
En un país donde el remo suele navegar en las aguas del olvido, Sol Amaya emergió como una abanderada del remo argentino, alcanzando la cima con una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018. Sin embargo, la nicoleña, a sus 24 años y golpeada por el poco apoyo, decidió bajarse del bote, dejando atrás una carrera prometedora. Sol habló largo y tendido con GOLAZO, en una nota a corazón abierto.
Una pasión heredada
La historia con el remo comenzó en casa. Hija de la nicoleña exremera olímpica Dolores Amaya, Sol probó este deporte por primera vez en el Club Náutico de Villa Constitución en 2009. Pero fue recién en 2013, en el Club de Regatas San Nicolás, donde encontró su lugar. Allí comenzó a remar con su amiga Nazarena Pisani, compañera de bote y de vida deportiva durante una década. “El remo siempre estuvo presente. Yo venía del hockey, pero me cansé y decidí probar algo nuevo”, recuerda.
Una nicoleña de oro
Sol Amaya emergió como una de las grandes promesas del remo argentino cuando ganó el oro en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018. El punto culminante de su carrera llegó ese año, cuando, con apenas 18 años, se coronó campeona olímpica juvenil en la categoría single scull femenino. En una final electrizante y colmada de argentinos en el Dique 3 de Puerto Madero, Sol superó a la sueca Elin Lindroth por apenas medio segundo, marcando un tiempo de 1:43.81 y otorgando a Argentina su primera medalla de oro en esos Juegos. Ese triunfo la consagró como referente de un deporte que, en la Argentina, suele remar contra la indiferencia institucional.
“Fue increíble. No es habitual que los remeros tengan ese aliento. Ganar fue ponerle el broche a un proceso durísimo. Lo dimos todo”, cuenta.
Pero no fue el único momento alto. También compitió en mundiales juveniles y sudamericanos, donde se calzó la celeste y blanca con orgullo. “Representar a Argentina es una sensación inigualable. Ponerte el body de la selección te da un plus, te empuja”, afirma emocionada.
Deportistas olvidados
A pesar de los logros, Sol nunca dejó de ver las grietas. “El remo está marginado. En estos años hubo resultados increíbles, como un quinto puesto mundial, y no hubo ni un mínimo reconocimiento. No se le da el valor que merece”, denuncia. Su testimonio pone luz sobre una realidad que muchas veces se oculta: atletas de élite que se entrenan en condiciones precarias, sin apoyo económico ni contención real.
“Acá no se puede vivir del remo. Si no trabajás, no comés. Y si estudiás, menos tiempo tenés para entrenar”, resume. Lo que debería ser una carrera deportiva termina siendo una lucha personal con el calendario, los recursos y el cansancio. “Ya no lo disfrutaba. Me subía al bote pensando en cuándo me iba a bajar. Y eso no es sano”, lamenta.
El regreso y la despedida
En 2023 decidió retomar a la Selección. Quería reencontrarse con su pasión, darse una última chance. “Fue hermoso volver. El equipo me recibió muy bien y me reencontré con sensaciones que creí perdidas”. Pero también fue exigente. “El preolímpico fue durísimo. Había mucho en juego, pero también una revancha conmigo misma”. Al poco tiempo, entendió que era hora de bajarse. “No estaba dispuesta a entregar todo lo que hace falta para competir al nivel que exige la selección”.
La falta de estructura también pesó. “Hoy entrenar no es suficiente. Tenés que estudiar, trabajar y seguir rindiendo. Es insostenible. El Estado y las instituciones no están a la altura. Nos piden resultados, pero nos dejan solos”.
Una decisión que duele
Poner punto final no fue fácil. “Fue un duelo. Dejar atrás algo que me dio tantas alegrías y que fue parte de mi vida no es simple. Me costó aceptarlo”. Pero lo hizo. Y con la madurez de quien sabe que hay etapas que se cierran para que otras puedan abrirse.
Un futuro ligado al deporte
Hoy, Sol estudia el Profesorado de Educación Física y sigue vinculada al remo desde otro lugar. Acompaña a los chicos del club, da consejos y alienta. “Me encanta poder ayudar. Hay mucho por hacer. Si desde mi experiencia puedo aportar algo, bienvenido”.
El legado de Sol
Cuando le preguntan cómo le gustaría que se recuerde su paso por el remo argentino, duda. “No sé”, dice entre risas. Pero luego lo piensa y responde con humildad: “Me gustaría que sirva para que más chicas se animen, para que se sumen al deporte y el remo crezca”, anhela la campeona.
Sol Amaya fue y es mucho más que una medalla dorada. Fue una voz que remó contra la corriente del olvido, del desinterés y del destrato institucional de los cerdos vestidos de trajes impolutos, con cargos inmensos para sus ordinarias tallas. La historia de Sol es la de tantas y tantos atletas que lo dejan todo por la camiseta, sin flashes ni sponsors, solo por el amor a los colores y la fidelidad a una pasión. Y aunque su remo ya no cruce la meta, su ejemplo seguirá flotando en las aguas del deporte argentino, pero sobre todo en las del querido Río Paraná, su cuna.