Opinión

La grieta en el cine: mucho ruido y poco debate

banner-noticia
banner-noticia

Desde que Jorge Lanata acuñó el término en los Martín Fierro de 2013, “la grieta” se volvió una muletilla política y mediática. Una explicación fácil, una entelequia a la que se le atribuyen todos los males de la Argentina como si fuera tan real como Bugs Bunny o el monstruo del Lago Ness.

En el fondo, hablar de “la grieta” suele ser una forma de evitar responsabilidades: es más cómodo culpar a esa abstracción que analizar causas y consecuencias concretas.

En las últimas semanas, dos episodios pusieron bajo la lupa si esa grieta realmente existe en el mundo audiovisual o si no es más que ruido amplificado por los medios.

El primero fue la reacción de actores y de la Asociación Argentina de Actores frente a la condena firme de Cristina Fernández de Kirchner. Allí aparecieron figuras como Pablo Echarri, Dady Brieva o Rita Cortese, militando con la convicción de quienes mezclan su rol profesional con su identificación política.

El segundo, las declaraciones de Guillermo Francella sobre cierto cine “premiado pero alejado del público”. Sus palabras, simples y opinables, desataron una tormenta de reproches -con Echarri otra vez al frente- que terminaron por ensalzar a Homo Argentum, el film que protagoniza, y reforzar su éxito de taquilla.

Ambos casos revelan un patrón: se interroga a unos pocos nombres sobre temas no vinculados a su trabajo y luego se amplifica su respuesta hasta el paroxismo. Así se construye un ring imaginario donde Francella y Echarri encarnarían polos irreconciliables. Lo cierto es que la realidad del cine argentino demuestra lo contrario: artistas de posiciones políticas enfrentadas comparten proyectos, éxitos y premios sin que nadie pida credenciales partidarias en un rodaje. Relatos salvajes unió a Darío Grandinetti y Oscar Martínez; El robo del siglo juntó a Francella con Diego Peretti; y Florencia Peña trabajó durante años en dupla con Francella sin que sus afinidades ideológicas importaran en la pantalla.

El ruido no surge del cine, sino de la forma en que los medios lo presentan. Una declaración de un actor o actriz sobre política tiene el mismo peso que la de cualquier ciudadano en la verdulería.

El problema aparece cuando se le asigna una autoridad que no corresponde, y se convierte una opinión personal en un estandarte de lucha. Allí entra en juego la falacia de autoridad: porque alguien es exitoso en la actuación no significa que su análisis político sea más válido que el del vecino.

Detrás de este espectáculo de discursos cruzados queda opacada la discusión relevante: el estado real de la industria cultural argentina. Se sabe hace años que el INCAA funciona con ineficiencias, que los subsidios no cubren más que una fracción de los costos de producción y que muchas veces el apoyo estatal apenas alcanza para sostener salarios. También que las reglas de rodaje, por exigencias sindicales, pueden trabar más de lo que facilitan. Son debates de fondo, incómodos, que requieren diagnóstico y reformas, pero suelen quedar escondidos detrás del griterío de las polémicas mediáticas.

La llamada “grieta del espectáculo” es, en última instancia, un producto más del negocio de la indignación. Aumenta rating, llena minutos de aire, alimenta interacciones en redes sociales. Se instala la idea de que Echarri y Francella no podrían ni cruzarse en un pasillo sin trenzarse a golpes, cuando lo más probable es que se saluden con cortesía profesional. El público, en tanto, tiene otras prioridades: pagar una entrada y recibir una película que emocione, entretenga o lo haga pensar.

En definitiva, bajo la superficie del ruido, la grieta en el cine argentino no existe. Existen sí artistas con visiones políticas distintas, como existen en cualquier ámbito de la sociedad. Pero lo que define a una obra, a un elenco o a un director no es el voto ni la ideología, sino la capacidad de contar historias con talento y honestidad. Y en eso, afortunadamente, todavía hay consenso.

banner-noticia

Artículos Relacionados

Volver al botón superior
×