Opinión

Tensión entre el asesor Caputo y el jefe de Gabinete

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“Es una falta de respeto”. Cerca de Guillermo Francos le adjudican al jefe de Gabinete un malestar creciente con el todopoderoso asesor premium, Santiago Caputo. Y en los últimos días sólo se ha multiplicado, pese a los reclamos presidenciales de que se acaben las internas. La inquina parece ser mutua.

Estos cortocircuitos se niegan ante Javier Milei. También ante la prensa, cuando hablan en off the record (tal el caso de Caputo) o en los medios (como hace diariamente Francos). Fiel a su libreto negador, el vocero Manuel Adorni también desmintió cualquier disidencia entre ellos el viernes, cuando proclamó que se mantendrá inalterable la limitación que el Gobierno impuso en la reglamentación del acceso a la información pública.

En una de sus habituales entrevistas a periodistas críticos, muchos de ellos hasta insultados por el Presidente, el jefe de Gabinete había expuesto que si algo de la nueva normativa podía contradecir el espíritu de esa ley iban a modificarla. Adorni y Caputo, ideólogo de la restricción, dejaron claro que no será así.

El vocero presidencial lo hizo explícito en su conferencia de prensa. El asesor habría vuelto a recurrir a una de sus cuentas fantasma en X que le adjudican en la Casa Rosada: “El que quiera reglamentar de otra manera la ley de acceso a la información pública lo que tiene que hacer primero es ganar las elecciones y para eso es MUY importante (FUNDAMENTAL DIRÍA) no perder las elecciones”.

Francos se queja, en privado y sin levantar la voz, de ser el que pone la cara para defender cualquier cosa del Gobierno, como para que encima lo desautoricen. “Es su trabajo. Está para eso. Si le disgusta, que se vaya”, replican allegados al asesor todoterreno, integrante del “triángulo de hierro” al que se refirió Milei y al que se suma la hermanísima Karina. “Es un triángulo, no un cuadrado”, detalla la misma fuente en alusión a la exclusión en esa geometría del poder de Francos. O de Sandra Pettovello, la ministra de Capital Humano, muy cercana a la hermandad presidencial, pero con un vínculo ruidoso con el asesor.

Caputo sospecha que detrás del desfile mediático de Francos hay, además de cumplir el rol del defensor dialoguista, un propósito de blindaje. El cerebro gubernamental cree que a él no le hubieran perdonado como al jefe de Gabinete la incorporación a su equipo de un dirigente como Daniel Scioli.

Los cortocircuitos se niegan ante Javier Milei y también ante la prensa

Este ejemplo expone un sórdido cruce de intrigas sobre cómo se filtró el escándalo de las facturas truchas por las que Milei cobró unos US$ 120 mil de Provincia Seguros durante la campaña presidencial Scioli 2015. El mandatario era el economista jefe de una fundación que apoyaba al entonces gobernador bonaerense, presidida por Francos. Hay en el Gobierno gente que le adjudica a Caputo, mandamás informal de la SIDE y con algún acceso a designaciones en la AFIP, alguna injerencia en la revelación. Él lo refuta, claro.

El intercambio de este tipo de enredos en la cúspide del Ejecutivo se multiplicó desde las recientes derrotas legislativas del oficialismo. Aumento jubilatorio (que motivó el primer veto mileista), mayor presupuesto universitario y cancelación del DNU con fondos para la SIDE destacan entre esos cachetazos. Las tumultuosas peleas y rupturas dentro de los bloques de LLA en el Senado y en Diputados también fueron motivos de pases de factura.

Francos y Caputo se pasan la pelota mutuamente por estas batallas perdidas, que obligaron al Presidente a dedicarle algo de tiempo a una tarea que subestima y lo frustra: la rosca política. Hace una semana lideró una reunión con diputados del PRO y actuales y ex LLA. Luego fue el turno de terminar de zurcir con Jorge Macri el traspaso de los colectivos porteños, que perderán el subsidio nacional.

Ahora golpean la puerta de Balcarce 50 los gobernadores dialoguistas. Pretenden ser recibidos también por Milei, ya desencantados de las promesas incumplidas tanto de Francos como del asesor Caputo. Ahí surge una coincidencia entre los dos contendientes: le echan la culpa al ministro de Economía, Luis ‘Toto’ Caputo. No es la única. Concuerdan además, en despotricar contra Mauricio Macri, que tampoco les tiene aprecio.

Le convendría al Gobierno aceitar mejor el ida y vuelta con los mandatarios provinciales. No sólo por las escaramuzas con proyectos, medias sanciones y vetos que se deben resolver en los próximos días en el Congreso, y que preocupan a Milei, sino porque pronto será enviado y arrancará la discusión por el Presupuesto 2025. El año electoral, sí.

Para afrontar semejante desafío, ¿cambiará el oficialismo la estrategia o los liderazgos de la interlocución? Poco contribuye a alcanzar lo que se propone el aumento de la tensión entre sus dos principales cabezas negociadoras.

Los capítulos de la contienda se suceden. Y enlazan. Hace diez días, Francos asistió a la cena anual de Adepa, la cámara que agrupa a los dueños de los principales medios periodísticos del país. Allí debió escuchar duras críticas al Gobierno, que evitó replicar. Y eligió, en su discurso, objetar el funcionamiento de los trolls digitales, “que desde el anonimato dividen a la sociedad”. Es pertinente la aclaración de que la jauría digital libertaria suele referenciarse en Santiago Caputo.

Los gobernadores dialoguistas están desencantados de las promesas de Caputo y Francos

Una suerte de revancha decidió tomarse el asesor. Fue cuando formalmente a la Secretaría General de la Presidencia, a la que Caputo le factura mensualmente su trabajo como Consultor II por 3.750 Unidades Retributivas (unos $ 2,5 millones), llegó el requerimiento de la pregunta escrita 1.708 que la Jefatura de Gabinete debía responder antes que Francos compareciera el miércoles 4 ante la Cámara de Diputados.

Allí se le pedía a Francos que detallara cuál era el rol de Caputo en el Gobierno, la modalidad del vínculo laboral (ya que no es funcionario), cuánto y cómo cobraba, su responsabilidad en la SIDE y otras especificaciones.

Fuentes cercanas al asesor sostienen que él mismo quiso escribir la respuesta. Detalló que es consultor, lo que gana y pasó a definir sus funciones. El textual de esa descripción es algo extenso, pero vale la pena:

“Sus actividades consisten en liderar proyectos de consultoría en el campo profesional específico; planificar y ejecutar actividades de consultoría en un campo profesional especializado; armar propuestas estratégicas con contenido teórico y práctico para la obtención de resultados; armar un plan de trabajo que contenga entregables para la consecución exitosa del objetivo; diseñar indicadores para la medición de avances del proyecto; coordinar y dirigir el diagnóstico y la puesta en marcha de la implementación; asesorar en temáticas de su especialidad y generar mecanismos de transferencia de conocimiento”.

Cuentan que Caputo, el hombre más importante del Gobierno después del Presidente, sonreía mientras escribía esa respuesta provocadora. Fiel a su estilo. Cuando a Francos los diputados lo interrogaron por el asesor, secamente los remitió a que leyeran el punto 1.708. Al jefe de Gabinete no le causó gracia y le resultó una falta de respeto a los legisladores y a él mismo. “Yo papelones no hago”, bramó el funcionario. Continuará.

Fuente: Por Javier Calvo (para Perfil)

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