
En Belgrano, la familia Mazzoni ya es patrimonio del alma del club. Luna (27) volvió a jugar al hockey tras ser madre, Lucas (27) dirige apasionadamente la Primera y la U21 de básquet y Dante (20) la rompe como base. Unidos por el deporte y un sentido de pertenencia que atraviesa generaciones, Luna habló con GOLAZO, en una nota cargada de ADN belgranense.
Luego de ser mamá de Oliver, su hijo de cuatro años, Luna Mazzoni decidió volver a jugar al hockey en el club que la vio crecer. Y no fue fácil. “Cuando una se convierte en mamá, muchas veces se dedica al 100% a su hijo y, sin darse cuenta, se olvida un poco de sí misma”, confiesa. Su regreso al deporte fue un acto de amor propio y de persistencia. “Hoy puedo decir que estoy logrando volver. Y eso no sería posible sin el apoyo de mi familia”, destaca, dejando en claro que nadie se salva solo.
La sangre roja corre fuerte en los Mazzoni. Dante, el menor, defiende los colores del CB en la Primera de básquet como base con una entrega que emociona. “Tiene una personalidad única. Desde chico se dedicó al básquet con muchísima pasión”, cuenta Luna, con ese orgullo que sólo los hermanos pueden entender. Por su parte, Lucas (la “Liebre”), el mellizo de Luna, encontró su lugar en el banco: es el actual DT de Belgrano en el básquet masculino. “Hoy siento que está haciendo lo que siempre soñó: trabajar en el Club Belgrano. Y eso se nota, porque se lo ve feliz”, dice ella.
Entre los tres, conforman una triada bien belgranense. Pero hay algo más que los une: el origen. “Nuestros viejos (Mariela y Christian) se conocieron en el club. Cada rincón tiene un recuerdo, una emoción. El club estuvo en todos los momentos importantes de nuestras vidas”, dice Luna, que no duda en definir a Belgrano como “nuestra segunda casa y muchas veces, incluso, la primera”.
La vuelta de Luna a la cancha también es un mensaje. No solo para otras mujeres que transitan la maternidad y piensan que no hay vuelta atrás, sino para todo el ambiente deportivo que todavía le cuesta entender que se puede volver. “Estoy haciendo todo lo posible para estar a la altura de lo que este deporte demanda”, asegura. Y lo hace mientras incursiona en el mundo de la psicopedagogía, tarea que también la apasiona. “Desde este lugar puedo acompañar, ayudar, brindar herramientas. Saber que lo que hago deja huella en la vida de otras personas me moviliza muchísimo”, afirma.
Ella no es solo jugadora, hermana o profesional. Es mamá. Y cuando habla de Oliver, la voz se le ablanda. “Es el gran amor de mi vida. Es quien me impulsa todos los días a confiar en mí misma, a seguir adelante”. A su lado, todo esfuerzo vale la pena. Incluso volver a calzarse las canilleras y sentir de nuevo ese cosquilleo de los días de partido.
Como mellizos, Lucas y Luna tienen sus diferencias, pero también una conexión especial. “Creo que somos muy diferentes, pero compartimos el amor y la pasión que le ponemos a todo lo que hacemos”, describe. Las anécdotas brotan cuando recuerda los viajes al colegio, las peleas, las bromas, y esa complicidad que no necesita explicación.
Hoy, en Belgrano, las chicas del hockey la ven volver. Y Luna siente la responsabilidad de ser un ejemplo: “Desde el plantel superior, queremos brindarles a las más chicas un camino, una identidad. Que cuando les toque llegar, puedan demostrar de qué está hecho Belgrano en el hockey”.
Volver no siempre es fácil, pero Luna lo hizo con convicción. Retornó al sintético tras ser madre para encontrarse con eso que la hace feliz. Sin embargo, su historia no se detiene ahí: sigue soñando. Quiere seguir formando su familia, criar a su hijo en un hogar con amor y estabilidad. Desea crecer como psicopedagoga, consolidarse como profesional y también anhela con emprender en el mundo de la moda, combinando diseño y asesoramiento personal. Y por supuesto, viajar: conocer lugares, vivir experiencias, abrir la mente. “Lo importante es disfrutar el camino y seguir avanzando”, dice. Y eso hace. Paso a paso, porque siempre se hace camino al andar.-