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Por un deporte con más “Furlanes” y menos impostores

Cristian Furlán dignificó al futbolista de nuestro medio con su actitud del sábado en la primera final del Torneo Apertura de la Liga Nicoleña de Fútbol entre Defensores y Regatas. El arquero náutico regresó al campo de juego luego de sufrir una peligrosa agresión exhibiendo una conducta ejemplificadora

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Se podría haber ido de la cancha. El estruendo del petardo que explotó a su lado cuando retiraba junto con sus compañeros de defensa los rollos de papel caídos desde la popular local le provocó un zumbido insoportable y le hizo perder momentáneamente la audición en su oído izquierdo. Eran las 15:05 horas del sábado y en un Salomón Boeseldín poblado con más de 2 mil personas, Defensores de Villa Ramallo y Regatas se aprestaban a disputar la primera final del Apertura hasta que a un violento se le ocurrió lanzar ese artefacto con el fin de asustar y de dañar. La primera final, la gran fiesta esperada, la pudo arruinar la mano de un irresponsable. Falló el cacheo del ingreso, si es que lo hubo.

Estas conductas suelen justificarse como parte del color del fútbol con las bengalas y demás… Pero eso no es el color del fútbol, es el dolor del fútbol. Las consecuencias para el oído y el físico del agredido pudieron ser mucho más graves. ¿Cuál es el límite para tanta estupidez? ¿Cuándo tomaremos conciencia del riesgo que implica para los demás tirar un petardo, bomba de humo, un objeto o lo que fuera al campo de juego? Si querés recibir a tu equipo con color, hacelo de otra manera. No así.

El verdadero protagonista de este deporte cayó al piso, se tomaba con su mano el oído afectado. Estaba mareado, sin entender lo que sucedía, imagino que también sin poder comprender la irresponsabilidad del agresor. Tan aturdido como dolido. Se le notaba al mirarlo con atención. Caminaba lento acompañado por el médico visitante Rodrigo Chipi Molina Trossero. Es que lo sucedido era justo en la cancha del club donde pasó algunos años en el baby, del equipo que es hincha y el explosivo cayó desde la tribuna donde tantas veces habrá ido a alentar al Granate.

Desencajado se lo observó a Sebastián Briata, presidente de Defe, corriendo de un lado al otro, buscando identificar al responsable y atento a la salud del arquero. Algunos hinchas bajaron de la tribuna y se acercaron para saber cómo estaba el Titi, a quien conocían.

El arquero llegó al vestuario visitante y se sentó. Allí lo visitó el árbitro Fabricio Estévano, quien le brindó tranquilidad y le dijo que lo iban a esperar un tiempo prudente hasta que se recupere pero que la decisión de jugar o no jugar era del futbolista. También apareció Juan Manuel Despósito, el médico de Defe, para atenderlo junto con su colega Molina Trossero y le dijo al arquero estas palabras. “Titi, si no te sentís bien, que no se juegue el partido. Si vos te sentís mareado, aturdido o te sentís con un zumbido, el partido no se tiene que jugar”. Impecable conducta de un intachable y destacado profesional. Grandeza y humanidad, además de profesionalismo.

El 1 tardó unos minutos en recuperarse y levantó el pulgar arriba, brindando la noticia positiva que todos esperaban. Regresó al campo de juego, caminando y se ubicó en el mismo arco donde había sufrido la agresión minutos antes. Tenía la posibilidad de retirarse para intentar ganar los puntos en el escritorio, o para postergar el encuentro y así su equipo recuperara algún lesionado (Franco Rubén) o en lo que podía derivar en la suspensión de cancha para su rival, ya sea reprogramación sin público, multa, clausura, etc. Cualquier cosa podía suceder y quedaría sujeto al Tribunal de Disciplina.

Nada de eso por suerte invadió su mente. Cuando logró retomar la audición del oído, regresó a la cancha para atajar y gracias a su decisión las miles de personas que asistieron pudieron disfrutar de la final. El partido se jugó gracias a él. Cabe destacar que, mientras se rehabilitaba, sus compañeros y cuerpo técnico charlaban entre ellos y también deseaban ganarle al rival en la cancha.

En un deporte repleto de ventajeros e impostores, tanto experto en exageraciones, simulaciones o lo que fuera con tal de ganar a cualquier precio sin importarle en ese tránsito nada ni nadie, ojalá tomemos nota de que siempre es mejor seguir el camino que el sábado recorrió CRISTIAN FURLÁN.

Su conducta dignifica al futbolista de nuestro medio.

Fuente: Por Ignacio Arámburu

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