
Luisina Campagnaro, geminiana, arrancó a estudiar cosmetología desde su etapa en la escuela secundaria. Viajaba después de clase a Rosario para cursar diferentes capacitaciones sobre estética, un mundo que la fascinó desde el primer momento. Incursionó en distintas áreas profesionales para descubrir cuál era realmente su vocación: estudió Educación Inicial, pero comprendió que no era lo que la movilizaba. El universo de la imagen y el cuidado personal la atrapó desde un costado más íntimo y genuino.
En la actualidad continúa capacitándose en servicios, insumos, instrumentos y modalidades que aporten una mejor salud estética corporal. Además, sostiene su propio consultorio, donde los pacientes se sienten satisfechos con los resultados.
La elección por la cosmetología
“Es difícil explicarlo, me apasiona, de hecho te diría que es la única pasión que tengo en mi vida, hay cosas que me importan demasiado pero no tanto como la profesión que elegí. Desde chica mi mamá iba a la cosmetóloga y la acompañaba cada tanto, las veces que iba me fascinaba todo de ese lugar. Además es un trabajo muy tranquilo, vos podés decidir por dónde llevarlo, la estética tiene muchas ramas y eso te permite también disfrutar de cada género, mi elección está orientada a la rama de lo facial. Otro punto que también me encanta es la conexión o trato que desarrollás con los pacientes”.
El término “paciente” y no “cliente”
“Si bien para el mundo no es considerado una rama de la medicina, trabajo sobre el órgano más extenso del ser humano: la piel. Y son innumerables la cantidad de cuidados que se deben tener. Se elabora una planilla a cada paciente con su historia clínica, sus alergias, no todas las pieles son iguales y mucho menos los estilos de vida lo son e influyen demasiado a la hora de tratar y cuidar a la piel. El término paciente no nace por el trato de una enfermedad sino más bien por un proceso de disciplina, atención, seguimiento y cuidado que tengo para que todo se realice de la mejor forma posible”.
El crecimiento de la profesión
“Hace más o menos diez años que me interioricé en esta actividad y en ese momento para la sociedad era un tema desconocido. Hoy en día todo es más accesible en temas de conocimiento y los pacientes ya vienen con una idea o términos que pertenecen a lo que hago. Anteriormente se pensaba que la cosmetóloga era solo maquillajes y manicuria, ahora es un concepto más abarcativo donde el cuidado de la persona es un factor clave”.
La relación con el paciente
“No hago milagros, todo es parte de un proceso que no solo consta del tiempo que estás en el gabinete siendo atendido. Generalmente los pacientes llegan con la intención de empezar a cuidarse y ahí les explico que ese cuidar va más allá del turno que les doy, realizo un seguimiento de cada paciente, interactúo para saber si sigue correctamente los pasos indicados, además del tratamiento en el gabinete, se deben seguir una serie de indicaciones fuera de ese espacio. Lo recomendable e ideal sería atenderse una vez por mes, pero hay factores que pueden no hacerlo posible como el tiempo o la economía personal”.
El momento para iniciar un tratamiento
“Se pueden hacer tratamientos durante todo el año, la diferencia es la intensidad con la cual se hace. Generalmente los tratamientos más fuertes son en invierno y durante el verano se hacen sesiones de control y más suaves”.
La preparación para la profesión
“En la actualidad la desinformación es un peligro, llegaron pacientes con tratamientos sacados de Internet que incluían por ejemplo la utilización de alimentos que empeoran su piel notablemente. Supongo que cada rubro padece con el desconocimiento pero en este caso es un tema muy serio porque se trata de la salud de una persona. En la ciudad conozco muy buenos profesionales pero son contados con los dedos de la mano”.
La estética no se refleja únicamente en un espejo: es un proceso que se fortalece todos los días de múltiples maneras. Una de ellas es el cuidado de la capa más externa del cuerpo humano, y ahí aparece Luisina, con su claridad sobre cada detalle del bienestar cutáneo. Durante ese camino, no solo ofrece información precisa sobre cómo continuar con los tratamientos, sino también un acompañamiento que atraviesa lo no tangible: calidez, escucha y la transmisión de saberes.
El bienestar, además de un proceso, es una decisión. Y parte de esa decisión es encontrar profesionales a la altura del desafío más importante: recuperar armonía, autoestima e imagen. Lo esencial es invisible a los ojos, pero Luisina ayuda a que los ojos vean mejor y, por ende, a que cada persona también pueda verse mejor.



