Opinión

Cómo ser crítico del poder sin morir de miedo

banner-noticia
banner-noticia

En abril de 2024, el enfrentamiento entre el poder político y el periodismo alcanzó un nuevo nivel de tensión cuando Javier Milei insultó a Jorge Lanata, acusándolo de ser un “ensobrado”, un término que implica ser un operador mediático al servicio de intereses oscuros. Este ataque no solo fue una afrenta personal, sino que también representó una amenaza para la libertad de expresión en un contexto donde los periodistas suelen recibir más demandas judiciales que las que inician.

Lanata decidió llevar a cabo acciones legales contra el presidente, no solo en defensa de su honor, sino también como un acto simbólico para proteger a otros periodistas menos conocidos que podrían ser objeto de injurias similares.

El eco de este conflicto se amplificó cuando otro destacado periodista, el fundador del Diario Perfil, también optó por demandar a Milei. En una entrevista posterior, expresó su preocupación por la creciente tendencia del periodismo argentino hacia el oficialismo, señalando que había un “mileísmo” en los medios que era alarmante. Esta situación plantea interrogantes sobre la capacidad crítica del periodismo en un entorno donde la presión política es cada vez más intensa.

Una semana después del incidente con Milei, Lanata fue internado y su muerte dejó una huella profunda en el panorama mediático argentino.

Mientras muchos comunicadores oficialistas recordaron sus investigaciones con elogios, lo hicieron omitiendo su postura crítica hacia otros gobiernos y silenciando su juicio contra Milei.

Este fenómeno pone de manifiesto cómo el miedo puede influir en la narrativa mediática. Y no sólo en la escala nacional sino también en cualquier ciudad del país, donde el poder de turno se mantiene en una postura casi amenazadora y de carácter persecutorio.

La pregunta que surge es: ¿qué lleva a ciertos periodistas a apoyar sin reservas al poder de turno? Si bien es comprensible que existan expectativas positivas o coincidencias ideológicas con el Gobierno actual, resulta inquietante observar cómo algunos comunicadores deciden clausurar su sentido crítico y justificar las acciones del poder. Es cierto que factores como la publicidad oficial pueden influir en esta dinámica.

Sin embargo, parece que el miedo es el principal motor detrás del apoyo incondicional al oficialismo.

Este miedo se manifiesta de diversas maneras: temor a perder financiamiento público, a represalias económicas por parte del Estado o incluso a ataques personales organizados desde las altas esferas del poder. La autocensura se convierte así en una práctica habitual entre aquellos que temen perder su trabajo o enfrentar consecuencias negativas por criticar al gobierno.

Los hermanos Milei y Santiago Caputo dejaron claro que consideran a los medios tradicionales como sus principales adversarios. Sus constantes ataques y refutaciones hacia estos medios reflejan una estrategia deliberada para deslegitimar cualquier voz disidente. En este contexto, intentar hacer periodismo profesional se vuelve extremadamente complicado.

A medida que se ingresa en el año electoral, donde se prevé un incremento del aparato comunicacional estatal y paraestatal, es fundamental expresar el deseo de que los periodistas puedan superar estos miedos en 2025.

La necesidad de volver a opinar, preguntar e investigar sobre temas cruciales -como las secuelas del ajuste económico, las denuncias contra funcionarios o las condiciones de las inversiones en las obras públicas- es imperativa para restablecer la función crítica del periodismo.

Es esencial cuestionar aspectos como la procedencia del dinero involucrado en escándalos políticos o las conexiones entre funcionarios y empresas privadas. También se debe indagar sobre las redes sociales utilizadas para difundir discursos violentos o amenazantes y sobre cómo se distribuyen los fondos públicos destinados a publicidad oficial.

El deseo es claro: un periodismo libre y crítico que no tema cuestionar al poder ni rendir cuentas sobre sus acciones. Que los periodistas puedan volver a ejercer su labor sin temor a represalias ni censura. Que haya espacio para dialogar con aquellos que piensan diferente y exigir transparencia a quienes ocupan cargos públicos.

En definitiva, desde COSA CIERTA anhelamos un 2025 donde la libertad de expresión sea una realidad tangible y donde los periodistas puedan desempeñar su rol fundamental sin olvidar nunca su compromiso con la verdad y la Justicia social.

Con templanza y valentía, debemos recordar siempre la misión de un medio de comunicación: informar y cuestionar al poder sin miedo alguno.

 

 

 

Fuente: Por Memo García (para Semanario Nicoleño COSA CIERTA)

banner-noticia

Artículos Relacionados

Volver al botón superior
×