
Ricardo Primo, profesor y uno de los impulsores del Ateneo Historia y Verdad, repasó la historia de ese espacio en diálogo con el programa “Es por acá”, de la 102.9. Lo describió como “una experiencia increíble” que surgió de manera informal entre amigos con inquietudes históricas y se transformó en una peña abierta a toda la comunidad.
“El Ateneo comenzó el 9 de mayo de 1998, en una reunión en el Museo Patria y Tradición, luego de que saliera publicada una convocatoria en el diario El Norte”, relató. Allí se dio el primer encuentro de vecinos con intereses históricos diversos, entre ellos Vicente Ortega, Aldo Salomone y el propio Primo. A partir de entonces, los encuentros fueron mensuales, con una dinámica sencilla pero potente: un disertante invitado, una charla abierta y una cena compartida.
“El objetivo era aprender uno del otro, escuchar a personas que se dedicaban a investigar y a contar historias. Siempre en un clima ameno y respetuoso, sin solemnidad”, explicó. Las reuniones se realizaban en la Federación de Comercio y Servicios, donde la hospitalidad del personal se volvió parte del ritual: “Ricardo, el portero, nos recibía siempre con una sonrisa”, recordó Primo.
Además de los encuentros mensuales, el grupo organizó viajes históricos, como el que los llevó a conocer las ruinas de la antigua ciudad de Santa Fe o a la iglesia de Guerrico, en el partido de Ramallo. “Uno de los momentos más emocionantes fue cuando fuimos a la iglesia del estudiante, en Ramallo, donde descubrimos historias que no conocíamos”, evocó.
El Ateneo también editó un boletín y mantuvo un archivo con actas, fotografías y registros de cada actividad. “Llevábamos un libro de actas, otro de fotografías, compramos micrófonos, equipo de audio… Era algo muy cuidado. Todo eso todavía lo conservo”, contó. Ese archivo, en poder de Primo, forma parte del legado que el espacio dejó a la ciudad.
Entre los disertantes invitados hubo expertos locales y provinciales. Algunos abordaron temáticas como la historia del batallón 508 que combatió en la Guerra del Paraguay, otros trajeron aportes desde Buenos Aires y ciudades vecinas. “Sorprendía la cantidad de gente que sabía muchísimo de temas muy específicos, como el tango, o la historia militar. Venían y compartían todo con una generosidad enorme”, dijo.
En paralelo, el interés por la historia local crecía. “En esa época había como un clima de historia en San Nicolás. Muchos vecinos investigaban, hablaban, compartían lo que sabían”, señaló. Esa efervescencia motivó al grupo a sostener el espacio durante varios años.
Sin embargo, con el paso del tiempo, algunos desacuerdos internos comenzaron a tensar el funcionamiento. “Hubo discusiones que no tenían sentido, como cuando trajimos a un constitucionalista y un miembro del Ateneo quiso polemizar en profundidad con él. No era el espíritu del grupo”, lamentó Primo. Con el correr de los años, el proyecto se fue debilitando, y finalmente se disolvió en 2005.
Consultado sobre el vínculo entre la historia local y la educación, Primo fue claro: “No hay una formación sistemática sobre la historia de San Nicolás en las escuelas. Es una deuda pendiente. Tenemos una ciudad riquísima, con episodios únicos, y no los estamos enseñando”. Para él, recuperar esa memoria es una tarea colectiva, que requiere voluntad institucional y pasión por el conocimiento.
“El Ateneo fue eso: ganas de aprender y de compartir. La pasamos muy bien, hicimos amigos y nos llevamos muchísimo. Fue una experiencia única”, concluyó.