Sociedad

Comer de la basura: la otra cara de las estadísticas

Más de 100 personas ingresan cada tarde al basural de San Nicolás. Algunas buscan materiales para reciclar, otras lo hacen para poder comer. Mientras los números oficiales señalan una baja en los índices de pobreza, en los márgenes se hace visible una realidad más cruda

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Es cada vez más frecuente ver, por distintos puntos de la ciudad, personas revolviendo capachos o cestos de basura en busca de algo para comer. Pero mucho mayor es el número que asiste al basural municipal, donde hombres, mujeres y niños esperan los camiones para rescatar algo que les permita armar un plato.

“Los comedores no dan abasto”
En la zona noroeste se ubica el relleno sanitario. Al basural —como lo llaman quienes trabajan allí— llegan residuos de San Nicolás y de ciudades vecinas durante todo el día. En el predio del ENTRE trabajan hombres y mujeres en el turno tarde y el turno noche, recolectando material reciclable.

Oscar, uno de los recicladores, interrumpe su testimonio cuando el viento le vuela el cigarrillo de entre los dedos. Después, retoma:
“Últimamente vienen en familia a juntar chatarra, pero también a comer. Esperan los camiones que traen basura de los restaurantes”, cuenta. Y agrega:
“En el relleno sanitario se ve de todo. Acá se puede leer la sociedad en sus desatenciones y sus olvidos”.

Román, que se suma a la charla, coincide. “Antes era distinto. Ahora se ven muchos fisuras, muchos pibes rotos”, dice. En una tarde fría, lanza una frase que deja un silencio helado: “Los comedores no dan abasto”.

Pobreza y droga
Román continúa, y suma una alerta que se repite en muchos barrios:
“La pipa está arruinando a los pibes. La mayoría son de San Jorge, Las Mellizas… buscan chatarra para vender, para pipiar, y se ponen a comer también. También viene gente desempleada, que busca algo para llevarle a la familia. Mucha gente con mil problemas”, resume.

Él y Oscar trabajan formalmente en el reciclado desde hace años. Venden a la Cooperativa El Palenque y buscan mejorar los precios de su producción. Aun así, notan un crecimiento sostenido de personas que ya no vienen a trabajar, sino simplemente a sobrevivir.

Riesgo de muerte
El basural también recibe residuos de Zárate–Campana y San Antonio de Areco. Los recicladores que trabajan dentro del predio están nucleados en el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y entregan su producción en la planta de reciclado del ENTRE. Esa planta funciona con turnos mañana y tarde, con personal conveniado con el municipio. Pero los trabajadores del basural, especialmente en los turnos tarde y noche, no cuentan con ese marco formal.

Según registros de los porteros del predio, más de 100 personas ingresan al relleno sanitario cada tarde, y aunque hay un control para evitar el ingreso de menores, la cantidad de personas hace difícil cualquier tipo de regulación efectiva.

Oscar muestra una noticia en su celular: una cartonera murió en Cañuelas, aplastada por un camión mientras intentaba rescatar material.
“El problema es cuando se agolpa mucha gente. Pasa una desgracia, y pasa porque los municipios no tienen en cuenta el trabajo de los recicladores”, advierte.

¿Qué dicen las estadísticas?
Mientras en los márgenes se multiplican las escenas de hambre, un informe de la Universidad Torcuato Di Tella señala que la pobreza en la Argentina bajó al 33,5 % en enero de 2025, con base en datos del INDEC. Según ese estudio, 9 millones de personas habrían salido de la pobreza en el último año.

Pero en el basural, entre residuos, frío y desesperación, la estadística no se percibe. Al contrario: la comida se busca donde ya no hay nada.

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