradezco estar bien, con vida, saludable a pesar de todo. Valoro cada momento aún más y trato de disfrutar de cada detalle”.

Sus días ahora están lejos de los gimnasios y regresó a su viejo empleo. “Cuando me pasó lo de esta lesión volví a trabajar como mantenimiento de pintura junto a mi padre para tener mi mente ocupada. Al detener toda actividad física, con un giro rotundo en mi vida, me enfoqué en el trabajo”.

Mientras tanto recibió el apoyo del deporte. Mauricio Sulaimán, presidente del Consejo Mundial de Boxeo, uno de los pesos pesados, le mandó un mensaje para acompañarlo en lo que necesite.

A Leal le brillan los ojos cuando habla de estar con vida, como si le hubieran dado una nueva oportunidad. Lanza rayos y centellas con la mirada. “El título más importante que puede tener una persona es la salud. Nuestro cuerpo es el envase que vamos a llevar toda nuestra vida. El boxeo es muy duro. Todo lo que viví lo recuerdo y lo disfruto, pero vivo más en el presente. No me quiero perder ni siquiera un día”.

Fuente: Por Jonathan Wiktor para TN

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