Solidaridad

Solidaridad con el agresor

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El Comunicado Conjunto aprobado en la Cumbre sobre la Paz en Ucrania reitera el rechazo al “uso de la fuerza contra la integridad territorial e independencia política de cualquier estado, los principios de soberanía, independencia e integridad territorial de todos los estados, incluyendo Ucrania” y continúa con el compromiso de “resolver las disputas a través de medios pacíficos como principio de la ley internacional”.

El Gobierno de Brasil envió como representante a su embajador en Suiza, Fonseca Buzzi, para señalar su disgusto por la ausencia de la Federación de Rusia en una acción coordinada con la República Popular China. El 23 de mayo, el ministro Wang Yi y el asesor Celso Amorim dieron a conocer una declaración señalando la necesidad de convocar a una conferencia de paz reconocida por Rusia y Ucrania, con “igual participación de todas las partes incluyendo la discusión transparente de todos los planes de paz”. El 14 de junio el presidente Putin, dos días antes del inicio de la Conferencia, divulgó su “plan de paz” reclamando la renuncia de Ucrania al 20% de su territorio, incluyendo la península de Crimea, la desmilitarización del país y el levantamiento de las sanciones occidentales.

Los comunicados reflejan la similitud de las posiciones entre Rusia, China y Brasil. No es difícil de entender la actitud de China que desde los albores del conflicto manifestó su solidaridad y justificó el ataque ruso sobre la base del derecho a la seguridad. Estos dos países han firmado incontables documentos en los dos últimos años reafirmando su “inquebrantable alianza” para rediseñar un nuevo orden mundial al que llaman multipolar y asegurarse la división del planeta en esferas de influencia. Tampoco se puede negar la empatía que exudan las reuniones entre Xi y Putin donde rebalsan las coincidencias y los éxitos.

Pero Brasil efectuó un giro copernicano en su política exterior al solidarizarse con el agresor. Si bien el presidente Lula manifestó en forma tardía su condena a la invasión, después de infelices yerros, el gobierno brasileño ha criticado con más énfasis a los Estados Unidos, acusándolo de prolongar el conflicto con la cesión de armamento y la aplicación de sanciones económicas, y a Ucrania por rehusar ceder su soberanía. Este contexto se complementa con el acompañamiento a construir un polo de poder denominado “Sur Global” opuesto a Occidente, como parte de su estrategia de constituirse en referente de la política internacional. Este “Sur Global” utilizado como eufemismo desplazó la categoría de “países emergentes” o “países en desarrollo”, consideradas despectivas por su posicionamiento relativo, pero incluye a Rusia, China e Irán a los cuales suma como socios en su búsqueda de protagonismo.

En la reunión del G7 el presidente Lula da Silva, donde participó como anfitrión del G20, reclamó la imposición de un gravamen global del 2% para la eliminación del hambre en el mundo como si esta sugerencia pudiera adoptarse, sin considerar las consecuencias de los conflictos armados en los presupuestos, de los países comprometidos con detener la agresión. El Comunicado de la Cumbre hace referencia al bloqueo ruso de las exportaciones agrícolas de Ucrania y a la seguridad alimentaria afectada por el acceso a los puertos, pero también corresponde considerar el astronómico aumento de los presupuestos militares en detrimento de las contribuciones para cooperación.

Brasil optó por alinearse con nuevos amigos extracontinentales. Quizás esta elección responda a un apresuramiento en diagnosticar un rápido triunfo de Rusia, la consolidación de China y el agotamiento de Estados Unidos y Europa sin tomar en cuenta sus consecuencias sobre la estabilidad para lograr el crecimiento y la disminución de la pobreza.

 

 

Fuente: Por Felipe Frydman (Perfil)

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