La invitación para que Axel Kicillof concurriera al acto celebrado el viernes en Merlo, donde Cristina Kirchner recibió el doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional del Oeste, nunca llegó, al menos en formato papel. Si el mandatario bonaerense se hizo presente fue gracias a los buenos oficios del intendente local, Gustavo Menéndez, quien se encargó de insistirle por vía telefónica.
Menéndez bajó línea en clave de unidad: “si no hubiera habido una mujer formada, políticamente, académicamente, doctrinariamente, ninguno de nosotros estaría sentado aquí”, sostuvo frente al micrófono.
En la previa no hubo mano a mano a solas entre la Expresidenta y el Gobernador, que sí intercambiaron gestos de afecto en la carpa, momentos antes de los discursos y a la vista de todos los intendentes. En la foto que retrató ese momento quedó bastante tapado.
Son detalles. Kicillof recibió dos contundentes ovaciones de parte de la multitud que acompañó y enterró, por un rato, los rumores de interna y de ruptura inminente. Pero lo cierto es que fue una tarde incómoda para todo el universo K.
La misa de Mar Chiquita
Menos de 24 horas después del acto de Merlo, el kirchnerismo tuvo otra misa. Esta vez en Mar Chiquita, a donde acudieron más de 25 intendentes y varios miles de militantes para escuchar a Axel Kicillof. Se subieron al escenario dirigentes peronistas, renovadores, vecinalistas oscilantes y hasta de Nuevo Encuentro. Del Conurbano y del Interior.
Frente a la multitud, Kicillof tarareó su primera canción “esta vez no se trata de volver mejores, se trata de mejorar para volver”. No es una melodía nueva pero es una reversión interesante que pone, por fin, el caballo adelante del carro.
Kicillof exhortó a la militancia a “ir a buscar a cada una de las familias que está sufriendo” las políticas de Milei. “Necesitamos más voces y que todos nos sientan a su lado. No vamos a recorrer la provincia con ninguna receta extraña, vamos a estar con las bases para construir juntos, de abajo hacia arriba”, insistió. De a poco, se empieza a percibir la construcción de un liderazgo.
¿Quién no quiere la unidad?
El joven militante Fausto Frau se hizo esa pregunta al aire del streaming político Parecemos Buenos Amigos, en la tarde del jueves. La unidad, como concepto abstracto, se declama permanentemente en el peronismo. Pero el viejo axioma, “Unidos o dominados”, se cita y no se lleva a la práctica.
La discusión, está cada vez más claro, pasa por cómo se completarán los casilleros en las elecciones por venir. ¿Urna o lapicera? ¿Rosca sanguinaria o pelea a cielo abierto?
Para arrancar, en las legislativas del año que viene. Que viene con algunos condimentos explosivos, como los primeros mandatos no renovables en la Legislatura, la posibilidad de que se implemente la boleta única -al menos a nivel nacional- y el improbable pero cada vez más necesario desdoblamiento.
El peronismo sostiene, especialmente cuando habla de boleta única, que es imprescindible votar proyectos políticos y no candidatos. Que nadie se salva solo y que la sábana es la garantía última de que cada uno de los dirigentes que resulten electos trabajen en consonancia y mancomunidad.
Los hechos dicen otra cosa: que hoy el Gobernador no tiene fuerza propia ni predicamento en una Legislatura que baila al ritmo de La Cámpora. Que los intendentes fantasean secretamente con jugarse sólo la propia. ¿Entonces?
Hay un proyecto en un cajón
El otro asunto -el desdoblamiento- también se discute crónicamente. Por necesidad política, la Provincia y la Nación votan simultáneamente, pero no forzosamente debe ser así. Buenos Aires tiene autonomía y la facultad de desengancharse de la elección general: basta con que el Gobernador fije mediante decreto una fecha distinta para los comicios.
El problema es que está atada -por ley- a la elección nacional en las PASO.
Cortar esa cadena no es imposible pero tiene sus dificultades. Es facultad de la Legislatura retocar la ley provincial. Cambiemos amagó, el Frente de Todos amagó, nadie lo hizo hasta hoy. El Gobernador tiene el proyecto de ley guardado en un cajón, listo para usarlo si las cosas se ponen (más) feas. La pregunta es quién se lo va a votar.
Fuente: Por Eduardo Médici (para Infocielo)