Eduardo Cormick nació en Junín. Sus dos grandes pasiones, por lo menos a simple vista, la narrativa y la temática de la profunda relación de hermandad entre criollos e irlandeses. Por eso, todo lo que exuda mitos, leyendas y vidas gaélicas lo toma como propio con la precisión de un orfebre, con el denuedo de los que nunca se rinde.
Una de sus investigaciones lo trajo a nuestra ciudad. Llegó de la mano de Gustavo Ng y de Camilo Sánchez (Editorial Bien del Sauce) para bucear sobre la vida del cura irlandés Denis Fitzpatrick.
COSA CIERTA se sentó en la masa del autor para descubrir a aquel irlandés que acostumbraba tomarse un Vat 69 al atardecer en el Café de la Plaza y que sentaba a su mesa a todos los que arrastraban una pena en el alma.
Eduardo contaba que “fue el 17 de marzo de 2020. Ese día, como todos los años, los irlandeses, estén donde estén, se encuentran para celebrar San Patricio. Pero ese día las celebraciones no fueron públicas ni festivas; el flagelo del Covid 19 imponía prevención, restricciones, distanciamientos. Tres días más tarde en Argentina se anunciaba el aislamiento social, preventivo y obligatorio, con el que comenzaba un largo y oscuro período en el que todos perdimos a alguien”.
Ese día 17 de marzo yo conocí algo acerca de Denis Fitzpatrick. Lo supe por el relato de mi amigo Gustavo Ng, hijo de chino, con cara de chino pero criollo, como yo soy criollo, aunque con cara de gringo”.
A partir de un trabajo de investigación que llevó algunos años, viajes a San Nicolás y a otras localidades siguiendo los pasos del cura es que se presenta el libro “Los pasos de Denis” editado por “El Bien del Sauce”.
El responsable editorial, Camilo Sánchez explica las razones que lo llevaron a prestar atención a esta historia: “Un cura que era amigo de Luca Prodan, que bebía whisky para remontar la tarde, que ponía como banda de sonido a Los Beatles para evangelizar enseñando inglés a unos adolescentes díscolos en San Nicolás.
Daba sermones en capillas de tierra que se amenizaban con el cacareo de las gallinas que surcaban el atrio. Y una última: tenía un libro de poemas, que corregía desde su adolescencia y que nunca vería publicado. Un cura que no le quitaba el cuerpo -pasó entre nosotros en los tiempos oscuros de la dictadura- a meterse en camisas de once varas, a resoplar cuando en la llanura se anuncia el aguacero.
El cura se metió en la vida de varios de nosotros y no deja de llamarnos desde el costado del camino. Eduardo Cormick logra con este libro que el viaje por su memoria se nos vuelva aún más sólido, y lleno de colores.
Y quién dice que con este libro terminemos siendo –como quienes lo recuerdan, como los hacedores de este libro, como sus futuros lectores, como le hubiera gustado al viejo cura poeta– uno con él.”.
Cormick cuenta que el periodista nicoleño “Gustavo Ng conoció a Denis Fitzpatrick y la charla que tuvimos aquella noche hizo que quisiera saber más sobre este hombre que nació y se crió en Irlanda del Norte, donde ser católico siempre fue una cruz, se ordenó sacerdote en Jerusalén, donde Cristo entró montado en un burro y murió crucificado, y apareció por Argentina para estar acá buena parte del resto de su vida”.
La tapa del libro es un retrato del cura que le tomó Carlos Franco Martinez. Cormick explica que fueron muchas las fuentes que aportaron datos porque Denis fue muy querido en la Diócesis de San Nicolás; pero tuvo muchos destinos. Denis en la 2da Guerra fue voluntario de la Cruz Roja y colaboró en la salida de los prisioneros de campos de concentración nazis en Alemania.
Cuando lo licenciaron se radicó en Londres trabajando como actor de teatro. Después se instaló en París como profesor de inglés. Allí le surgió la vocación sacerdotal pero él quiso hacer los estudios eclesiásticos en el país de Jesús y se fue a Jerusalén donde fue admitido en el Seminario de la Iglesia Oriental. Esta Iglesia estuvo separada de Roma durante 1.000 años y luego volvió, conservando sus propias estructuras. Los Patriarcas de la Iglesia de Oriente en Jerusalén empezaron a escuchar quejas a este cura que tomó partido por los palestinos y que proclamaba que los sionistas eran “los nazis” modernos. Cuando pidió el traslado a la Argentina respiraron aliviados. Denis recaló en Rosario.
En esa ciudad se hizo muy amigo del entonces Obispo de San Nicolás, Carlos Ponce de León que, como era su dogma, alojaba en la diócesis a los curas más cuestionados por el brazo secular o las órdenes.
Denis pidió ser enviado a Medio Oriente Medio de los conflictos y ofició misa en Damasco; y tuvo problemas con las autoridades mexicanas cuando estuvo en Chiapas, todos apuntaban que Denis, con su desparpajo pero convicción, conversaba con el subcomandate Marcos.
Una vida de novela que, en este libro, Eduardo Cormick rescata para comenzar a completar las memorias nicoleñas.