
El mentado diario de Yrigoyen con noticias falsas para congraciarse con el presidente parece que nunca existió.
Son muchos los historiadores que coinciden en que fue tan fábula la existencia de esa publicación como aquellas supuestas informaciones que se le daban al presidente radical en su segundo mandato entre 1928 y 1930. Faltaba casi un siglo para que se hablase de la “posverdad”.
Eso sí, quedó instalada la expresión del “diario de Yrigoyen” para referirse a gobernantes que construyen una realidad paralela. Muchas ciudades viven desde hace unos largos años en esa dimensión.
La publicidad oficial de estos gobiernos muestra calles en buen estado, descomunales inversiones en fiestas y algunas lindas plazas, aunque algunas administraciones feudales, además de ser responsables de índices de pobreza récord y nunca poder explicar la acumulación de riqueza, contemplan sus territorios sólo en los sectores mas rendidores electoralmente.
Los barrios tapados por el agua en varias zonas de sus distritos no entran ni en un rinconcito perdido de los paneos de la cámara de las redes sociales oficiales, que ponen siempre a los mismo en primeros planos.
Hace tiempo que quedan expuestas dos ciudades: la de los reportes de los funcionarios y la que constatan los vecinos, más allá de que en ciertos temas -como la higiene- hay responsabilidades concurrentes. Vale destacar que, cada vez que hay temas vinculados con licitaciones y adjudicaciones de servicio, afloran cuestiones mucho más pestilentes que las bolsitas en las veredas.
El tema es cómo toma decisiones un gobernante. Por un tablero que marca que los camiones recolectores pasaron, que las luces están encendidas y que los semáforos están funcionando o por la constatación directa de que hay basura acumulada, calles oscuras y esquinas anárquicas.
No es menor el insumo que se priorice a la hora de definir políticas y acciones porque obviamente uno encara caminos diferentes ante una cosa que funciona y ante otra que no funciona.
Por ende, conocer si se gobierna sobre el modelo de la difusión oficial o sobre el de tableros de reportes que no estarían reflejando fielmente lo que pasa en calles, veredas y plazas de la ciudad es un elemento central para entender que el problema no es de los que les hacen el diario a los Yrigoyen contemporáneos, sino la necesidad de que esos Yrigoyen tienen de que les hagan el diario.
Fuente: por Memo García (de la Redacción de COSA CIERTA)