
Víctor Damián Martínez tiene 41 años y una historia que podría haber terminado mal. Durante más de una década vivió en situación de calle, consumía diariamente, sufría ataques epilépticos y había perdido por completo el rumbo. No quería vivir. Pero un día, sin saber muy bien por qué, se acercó al Hogar de Cristo Ponce de León, en San Nicolás. Allí empezó otro camino.
“No hablaba con nadie, no confiaba en nadie. Me había quedado solo”, recordó en el programa “Es por acá” de Cosa Cierta La Radio, donde compartió cómo fue reconstruyendo su vida paso a paso. Al principio solo iba a buscar un plato de comida, después empezó a quedarse, a hablar, a dejarse acompañar.
El Hogar de Cristo Ponce de León, ubicado en Olleros 675, forma parte de una red nacional impulsada por los curas villeros. Su propuesta es clara: recibir a todos, sin condiciones previas, y sostener procesos desde el afecto, la escucha y la presencia cotidiana. No hay encierro ni castigo. Hay comunidad, paciencia y confianza en que cada persona puede salir adelante.
Damián dice que lo primero que recibió fue cariño sin juicio. “Cuando más me equivocaba, más me hablaban. Y me hablaban bien. Eso me marcó”, contó. Con el tiempo, pudo dejar el consumo, recuperar hábitos de cuidado, construir un oficio y volver a tener sueños. Hoy trabaja en una cooperativa, alquila su lugar para vivir y acompaña a otros que están atravesando lo que él ya vivió.
El hogar tiene actividades diarias, talleres, espacios grupales y contención espiritual. También ofrece almuerzos, un lugar donde dormir si es necesario y un equipo humano que está siempre, incluso cuando todo parece perdido. “Acá encontré familia. Me ayudaron a vivir. Ahora yo también puedo ayudar”, resumió Damián, con la voz firme y los ojos llenos.
Su historia es una entre muchas. Pero da testimonio de algo importante: cuando hay presencia, confianza y comunidad, la salida es posible.