“¡No quiero que vengas!”, grita Alberto Ángel Fernández a través del teléfono. Un amigo de toda la vida (de la muchachada que compartía eternos asados en el quincho de la Residencia Presidencial de Olivos) le pedía ir a visitarlo al departamento de Puerto Madero para acompañarlo. Los canales de televisión se hacían eco de la inminente denuncia por violencia de género por parte de Fabiola Andrea Yañez, luego de la revelación de Claudio Savoia en Clarín, y que causaba impacto nacional por el hecho de ser un Presidente de la Nación apuntado por su ex pareja durante su mandato y convivencia de 2019 a 2023. Fernández quedó muy solo luego de abandonar la primera magistratura. Su pelea absoluta con el cristinismo y la tensión con Sergio Massa (ministro de Economía y candidato presidencial en la última elección) lo remitió a un núcleo muy estrecho. Terminó peleado con su vocero multipropósito Juan Pablo Biondi y con su secretaria de 30 años, María Cantero, cuyos chats se han convertido en un explosivo cuya onda expansiva aún no se sabe dónde acabará. Sus colaboradores más estrechos del último tiempo en la gestión, como Juan Manuel Olmos o Santiago Cafiero, le escriben pero Alberto rechaza sus visitas. Y mucho más sus sugerencias políticas y judiciales para surfear la crisis terminal en la que está este peronista porteño que creía que iba a domar a Cristina Elisabet Kirchner e imponer una etapa distinta en el peronismo. Las frases que sueltan sus amigos de las largas sobremesas de la época donde el Albertismo parecía ser una ensoñación, son inquietantes: “Agarrate si Fabiola prende el ventilador”, escribía vía WhatsApp uno de ellos, temeroso de todo lo que pueda destapar la co-habitante de Olivos en tiempos de pandemia. “Está solo y se siente traicionado por todos; tengo miedo, puede llegar a hacer cualquier cosa”, escupe en modo catártico uno de los amigos personales que no lo quieren dejar en soledad en las hoy asfixiantes paredes del departamento de Puerto Madero que pertenece al empresario Pepe Albistur y del que, supuestamente, Alberto solo paga las expensas.
Quienes compartieron días en Olivos con la pareja se preocupan por la suerte del ex Presidente. Amigos de los buenos momentos aseguran haber presenciado discusiones entre Alberto y Fabiola: “Discutían mucho y fuerte: pero jamás vimos ningún hecho de violencia”, se ataja una pareja que solía compartir comidas como noches de fútbol por tevé en la Residencia de Olivos. El entorno que construyó la ex Primera Dama era observado con inquietud por quienes pertenecían al mundo de la política, del que Fabiola no era parte. “Imagínate lo que debe tener ella con 7 años de chats”, se preocupa un exfuncionario que siempre evitó tener que ver con los movimientos de Yañez. En un momento, la Primera Dama tuvo un equipo de prensa y ceremonial que se dedicaba a cumplir con deseos más cercanos a la frivolidad que a actividades sociales o solidarias, como es costumbre en las parejas de los Presidentes. Ese equipo de prensa llegó a trabajar más para evitar el contacto con los medios que para generarlos, pues Yañez miraba con atención publicaciones como GENTE, HOLA! o CARAS. Luego, ese equipo se desmembró y el entorno de la pareja presidencial se conformó con los hombres y mujeres que terminaron retratados en la lamentable y célebre foto de la “fiesta de Olivos”, en un cumpleaños de la Primera Dama en tiempos de encierro para todos. Hoy, el ex Presidente quedó lejos de pensar en dar su veredicto en un libro que, como contó este diario, pensó en titular “Días de conflicto” y que tenía que ver con contar sus disputas políticas con CFK. Hoy, Alberto suelta frases como “no quiero ver a nadie, esto es el final” e inquieta a sus pocos allegados que no quedan bajo el mote de “traidores”. Fernández siente que fue traicionado, como por Roberto Boico, el hoy camarista federal que fuera abogado defensor de Cristina Kirchner y de Oscar Parrilli. Boico determinó, desde la Cámara Federal, la confirmación del juez Julián Ercolini para continuar con el caso contra Alberto Fernández por corrupción en los seguros, rechazando así la recusación del magistrado que impulsó el ex Presidente. Viejas cuitas que arrastra el aún profesor de la UBA con el juez Ercolini, de tiempos universitarios cercanos a Esteban “El Bebe” Righi…
En la lona
La revelación de los chats de la secretaria presidencial María Cantero no solo tiene un costado judicial, sino que puso en crisis a todo el peronismo. En los hechos, Alberto Fernández sigue siendo el presidente del Partido Justicialista Nacional, pues solo ha pedido licencia. Hoy, esa fuerza tiene como autoridades a los cinco vicepresidentes del PJ, pero no eligió reemplazante ya que no hay modo de congeniar una lista de consenso y, mucho menos, ir a una interna que hoy por hoy, sería salvaje. El cristinismo no quiere que Axel Kicillof ocupe ese rol. La pelea de La Cámpora con el gobernador bonaerense es absoluta y solo se mantiene en “stand by” y promete explotar en cualquier momento. El próximo viernes, en La Rioja, el gobernador local Ricardo Quintela prepara un acto que pretende nuclear a todos los sectores partidarios. La crisis que ha generado la denuncia por violencia de género contra el último presidente peronista ha dejado demudado a todo el “movimiento”. Cristina siguió los sucesos desde México, pero mandó a sus leales Mayra Mendoza y Juliana Di Tullio a arremeter contra su ex socio político. Y Sergio Tomás Massa dio su posición a través de un tuit de Malena Galmarini y un comunicado del Frente Renovador, diciendo que “la violencia de género existe y no tiene color político”. El futuro del peronismo asoma complejo y hasta los más perdidos en ese universo creían ver que la alta exposición mediática del locuaz Guillermo Moreno podía ser una opción. La desesperación del peronismo es tal que olvidaron que al violento ex secretario de Comercio Interior le iba a caer una condena de 3 años de prisión y 6 años de inhabilitación para cargos públicos por manipular los índices del INDEC, bajo los delitos de abuso de autoridad, violación de secretos, destrucción de registros y documentos y falsedad ideológica. Peronismo en offside…
Fuente: Por Pablo de León (para Clarín)