Esta semana un hombre muy cercano a Juan Schiaretti, Carlos Gutiérrez, hizo una crítica despiadada al ministro Caputo, diciéndole que sabía de negocios financieros, pero que no servía para ministro de Economía. Antes se conocieron trascendidos sobre un nuevo movimiento político (el MAD) que estaría impulsando Horacio Rodríguez Larreta, aparentemente dentro del mismo PRO, con tono moderado y de centro. Por otra parte, circulan muchos rumores sobre conversaciones entre peronistas no kirchneristas para empujar una nueva “ancha avenida del medio”. La fórmula sería juntar radicales socialdemócratas Lousteau, Manes (socialistas, cordobecismo, peronismo republicano, larretismo, exlavagnistas, Urtubey, Randazzo, entre otras cosas) y ser una alternativa a la polarización libertaria K.
Después del relativo éxito electoral de Massa en 2015 –fue el tercero más votado de la historia argentina hasta ese momento- la famosa avenida se achicó notablemente en 2019, quedando presa de la grieta mayoritaria. Luego, en 2023, ya no hubo tercera vía moderada, sino una potenciación de las radicalizaciones. Ahora, Milei en el gobierno está llevando a que se redefinan los grandes espacios políticos en la Argentina, sobre todo con la explosión de Juntos por el Cambio (que difícilmente vuelvan a estar juntos).
Vamos entonces a la primera pregunta: ¿hay materia prima para un nuevo producto en este marco político–ideológico de la Argentina? La respuesta es afirmativa, con muchos peros. Hay espacio en la medida en que Milei ganó en segunda vuelta, pero en primera salió segundo, dado que hay una sustancial parte del público no K que tampoco le gustaban sus modales, ni sus posiciones extremas. De modo que, si el presidente se pasa de la raya, termina cansando con sus exabruptos y los resultados económicos no son brillantes, habrá mucha gente dispuesta a votar a una opción moderada que le quiera poner simplemente un límite, mandarle un mensaje de advertencia. Al final, ni la dolarización, ni el cierre del Banco Central, ni las privatizaciones nunca tuvieron apoyo mayoritario, ni en 2023, ni ahora. Todo eso relativiza el “corrimiento hacia la derecha” del que muchos hablan livianamente.
La lista de los peros
Ahora vayamos a los peros. Primero, necesito un relato competitivo contra los dos extremos, y eso es lo más difícil de todo en la lógica binaria de la política contemporánea. Por eso, post Massa 2015, nadie lo logró, y el propio líder renovador se sumó al Frente de Todos en 2019. La tercera vía no puede definirse solo por la negativa a los demás, sino que debe tener afirmaciones atractivas.
El segundo punto es el problema de estructurar algo atractivo para la opinión pública, teniendo en cuenta la multiplicidad de actores y tribus. Eso ya les cuesta a los partidos políticos relevantes, mucho más a un conglomerado tan diverso.
La tercera cuestión es, más allá de la narrativa y de la articulación, cuáles serían las propuestas íconos que los diferenciarían de los otros dos polos. Es decir, ¿qué harían de diferente a los K o a los L? Si eso no existe, es muy difícil que sea consumido por el target disponible. Si va a ser una opción política – electoral solo discernible por su estilo y su gestualidad, es más complicado que se pueda proyectar.
Por supuesto, el cuarto ítem es quién lideraría, porque da la impresión que son muchos caciques y pocos indios. Hay muchas figuras interesantes, pero costará depurar un presidenciable en el corto plazo, y eso juega en contra de la difusión de la narrativa.
Existe una oportunidad interesante si el kirchnerismo se radicaliza y no se renueva, porque eso puede hacer que en 2025 mucho público independiente de centro izquierda visualice a esa entente de tercera vía como el instrumento para manifestar su descontento profundo con el gobierno. Sin embargo, si a esta administración las cosas le salen muy bien, la tentación de “darle la derecha” para que se consolide será alta y eso reducirá el tercer espacio.
Fuente: Por Carlos Fara (para La Capital)