
A lo largo de su vida, Manuela Ballestero atravesó experiencias que la llevaron a elegir la abogacía como profesión. Su compromiso con la justicia y el interés por los casos de violencia marcaron su camino en el Poder Judicial, donde desde hace tres años integra la Secretaría de Violencia de Género.
En paralelo, creó “Recupero Personal”, un espacio que invita a identificar patrones violentos arraigados en la sociedad y a transformarlos mediante la toma de conciencia, no del juzgamiento.
Sobre la decisión que la llevó a este camino, Ballestero explicó: “A través de mi trabajo en la secretaría noté que la violencia está muy naturalizada, eso me conectó con mi experiencia personal. Como abogada intentás dividir lo personal de lo profesional, pero entendí que no es tan así. Hoy integré ambas cosas: mi experiencia me permite empatizar con las víctimas que se presentan en mi trabajo.”
Para ella, el gran desafío fue unir el mundo personal y el profesional: “Lo importante es aprender a integrar los dos mundos, conocer el punto donde la historia del otro no te atraviese y perjudique. Al principio las experiencias me afectaban mucho, entonces decidí buscar un equilibrio. No caer en la indiferencia, no ser apática y entender que estoy delante de alguien que necesita ayuda.” Ese proceso, relató, fue acompañado por herramientas terapéuticas que le permitieron mantener la empatía sin perder la tranquilidad interior.
Ballestero también remarcó la importancia de reconocer la amplitud de la violencia: “Lo primero que se piensa es en un golpe o una agresión física. Pero existen otras formas: la manipulación, el control, la humillación, la indiferencia. Todo eso ataca la estabilidad emocional y anula el poder personal. También existe la violencia económica, que muchas veces no se reconoce como tal.”
En sus charlas con jóvenes y adultos, detectó que aunque en teoría se reconocen estas conductas, cuesta mucho identificarlas en la vida cotidiana. Esa dificultad es uno de los motores de “Recupero Personal”, el espacio que fundó: “Invito a cuestionar si estamos siendo realmente quienes podemos ser o si algo se quebró por actitudes que no corresponden. No se trata de juzgar, sino de comprender nuestra historia y reflexionar: ¿puedo registrarlo?, ¿quiero cambiar?, ¿quiero vivir mejor?”
El proyecto, destacó, no se limita a la violencia de género. También aborda la violencia infantil y la reproducción cultural de conductas violentas en los hogares: “La educación empieza por casa. Me ha pasado que un niño, tras una charla, me diga que en su casa le enseñan que hay que devolver el golpe. La violencia es una cultura arraigada de generaciones y de a poco, como se pueda, tiene que tener un final.”
Con mirada crítica sobre los vínculos actuales, Ballestero sostiene que “solamente con amor no se construye nada. Hay angustia en conocerse, sobre todo cuando te alejaron de quién sos en nombre del amor. La esperanza puede parecer un concepto inexistente, pero es un buen comienzo cuando te relacionás queriéndote.”