Probablemente todos conozcamos el Coliseo de Roma: por fotos, por las redes, por ir; como sea nadie puede creer que, al ver una imagen no sepa de qué edificio se trata. Naturalmente son solo ruinas de una edificación que fue la construcción más gloriosa de la Roma imperial. De mármol blanco, reluciente, llena de esculturas doradas que se elevaba por encima de los tejados de las “insulae” y las “domus”, era la demostración más elocuente del poder. Hoy es visitado por seis millones de turistas el año.
Lo que observamos hoy estuvo a punto de desaparecer bajo un las ordenes de un Papa que deseaba construir allí adentro una gran basílica de estilo barroco, pero antes de llegar ese punto, hagamos un poco de historia. ¿Qué es el Coliseo y cuál era su fin?
El emperador Vespasiano comenzó a construir el Coliseo en el año 72 d. C. y lo terminó su hijo Tito en el año 80 d. C. El nombre del edificio es “Anfiteatro Flavio”, que se tomó del prenombre de la familia de los Flavios a la que pertenecían los dos emperadores. Las festividades inaugurales duraron 100 días y se dice que en un día se mataron a 5.000 animales salvajes (avestruces, tigres, leones, panteras, osos e hipopótamos), un récord. No es de extrañar que los elefantes del norte de África se extinguieran en este período debido a su uso en las arenas. Se decía que el combate entre gladiadores y animales salvajes era el evento más popular, pero había muchas variaciones y todos eran luchas a muerte. Se utilizaban todo tipo de armas: espadas, redes, tridentes, dagas y escudos ofensivos. Y entre las personas involucradas había gladiadores profesionales, criminales convictos, cazadores, enanos e incluso mujeres y no tantos cristianos como dice la leyenda. La arena estaba decorada con escenografía que representaban bosques y desiertos y en ocasiones se inundaba y se equipaba con pequeñas embarcaciones para imitar una batalla naval.
No todos los ciudadanos romanos disfrutaban de las representaciones en los estadios. El filósofo Séneca se quejaba de que un espectáculo al que asistió al mediodía era un “puro asesinato” y de que los hombres que participaban en él no llevaban ninguna protección.
El emperador Adriano (Publio Elio Adriano, conocido oficialmente durante su reinado como “Imperator Caesar Divi Traiani filius Traianus Hadrianus Augustus, y Divus Hadrianus”) ordenó que se traslade a la cercanía del anfiteatro una escultura colosal de bronce, la que cuando el Sol la iluminaba era refulgente. La estatua originalmente representaba al propio Nerón y fue construida en los últimos años de vida del emperador, al mismo tiempo que la Domus Aurea. Según Plinio el Viejo medía unos 37 metros y se alzaba sobre un pedestal de mármol, llegaba a aproximadamente a un 75% de la altura del propio anfiteatro. Posteriormente su rostro fue modificado y se le añadió una corona para asimilarlo a Sol, la personificación del astro rey: de ahí su nombre, ya que recordaba al Coloso de Rodas, una de las siete maravillas del mundo antiguo.
La estatua fue destruida probablemente en algún momento entre el final del Imperio Romano de Occidente y la invasión lombarda del siglo VI, bien a causa de los saqueos o para reutilizar el bronce del que estaba construida, aunque su mención en algunas fuentes puede sugerir que todavía sobrevivió por un tiempo más. El monje Beda el Venerable, que vivió entre los siglos VII y VIII, escribió: “Mientras el Coloso resista, Roma resistirá, cuando el Coloso caiga, Roma caerá, cuando Roma caiga, el mundo también lo hará”. Para el año mil es seguro que había desaparecido, pero su recuerdo perduraba y dio nombre al anfiteatro junto al que una vez se alzaba. El basamento de esta escultura se puede observar, hoy día en un costado del edificio.
El último espectáculo del que se tiene constancia se celebró en 523, y a la caída del imperio, todo el foro quedó en desuso. Vale la pena aclarar que la mayoría de los martirios de los cristianos eran realizados en el Circo Máximo, ubicado a metros del anfiteatro Flavio. Del Circo Máximo no quedó piedra sobre piedra, no quedó absolutamente nada. ¿Por qué? Porque tanto el anfiteatro Flavio, como el Circo Máximo como el Foro eran canteras más que maravillosas y durante la edad media y el barroco sirvieron para construir iglesias, monasterios y palacios. Tan abandonada y olvidada era la zona del Coliseo y el Foro que en la guía de peregrinos la “Mirabilia Urbis Romae” escrita por el fraile Benedicto, canónigo de la basílica de San Pedro en el año 1140 ni se menciona el sitio.
Pero los más rapaces fueron los Barberini (una poderosísima familia dinástica del siglo XVII), que despojaron toda la fachada de su cubierta de travertino. “Quod non fecerunt barbari, fecerunt Barberini” (Lo que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini), decía el dicho. Mientras el edificio lentamente moría fue cantera, fortaleza, cementerio, fábrica, convento y refugio de indigentes, pendencieros y prostitutas. El lugar era alquilado de a metro cuadrado por los frailes del vecino monasterio de Santa María Nova, que tenían la posesión del inmueble.
Poco a poco todo el imponente edificio quedó olvidado. Saqueado de sus mármoles, sus esculturas, la arena; sin prisa, pero sin pausa fue quedando solo un esqueleto de su glorioso pasado. En su interior se construyeron casas, al igual que en los alrededores, y todo el Foro de Roma quedó sepultado. Solo emergía cada tanto, desde el suelo, alguna columna como un árbol. Todo el foro quedó bajo tierra y sobre él había una especie de plaza. La curia romana se transformó en la iglesia de San Adrián, el templo Rómulo se convirtió en la basílica de los santos Cosme y Damián y el templo de Antonio y Faustina fue la iglesia de san Lorenzo en Miranda, etc…
Pero en el siglo XVI, hubo un redescubrimiento del edificio, no por su gloriosa arquitectura sino por lo que la tradición relataba que en ese lugar era el sitio del martirio de cientos de miles de cristianos. En realidad, como dijimos, los martirios sucedieron en el Circo Máximo.
San Gregorio Magno (504-604) en referencia a los templos paganos que había en toda la ciudad dijo: “No destruyan las antiguas construcciones, solo hay que limpiarlos”. Y así el Panteón de Roma, la columna de Trajano o el Partenón de Atenas, se convirtieron en iglesias, como las del foro a las que ya nos referimos.
El primero que se acordó de la sacralidad del lugar fue el papa Pío V (1504-1572), que alentó a los fieles a que recogieran su arena, y recordó que estaba impregnada de la sangre de los mártires. Un siglo después ya aparecía en las guías de peregrinación como destino principal, por ejemplo, en el Roma “Ex ethnica sacra” (1653). Así llegamos a 1671, cuando el “Conservatori di Roma” (la máxima magistratura de la ciudad) dio permiso para celebrar espectáculos taurinos en el recinto. Fue entonces que un cardenal llamado Carlo Tomassi encendió a las masas contra lo que consideraba una profanación. Impresionado, el papa Clemente X (1590-1676) canceló el permiso y convirtió la arena en santuario, a la vez que mandó a tapiar las entradas para evitar que continuara el expolio de piedras.
Es en esta época en donde la idea de convertir al Coliseo en una iglesia tomó fuerza. Y fue bajo el pontificado del papa Inocencio XI (Benedetto Giulio Odescalchi 1611-1689), que se comenzó a conversar con los más afamados arquitectos del momento. Y buscaron lo mejor, querían un arquitecto de fuste y fueron a por Gian Lorenzo Bernini. Pero el renombrado rechazó la oferta cuando dijo, según la tradición, estas palabras: “… Rechazo por completo esta idea, no sólo por la devoción a los Santos Mártires, sino también por la conservación de un edificio que, así como mostraba la grandeza de Roma, también lo era la idea de la arquitectura que creaban…”
Como Bernini no quería participar en esta empresa, el Papa lo convocó al arquitecto Carlo Fontana quien había trabajado en toda la ciudad creando iglesias, palacios, etc… . Entonces dibujó los planos de la monumental basílica que hoy se pueden ver en el museo Soane de Londres. Iba a ser una Iglesia de planta circular, con una cúpula que se elevaría por encima de los arcos de las naves y estaría ubicada sobre la arena ocupando la tercera parte de la arena central, el retablo central sería bastan similar al de Santa Maria in Campitelli e Iba a estar frente a la Porta Libitinaria (por la que salían los cadáveres de los gladiadores), de modo que desde la ciudad sería visible a través de la abertura de las gradas que ya habían caído. El acceso se realizaría desde ese flanco, quedando la arena como una monumental plaza columnata, muy parecida a la de San Pedro. El proyecto salvaba buena parte de la fachada y las graderías, pero hubiera destruido el hipogeo (los túneles que se usaban para alojar animales y esclavos) y la parte inferior de la cávea (las gradas), además de cambiar para siempre la silueta del edificio.
Aparentemente los antiguos y olvidados dioses romanos no estaban felices con ese proyecto ya que hubo un fuerte terremoto que afectó al anfiteatro. A este evento natural hay que sumarle que en 1683 hubo una muy grande ofensiva contra el imperio Otomano que vació las arcas pontificias.
No obstante, si bien no se realizó el santuario barroco que pretendía el Papa en la arena del Coliseo, sí se construyó una pequeña capilla con el título de “Santissimo Salvatore en Rota Colisei” y un vía crucis que se encontraba sobre la arena del anfiteatro. El Papa Benedicto XIV eligió el monumento para encarnar el mayor Vía Crucis del siglo XVIII, en un momento en que esta tradición empezaba a extenderse por toda Europa. El 19 de septiembre de 1756, el mismo Papa dedicó el Coliseo a la memoria de la Pasión de Cristo y de los mártires. La tradición duró más de un siglo, antes de caer en desuso con la unificación de Italia (1861) y cuando el Coliseo dejó de pertenecer a los estados pontificios, y formar parte de Italia se desmantelaron estas capillas y solo quedó la capilla principal. Sí, hay una pequeña capilla dentro del Coliseo que se llama “Madonna della pietá” que solo tiene espacio para 10 personas.
Como vimos, no se construyó la monumental basílica de Carlo Fontana con su columnata dentro del Coliseo, pero oculta, casi inadvertida a los ojos de los turistas, permanece la capilla de la Virgen de la Piedad, que nos recuerda a tantos que murieron en ese lugar tan imponente, tan majestuoso, pero tan violento y desalmado.
Fuente: Con información de Infobae