“Muerto, muerto en realidad es aquél que nadie recuerda”.
A Julián Mutti nunca lo vamos a olvidar.
Juli, el Gordo, el dueño de esa sonrisa pícara que llevaba como bandera. Al que todas las mañanas cruzábamos por calle Guardias Nacionales entrando a Tribunales y saludaba con afecto. El papá orgulloso y feliz de Olivia, quien este mes cumplió 15 años. Y de la menor Charito de 10. El esposo de Mariana Salcedo, su gran compañera de vida durante 34 años. El hijo de Bolita (Raúl, que nos dejó hace poco tiempo), de mamá Chalola, el hermano tan querido de Daniela, Luciana y Damián. El que era presidente de la Subcomisión de Handball de Regatas siguiendo la pasión de sus hijas. Por ellas también había sido vice dd la Subco de Gimnasia Artística. El abogado que estaba tan orgulloso de su hermosa familia. El padre, el amigo, el yerno, el cuñado, el tío, el compañero, el todo terreno al que todos querían.
Luchó lo que pudo el Gordo hasta que el miércoles su corazón, ese gigante corazón, dejó de latir.
Más allá del insoportable dolor de su injusta y repentina partida con apenas 51 años, Julián Mutti fue un deportista muy destacado de nuestra ciudad.
Categoría 1972, de chico arrancó a jugar al básquet en Regatas. Allí hizo todas las categorías del Mini hasta llegar a Infantiles. Dejó la pelota naranja para meterse en el mundo del rugby, donde estaban sus amigos. Belgrano era el sitio donde la ovalada tenía lugar en el Camping y allí partió. Cuando el rugby llegó a Regatas en 1994, volvió al club de sus amores. También vistió la camiseta de la Selección de Rosario. Es que fue un jugadorazo de rugby. Jugaba como centro y también de apertura. Un rugbier muy fuerte y súper habilidoso con una cintura envidiable para esquivar rivales. Si te chocaba, era un tren. Jugó mucho tiempo en la Primera del Náutico y en la Selección de Rosario. Duendes se lo quiso llevar pero siempre permaneció en Regatas por amor a la camiseta. Se destacó durante 18 años el tipo que admiraba a Juan Martín Hernández y Felipe Contepomi.
“Julián era dueño de un porte físico imponente y talentoso”, lo define Alejandro Pettinari, excompañero. “Cuando estaba entrenado marcaba diferencias superlativas. Tenía un patadón fuertisimo y era imparable con su físico porque se llevaba todo por delante. Era imparable. Y a eso le agregaba el talento para pasar la pelota y eludir. Como persona era un tipo sencillo, muy bueno, buen compañero. Recuerdo en mis últimos años que jugué compartimos muchos colectivos, los viajes ‘filipinos’ que nosotros les decíamos a los traslados cuando teníamos que ir a Esperanza, a CUCU en Concepción del Uruguay, viajes interminables arriba del bondi para ir a jugar. Juli fue un tipo que estaba siempre contento, alegre, se reía y descontracturaba cualquier situación. Una persona muy, muy agradable”, lo recuerda Pettinari.
Cuando se retiró, como todo buen ex deportista, quedó atrapado por el golf. Y de vez en cuando volvía a la Isla para jugar alguna tocata o partido con sus ex compañeros y amigos de la vida, disfrutando además del tercer tiempo.
Sostenía Julián que el rugby es amigos, es respeto, es enseñanza, es valores. Y Julián, Julián Mutti en vida representó lo mejor de todo eso. ¡Que descanses en paz Gordo!
Fuente: Por Ignacio Arámburu