
Hay historias que no nacen de un plan perfecto, sino de un cansancio profundo. De mirar alrededor y sentir que hace falta algo más. Algo distinto. Algo propio. Así empezó todo para Daniel “Chacra” Pellegrino, un tipo inquieto, apasionado por el vóley y curtido en la gastronomía, que decidió convertir el desgaste de la pandemia en una oportunidad. Una oportunidad que hoy se llama Citta Club, el proyecto deportivo que revolucionó Villa Constitución. GOLAZO habló con Pellegrino, en una nota que respira vóley.
“Chacra”, que venía de manejar restaurantes en Capital y en San Nicolás (el reconocido “Café de la Plaza”), sintió que el tiempo le pedía una pausa, pero no de las que inmovilizan, sino de esas que hacen pensar. Y ahí apareció la idea que le cambió la vida: crear un club que no fuese un negocio, sino un proyecto social real, sostenido en su pasión eterna: el vóley.
Y no estuvo solo. Desde el minuto cero, su esposa Natalia –a quien conoció hace 38 años jugando al vóley en Talleres– y sus hijos, Mica y Diego, fueron parte de la aventura. A eso se sumaron amigos, vecinos, jugadores de toda la vida y, sobre todo, una persona clave: Sabina Ramorini.
Sabina, coordinadora deportiva, entrenadora y motor incansable, fue la primera en creer que aquel sueño podía tomar forma. Profesional, obsesiva del trabajo bien hecho, con una capacidad de gestión que contagia, se volvió la pieza indispensable para el crecimiento del club. La que enseña, guía y empuja a todos.
Con ese equipo armado desde el corazón, llegó la locura: armar 11 categorías en apenas una semana. El 3 de febrero hicieron la convocatoria. El 11, ya estaban presentando todas las tiras en ambas ramas. Nadie lo podía creer, pero en Villa Constitución había una necesidad latente: un espacio nuevo, serio y de calidad para el vóley.
Citta Club fue inaugurado el 5 de febrero de 2024 y reúne a cerca de 250 chicos y chicas, y es mucho más que un club: es una comunidad. Nadie paga cuota. Todos pertenecen. Todos ayudan. Más de 150 personas colaboran semana tras semana. Y en cada partido, los gimnasios explotan: 600 personas en la final más reciente. “Al principio les pedíamos un favor para que vayan… ahora nos preguntan cuándo jugamos”, dice Chacra, todavía sorprendido.
Pero la magia no termina ahí. Deportivamente, Citta ya hizo historia. Compiten en la Liga Rosarina, una de las más fuertes del país, donde los ascensos son por nivel, y Citta viene subiendo como si fuera fácil, tanto en damas como en caballeros.
La Primera de los hombres logró algo enorme: jugar el Federal en San Juan (torneo clasificatorio a la Liga Nacional), competir entre 30 equipos y ascender. El 10 de enero debutarán en la Liga Nacional contra Ferro, en un hito absoluto para un club tan joven. También ganaron el Torneo de la Bandera, la Copa Provincia, y –dato no menor– rompieron con el dominio de la “Chicago argentina” en la Liga Rosarina, donde nunca un campeón había salido de fuera de Rosario, hasta que llegó Citta.
¿Cómo se gestiona semejante estructura? “Con creatividad, corazón y trabajo”.
El vóley es el alma del club, pero la gestión se sostiene gracias al pádel y a la gastronomía, donde “Chacra” aplica toda su experiencia. En el club funciona un estilo bodegón-pizzería sencillo, y pronto abrirán un nuevo restaurante.
La base es simple: la prioridad es el vóley y los chicos. Todo lo demás está para sostenerlos a ellos. Para Dani el vóley no es solo un deporte. Es su historia. Le dio amigos, experiencias y, sobre todo, el amor de su vida. “El vóley me armó la vida”, dice sin vueltas. Hoy sueña con que los chicos tengan lo que él no tuvo: la chance de intentar, de saber hasta dónde pueden llegar, de hacerlo acompañados.
Ese es el espíritu de Citta, un club nacido desde la familia, impulsado por amigos, sostenido por una ciudad y manejado con una convicción inquebrantable. Y, a la hora de definirse, “Chacra” se titula sin rodeos: “Soy uno de los tantos que no tuvieron la posibilidad de intentarlo deportivamente. Por eso hoy mi misión es que ellos sí la tengan. Yo soy feliz viendo a mis hijos, a mi esposa y a los chicos del club hacer lo que aman”.
Citta no es solo un club. Es una historia de amor. Una manera de devolverle a Villa Constitución lo que el vóley le dio a él y un sueño colectivo que recién empieza.



