
En el universo de las afecciones cutáneas, la rosácea representa un desafío complejo y, muchas veces, mal interpretado.
La doctora Verónica Schulkin, dermatóloga especializada en patologías inflamatorias de la piel, señaló a COSA CIERTA que esta condición no solo provoca enrojecimiento facial, sino que puede incluir una variedad de síntomas que afectan considerablemente la calidad de vida.
“Muchas personas creen que la rosácea es simplemente una piel roja y sensible, pero en realidad es una enfermedad inflamatoria crónica que puede manifestarse de distintas formas y comprometer diversas zonas del rostro e incluso los ojos”, indicó Schulkin.
La especialista aclaró que, si bien puede afectar a cualquier persona, es más frecuente en adultos de entre 30 y 60 años con piel clara, y que tiene mayor prevalencia en mujeres.
Sin embargo, en los hombres suele presentarse con mayor severidad, llegando incluso al engrosamiento de la piel nasal, una condición conocida como rinofima.
Aunque la causa exacta aún no está del todo esclarecida, se sabe que intervienen factores genéticos, ambientales y una respuesta inmunológica exagerada. Además, un ácaro microscópico llamado Demodex folliculorum parece tener un rol relevante en su desarrollo.
“Es fundamental entender que cada paciente puede presentar síntomas distintos y reaccionar a factores desencadenantes específicos”, explicó Schulkin.
La dermatóloga detalló que existen cuatro subtipos principales. El más común es el eritematotelangiectásico, caracterizado por enrojecimiento persistente y vasos dilatados visibles; le sigue el pápulo-pustuloso, que se asemeja al acné pero sin puntos negros; el fimatosa, que provoca un engrosamiento irregular de la piel; y el ocular, presente en más del 50 % de los casos, con síntomas como irritación, ardor y sensación de arenilla.
Uno de los factores clave para el control de esta enfermedad es la identificación de los elementos que agravan el cuadro.
“El sol es el principal desencadenante; por eso, el uso diario de protector solar mineral con FPS 50 o superior es imprescindible”, recomendó Schulkin.
También advirtió sobre otros disparadores frecuentes, como los cambios climáticos extremos, el consumo de alimentos picantes o bebidas alcohólicas —especialmente el vino tinto—, el estrés emocional y el uso de cosméticos agresivos.
El diagnóstico temprano, a cargo de un dermatólogo, permite establecer un plan de tratamiento personalizado.
“El cuidado diario con limpiadores suaves y cremas hidratantes específicas ayuda a reducir la sensibilidad”, sostuvo Schulkin.
En los casos más severos, pueden indicarse tratamientos tópicos con principios activos antiinflamatorios o antibióticos orales. Para disminuir el enrojecimiento persistente y las telangiectasias, las terapias con láser o luz pulsada intensa han demostrado ser muy efectivas.
“Vivir con rosácea puede ser un desafío emocional, además de físico”, concluyó Schulkin. Por eso, recomienda acompañar el abordaje médico con apoyo psicológico, si fuera necesario.
Con un diagnóstico adecuado y una gestión consciente de los desencadenantes, las personas afectadas pueden mantener su piel en buen estado y mejorar significativamente su bienestar.