Opinión

Los argentinos no quieren subirse al Titanic

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La inflación puede ser un fenómeno monetario, pero la distribución del poder es un fenómeno político que exige acuerdos más que fórmulas. Con un discurso adornado con grandes metáforas y una narrativa familiar, el presidente presentó el presupuesto, centrado en el déficit cero y la continua lucha contra la inflación.

Javier Milei, una vez más, se posiciona como un héroe sin capa que combate a aquellos que negocian con la política. En su visión, los “argentinos de bien” se enfrentan a un gran villano: la casta. Propone una visión clara del Estado y su gestión, alineada con una metáfora antigua descrita por George Lakoff en su libro No pienses en un elefante.

Lakoff sostiene que entendemos la realidad a través de metáforas que le dan sentido, y una poderosa analogía es la de la nación como una familia. En esta analogía, el gobernante asume el rol de padre y puede adoptar diferentes estilos de crianza que reflejan cómo se percibe el gobierno, la moralidad y la sociedad.

El modelo del “padre protector” visualiza el mundo como un lugar donde las personas se ayudan mutuamente para vivir vidas plenas y justas, el “Estado como niñera” del presidente. En contraste, el “padre estricto” considera el mundo como un entorno peligroso y competitivo, donde la disciplina y la autodisciplina son esenciales para el éxito, lo que refleja el modelo de los “argentinos de bien” propuesto por Milei y por los distintos grupos más conservadores de la política.

Como decía Nicolás Maquiavelo: ‘Los hombres olvidan más fácilmente la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio’ “

Sin embargo, las reglas del juego siguen siendo las mismas. La intrincada red de la casta política persiste: negociaciones bajo la mesa para obtener votos en el Congreso y operaciones mediáticas para mantener el encuadre. Todo esto parece ahora más explícito que en años anteriores. Como dijo el presidente: “Uno no elige con qué cartas jugar, juega con las que le tocan.”

Milei se destacó por una campaña disruptiva y a veces brusca, rompiendo con lo políticamente correcto y llena de contradicciones, pero con un mensaje coherente que ha mantenido en su gobierno. Este discurso, sigue movilizando y motivando a sus más fieles seguidores, aquellos que de cara a la campaña electoral se conocen como “votantes duros”.

Hablar de eliminar el déficit fiscal en abstracto no es lo mismo que no aumentar la jubilación mínima para lograrlo. La misma discrepancia se da en seguridad”

No obstante, para muchos argentinos, la situación presenta un dilema. La reducción de la inflación, aunque se presenta como un logro del gobierno, no es suficiente. Según diversas encuestas, el principal temor económico ha pasado de la inflación al desempleo. Cada vez más argentinos recurren a sus ahorros o se endeudan para mantener su economía.

El “titánico esfuerzo” mencionado por el presidente se siente profundamente en el bolsillo de la gente. Más que un titánico esfuerzo, muchos empiezan a creer que lo que se les pide es que se suban al Titanic. Como decía Nicolás Maquiavelo: “Los hombres olvidan más fácilmente la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio.”

Los argentinos coinciden en la necesidad de equilibrio fiscal, pero surge la pregunta: ¿a qué costo? ¿A costa de la educación pública? ¿O incluso de los jubilados? Hablar de eliminar el déficit fiscal en abstracto no es lo mismo que no aumentar la jubilación mínima para lograrlo. La misma discrepancia se da en seguridad; pedir orden público no es lo mismo que tolerar que una niña sea afectada por el accionar policial en una manifestación.

El problema más profundo radica en que Milei llegó al gobierno ofreciendo una esperanza líquida, una promesa que se adaptaba a los deseos de cada votante. Muchos estaban dispuestos a hacer un esfuerzo, porque consideraban que era necesario para estar mejor en el futuro.

Poco a poco, quienes siguen manteniendo esa posición son cada vez menos. Hoy, esa esperanza se desmorona como un castillo de naipes, dejando a los ciudadanos con las manos vacías. A pesar de la frustración con el actual gobierno, el verdadero desencanto no se limita a Milei; se extiende a la política democrática en su conjunto. Porque Milei puede no satisfacer las expectativas ciudadanas pero ¿quién sí?

En el fondo, persiste una herida que va más allá del gobierno actual, con sus aciertos y sus falencias. Muchos argentinos no pueden olvidar que esta herida lleva más de una gestión abierta, que hace años que el peronismo o Juntos por el Cambio cometieron los mismos pecados.

La falta de alternativas viables refleja una realidad aún más perturbadora: la incapacidad del sistema político para ofrecer soluciones reales. Aunque el desempleo y la inseguridad económica asustan, la ausencia de figuras y propuestas que puedan reemplazar a los actuales líderes refuerza un sentimiento de desilusión. El desencanto no es solo con Milei, sino con un sistema democrático que, una vez más, parece navegar sin rumbo en un mar de promesas rotas.

Fuente: Por Mónica Martin, licenciada en Ciencia Política y coordinadora de Comunicación Política en Analítica 427 (para Perfil)

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