
Hay personajes en el fútbol nicoleño que no levantan trofeos ni salen en las tapas, pero sostienen desde el anonimato el corazón de los clubes. Uno de ellos es Néstor Dentone, enfermero del Club Atlético Paraná, el hombre de la motito roja, el que siempre está cuando alguien lo necesita.
“Mi vida es el trabajo, Paraná y mis amigos. Si me llaman a las tres o cinco de la mañana porque un jugador está descompuesto, agarro la moto y voy. Esa es la vocación que tengo al cien por ciento”, le cuenta “Nestum” a GOLAZO con la naturalidad de quien hace del servicio una forma de vivir. A continuación, una historia escrita con el corazón.
Su pasión por la enfermería nació temprano. “Cuando terminé el secundario hice un curso de socorrista en Córdoba y después me anoté en la escuela de enfermería. Me recibí en 1990 y, con los años, seguí haciendo cursos y perfeccionándome. Amo mi profesión y si no tenés vocación, mejor no lo hagas. A mí me gusta ayudar a la gente”, dice con orgullo. Luego llegaron el CEM, los dispensarios, las guardias, los cursos de emergencias pediátricas en el Hospital Garrahan y el de adultos en Rosario. También se formó como técnico superior en paramédico. “Siempre busqué seguir aprendiendo. La enfermería es mi vida”.
El vínculo con el Celeste llegó de manera casual, pero terminó siendo una historia de amor eterno. “Palacios (presidente del C.A.P.) me venía hablando de que quería que fuera al club, pero todo empezó en Cap Nou (torneo privado nicoleño), con Martín Uriarte, que me llamó para cubrir partidos. Después Palacios me invita a Paraná. Fui con miedo, no sabía si me iba a gustar, pero desde ese primer partido entre Los Andes y Paraná, no me fui más”, recuerda entre risas.
Desde entonces, hace casi cinco años, Dentone, más conocido como “Nestum”, se transformó en una figura infaltable en el día a día del club. Trabaja también en el CEM, en el camping y la pileta de la UOM, y aun así se hace el tiempo para estar cada fin de semana en las canchas. “Amo lo que hago. Me gusta ver a los chicos bien, sanos, y saber que si les pasa algo, ahí estoy”.
Entre sus múltiples labores, hay una que lo enorgullece especialmente: su cuarto de enfermería. “Le dije al presidente que los chicos necesitaban confort y bienestar, y así nació la enfermería de Paraná. Fuimos consiguiendo cosas hasta tener una de lujo. Le puse una heladera para guardar frutas y agua fresca. Mientras yo esté en Paraná, a mis jugadores no les va a faltar nada. Ellos son los que ponen las garras y las ganas de ganar”.
El trato con los futbolistas es cercano, casi paternal. “Son mis compañeros, los mañosos, los que me retan y los que se dejan cuidar. Pero el respeto y el cariño que me dan no tienen precio”, cuenta emocionado. Cada jugador nuevo pasa por su control junto al doctor Isaías, jefe médico del club: “Nosotros hacemos todos los chequeos. Yo los conozco, les sé las mañas. Cada seis meses o cuando se necesita, revisamos todo”.
La vocación no tiene horarios ni límites. Dentone recuerda con emoción aquella vez que salvó un partido entre Regatas y Los Andes, donde estaba en juego el pasaje al Regional Amateur, pero nadie había contratado al médico del encuentro. “Estaba durmiendo y me empezaron a llamar los árbitros y el presidente. Mi sobrino de corazón, Benjamín Marini, me pidió que fuera. Me cambié y fui. Cuando llegué, me recibieron como si hubiera llegado Messi. Fue una emoción enorme, nunca me había pasado algo así. Me hicieron sentir importante, y eso vale más que cualquier trofeo”, cuenta el Doc.
A sus 55 años, sigue activo, con la misma energía de siempre. “Soy un tipo sencillo, honesto, humilde. Me gusta cocinar, salir, trabajar. Por más títulos que tengas, no tenés que cambiar. Yo sigo siendo el mismo, el que va al club todos los días en la motito roja”, se describe, y sueña también: “Me gustaría algún día estar en un banco de primera, de River, Boca o del club que sea. Ese es mi sueño. Soy de River, no fanático, pero me encantaría vivir algo así”.



